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Entrenamiento de perfeccionamientopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4812-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 6 Sección 2 de 4

UN CARÁCTER FUERTE SIN PECULIARIDADES

Antes que continuemos, permítanme añadir una palabra. Poseer cierta característica no está mal. Cada uno entre nosotros tiene un carácter, y como tales ciertamente poseemos alguna característica o características. En la Biblia se puede ver que todos los apóstoles tenían sus caracteres, especialmente el apóstol Pablo. Él verdaderamente tenía carácter, y Pedro y Juan también tenían su carácter. Todos tenían sus propias características, pero ellos no eran peculiares. Poseían características, pero éstas no eran prejuiciosas ni torcidas. Así que, en su carácter no vemos ninguna peculiaridad. Ellos poseían ciertas características, pero no tenían ninguna peculiaridad. ¿Por qué? Debemos comprender que especialmente Pablo y Juan habían sido muy transformados. La transformación en realidad elimina nuestros rasgos peculiares. Nuestro hombre natural es prejuiciado y torcido, y se expresa principalmente mediante nuestras peculiaridades. No considere que sólo los actos pecaminosos o un comportamiento soez se manifiestan como peculiaridades. No. Es probable que un pedazo de papel no esté sucio o roto, pero puede estar deforme. Ser prejuiciado significa que uno no es muy recto o correcto. Pero aún esto no es la definición completa del prejuicio. Es posible tener o no tener muchos pecados; es posible tener buenos hábitos o malos hábitos, pero éstos no son las expresiones de la peculiaridad. La peculiaridad se mantiene firme por si misma en nuestro interior. Un hombre muy justo puede ser bastante peculiar. Un hombre muy “santo”, un hombre muy “espiritual” puede ser muy peculiar. En el Nuevo Testamento podemos ver que Pablo es muy fuerte, pero no podemos encontrar ninguna peculiaridad en él. De acuerdo con sus escritos, no vemos ninguna peculiaridad. Sucede lo mismo con Pedro y Juan. En estos personajes del Nuevo Testamento no se puede encontrar ningún rasgo peculiar. Sus caracteres eran diferentes con características diferentes, pero es difícil encontrar alguna peculiaridad. La vida de iglesia está llena de peculiaridades. Usted tiene una peculiaridad, y yo tengo la mía. Todos nosotros tenemos alguna peculiaridad.

Yo siento que el buen humor de nuestro hermano es en realidad una cubierta que oculta algo en su interior. Aparentemente a él le gusta bromear, pero en realidad siento que eso se manifiesta porque él verdaderamente tiene el deseo de hacer las cosas bien. Puede ser que ese deseo le moleste bastante y que la única manera de reducirlo es por medio de sus bromas. Aparentemente nuestro hermano no es muy detallista, pero yo sé por experiencia que en realidad si es excesivamente detallista. Nunca tuve esta impresión hasta que coordiné con él en la limpieza y el arreglo del local de reuniones. Para mi sorpresa, cuando nosotros nos reuníamos para orar, no era muy raro que él tuviese muchos, muchos puntos que exponer. Yo no creo que el humor manifestado sea el hermano real. Debe haber algo más en su interior que está relacionado con el hecho de que él es tan fino y se interese en ser correcto, y también con su deseo de avanzar.

Necesitamos de la ayuda de otro hermano.

Desde que conozco a este hermano, he notado que cuando él realiza su función en las reuniones, tiene una fuerte tendencia a presentar algo de una manera graciosa. Y sin duda todos nos hemos dado cuenta de esto. Pero yo diría que cuando tenemos una comunión personal con él, generalmente él es muy serio y no manifiesta señal de bromas. Él es muy serio, muy detallista y muy enérgico al tener comunión sobre lo que realmente siente. Él no le dejará ir hasta compartirle por completo lo que está dentro de él. He conocido varios hermanos en la vida de iglesia que pueden hablar tanto como él, y no parece que su repertorio se les agote. Parece como si hubiera una fuente en su interior que nunca se seca. Me doy cuenta, sin embargo, de que en lo profundo de su ser hay algo intangible e impreciso. Puede ser que nosotros sólo estemos tocando lo externo y aún no hayamos dado en el blanco.

Tal vez otro hermano puede añadir algo más.

Mis tiempos personales con este hermano son muy diferentes de cuando estamos en las reuniones. Su preocupación por las cosas que yo considero insignificantes llega hasta el punto de volverse muy exigente. Él se preocupa mucho por los detalles y las cosas pequeñas y por qué las cosas son de cierta manera. Por lo cual me pregunto cómo él puede ser tan chistoso en las reuniones. Además, él se interesa por las personas. Quiere mucho a las personas; pero a veces creo que cuando las contacta, ellos no saben cuando él está en serio o no. Cada vez que he tenido comunión con él, ésta se torna bastante pesada. Se vuelve exigente, muy detallada, y él analiza todo a cabalidad. No sé qué tiene que ver esto con el lado bromista que manifiesta en las reuniones.

Yo le pediría a otro hermano que también diga algo.

La última vez que hablé con este hermano fue hace como seis meses aquí en el local. Ciertamente tengo la impresión de que suceden dos cosas diferentes. La persona que nosotros vemos en las reuniones y la persona a quien conocemos personalmente y con quien tenemos particularmente una relación de uno a uno, son muy diferentes. Me parece que todas estas semanas de perfeccionamiento nos han estado llevando a este punto, para que el Señor pueda tratar este asunto. Aunque reconozco que este hermano tiene cierta peculiaridad, yo no la puedo identificar. Me temo que incluso muchos de nosotros tenemos la misma u otras peculiaridades también. Parece que nuestro hermano se expresa por lo menos de dos maneras diferentes. Yo recuerdo que en el libro La experiencia de vida, el hermano Lee señaló que el espíritu es la parte genuina de nuestro ser. Me parece que si una persona está en el espíritu o no, en realidad depende de lo que usted pueda reconocer en ella como una impresión constante y permanente. Si una persona no gasta mucho tiempo en el espíritu, es muy fácil ver su viejo hombre o su hombre natural. Es muy fácil ver cierto deseo de la persona, que está escaso del espíritu, o ver que expresa cierta inseguridad en sí misma. Realmente estoy convencido que si este hermano y todos nosotros estuviéramos más en el espíritu, veríamos algo mucho más constante y normal. Probablemente, lo que nosotros vemos son los síntomas de un hermano que no está muy transformado o saturado del Espíritu.

LA PECULIARIDAD:
LA EXPRESIÓN DE LA VIDA NATURAL

Hemos indicado previamente que la opinión es la corporificación del yo. Pero debemos comprender que este asunto de la peculiaridad es mucho más profundo que la opinión. En principio nuestra peculiaridad es la expresión del yo natural o de la vida natural. Aun podemos decir que la peculiaridad es la última o la máxima expresión de la vida natural. Ser peculiar no significa ser pecaminoso, o ser malvado o perverso; más bien es ser prejuicioso y torcido. Permítanme también diagnosticar el problema de nuestro hermano. Yo no creo que el humor o el ser humorista sea el problema. En lo profundo de su ser hay un factor que concuerda con su peculiaridad. Y diría que este factor probablemente sea que nuestro hermano no quiere ser común, sino ser diferente de todos los demás. Éste es el factor oculto responsable de su aparente manifestación humorística. En realidad toda peculiaridad es causada por un factor interno. Si sólo se trata con las bromas o el buen humor del hermano, sólo se estarán cortando algunas de las ramas. La raíz escondida en el interior de nuestro hermano no son las bromas, sino el deseo de ser diferente de los demás y de no ser común. En principio, dentro de todos nosotros se halla este factor que nos hace ser peculiares. Debemos comprender que ser peculiar no es algo erróneo, no es maligno, no es pecaminoso, ni es malévolo. Tampoco es como odiar a las personas o dañar algo. Ser peculiar es la máxima expresión de nuestro ser natural. Éste es el factor más escondido que nos impide a todos nosotros experimentar a Cristo. Creo que por muchos años este factor oculto en nuestro hermano le ha impedido en gran manera disfrutar a Cristo.

Les exhorto a todos ustedes a que tengan comunión y oren sobre estos tres factores: la cultura, la opinión y la peculiaridad. Solamente hablar de nuestra cultura es muy general, y la opinión también es algo superficial. El factor más sutil y escondido, que la mayoría de nosotros no condenamos, es nuestra peculiaridad. Reconozco que muchos de nosotros hemos condenado nuestra opinión una y otra vez, pero no son muchos los que hemos condenado nuestra peculiaridad. Si estos tres factores —la cultura, la opinión y la peculiaridad— pueden ser tratados de forma cabal en la vida de iglesia, estoy seguro de que Cristo no tendrá ningún obstáculo para convertirse en nuestro disfrute. Éstos son los problemas básicos entre nosotros. No necesitamos hablar tanto de la mundanalidad, el pecado o las cosas malignas. Sin embargo, estos factores como la cultura, la opinión y la peculiaridad están aquí, y son un obstáculo para nosotros.


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