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Cristo que mora en nosotros seqún se ve en el canon el Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4916-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 16 Sección 2 de 4

NO SER MÁS INDIVIDUALES

Algo que debemos entender es que cuando Dios entra en nosotros, con el tiempo dejamos de ser individualistas. Esto es igual a lo que sucede con las lámparas eléctricas. Antes de que la electricidad fluya en las lámparas, todas ellas son individualistas; pero una vez que entra la electricidad, todas vienen a ser uno con la electricidad, y la electricidad llega a ser su factor de unidad. Todas las lámparas son conducidas a una especie de unidad.

De la misma manera, los cristianos no debemos ser unidades individuales. Debemos tener algo que nos une. Nuestra unidad es el propio Dios que es nuestro contenido interior. Cuando Dios es nuestro contenido, dejamos de ser muchos individuos diferentes. Aparentemente lo somos, pero interiormente somos una sola unidad. Supongamos que en el techo de este salón hay treinta lámparas y que la corriente eléctrica fluye por todas ellas. Externamente, son muchas lámparas individuales, pero interiormente sólo hay una electricidad, por medio de la cual todas ellas llegan a ser una sola unidad. Todas tienen el mismo contenido, y ese contenido es su unidad. ¡Aleluya! Nosotros somos muchos cristianos, pero todos tenemos un mismo contenido; por lo tanto, todos tenemos la misma unidad. Dios mismo en nosotros es nuestro contenido. Ésa es la relación más profunda que Dios tiene con el hombre.

LA EXPRESIÓN CORPORATIVA DE DIOS

El resultado de esto es que Dios obtiene una expresión corporativa, dado que Él se ha hecho uno con muchas personas. Eso es lo que la Biblia nos revela que existe entre Dios y el hombre. En la Biblia se encuentran muchos otros asuntos, pero ninguno de ellos es tan profundo. Dios no es solamente nuestro Creador, nuestro Padre, nuestro Señor y muchas otras cosas. El aspecto más profundo en cuanto a la relación que Dios tiene con nosotros es que Él entra en nosotros para ser nuestro contenido a fin de que nosotros lleguemos a ser Su expresión. En otras palabras, Él llega a ser nuestro contenido a fin de ser nosotros mismos, y nosotros llegamos a ser uno con Él. Ésta es una empresa grande y universal; es un proyecto celestial, divino, eterno y santo. Dios está forjándose en nuestro ser hasta hacerse uno con nosotros, a fin de que Él mismo sea nuestro contenido y que nosotros lleguemos a ser Su expresión.

LA ENCARNACIÓN

A fin de realizar este proyecto universal y divino, Dios tuvo que dar siete pasos. Sólo hablaremos de uno de ellos en estos mensajes, pero necesitamos ver todos estos siete pasos de un modo general. El primer paso es la encarnación. No incluyo la creación, porque eso es demasiado objetivo. El primer paso principal que Dios dio para llevar a cabo Su proyecto divino fue la encarnación. La encarnación es muy superior a la creación. En la creación, Dios simplemente hizo muchas cosas: los cielos, la tierra y el hombre. Eso ciertamente fue maravilloso, mas no tanto como la encarnación. En la creación, Dios nunca entró en sus criaturas. Sin embargo, la encarnación es la mezcla de Dios con el hombre. Dios dio el primer paso a fin de encarnarse al hacerse hombre y ser uno con el hombre. La encarnación significa que Dios llega a ser uno con el hombre. Todos sabemos por los Evangelios que Jesús nació en un pesebre en Belén. Él era simplemente un pequeño niño nacido de una virgen, llamado Jesús. Sin embargo, este pequeño niño fue llamado Emanuel, que quiere decir: Dios con nosotros. Aquel que fue llamado Jesús era Dios, Dios con el hombre. ¿Creen esto? Hoy en día muchos judíos no creen esto. Ellos incluso tienen el Antiguo Testamento que dice en Isaías 7:14: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel”, pero a pesar de ello no creen que el niño que nació en el pesebre de Belén era Emanuel, Dios con nosotros. Mateo 1:23 dice lo mismo: “‘He aquí, una virgen estará encinta y dará a luz un hijo, y llamarán Su nombre Emanuel’ (que traducido es: Dios con nosotros)”. En ese pesebre había un pequeño niño que era la mezcla de Dios con el hombre. Dios y el hombre se hicieron uno. Aunque Él era un niño, Su nombre fue llamado Emanuel, Dios con nosotros. Esto concuerda con Isaías 9:6, que dice: “Porque un niño nos ha nacido [...] Se llamará Su nombre [...] ‘Dios Fuerte’”. Él era Dios, pero no simplemente Dios; Él era Dios con nosotros.

Antes de la encarnación, Dios era un Dios muy grande. Él estaba en los cielos y era muy libre. Pero por medio de la encarnación, Él llegó a estar muy limitado. Él estaba limitado en un pesebre. Él tuvo que escapar de la tierra de Canaán a Egipto, y luego regresar de Egipto a la Tierra Santa. Más tarde fue hacia el norte, a una pequeña ciudad llamada Nazaret. Finalmente, llegó a ser un nazareno, un hombre común que vivía en la ciudad de Nazaret. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que este hombre era Dios con el hombre. La encarnación era la mezcla de Dios con el hombre. Él era el Verbo hecho carne. “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios [...] Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros” (Jn. 1:1, 14a). Éste fue el primer paso.


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