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Ser liberados de los ritos religiosos y andar conforme al Espíritupor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8302-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 13 Sección 3 de 3

LA APLICACIÓN EN NUESTRO DIARIO VIVIR

Cuando los discípulos descendieron del monte, el Señor Jesús les ordenó que no dijeran a nadie la visión (Mt. 17:9). Mateo 16 contiene una revelación, mientras que Mateo 17 contiene una visión. La revelación vista en el capítulo 16 trata de que Cristo es el Hijo del Dios viviente. La visión que se presenta en el capítulo 17 muestra que Cristo es el Hijo amado de Dios, el deleite de Dios, y que debemos oírle a Él. Una cosa es recibir una revelación, otra cosa es ver una visión, y otra cosa adicional es poder aplicar la revelación que hemos recibido y la visión que hemos visto. Pedro recibió una revelación, pero él todavía estaba confundido cuando vio la visión.

Luego de la visión en el monte, el Señor y Sus discípulos fueron a Capernaum, y los que cobraban el impuesto para el templo se acercaron a Pedro. El impuesto para el templo se recaudaba de entre el pueblo de Israel para el templo santo, no para el Imperio romano. Éxodo 30:11-16 dice que todo varón israelita debía dar medio siclo en rescate por sí mismo. El medio siclo se usaba para el servicio del templo santo. Pagar medio siclo equivalía a pagar un impuesto al templo de Dios, es decir, pagar impuesto a Dios.

Los que cobraban el impuesto para el templo se acercaron a Pedro y dijeron: “¿Vuestro Maestro no paga el impuesto para el templo?” (Mt. 17:24). Este entorno fue dispuesto por Dios para exponer si Pedro estaba claro o no en cuanto a la visión que había visto. Lamentablemente, cuando fue tiempo de aplicar lo que había visto, Pedro olvidó por completo la visión. Cuando le preguntaron: “¿Vuestro Maestro no paga el impuesto para el templo?”, él respondió diciendo: “Sí” (v. 25), pues desde su juventud se le había enseñado que en Éxodo 30 Moisés dijo que cada varón israelita debería pagar el impuesto para el templo. No obstante, cuando Pedro dijo que sí, él escuchaba a Moisés. Desde el tiempo de Moisés, generación tras generación de los hijos de Israel había escuchado la palabra acerca de que cada varón pagase el impuesto para el templo. Puesto que Jesús era un israelita, Pedro supuso que Jesús pagaría el impuesto para el templo.

Después que Pedro dijo que sí, entró a la casa y Jesús lo cuestionó, diciendo: “¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños?”. Pedro dijo: “De los extraños”, y Jesús dijo: “Luego los hijos están exentos” (Mt. 17:25-26). En efecto, el Señor parecía decir: “¿Acaso no oíste la voz en el monte? Yo soy el Hijo de Dios”. Cuando Pedro oyó la palabra del Señor, él quizás pensó: “Esto debe significar que Él no debería pagar el impuesto para el templo. ¡Me equivoqué otra vez!”. Entonces el Señor le dijo: “Sin embargo, para no hacerlos tropezar, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por Mí y por ti” (v. 27). Me parece que después que Pedro oyó las palabras del Señor, debe haber quedado confundido. Quizás él pensó: “Señor, me estás haciendo pasar un mal rato. Tú dijiste que no pagas el impuesto para el templo, pero también dijiste que pagarías el impuesto para el templo. Siempre estás en lo correcto, sea que digas sí o no, pero yo siempre estoy equivocado, sea que yo diga sí o no. Por tanto, de ahora en adelante, nadie debería escucharme a mí; más bien, ¡deberíamos escucharte a Ti!”. La voz en el monte dijo: “A Él oíd” (v. 5). Pedro debió haberles dicho a los que cobraban el impuesto para el templo que él necesitaba preguntarle al Señor, pues se le dijo que debía oírle a Él. Si Pedro hubiese dado esta respuesta, habría aplicado la visión que vio, y se hubiese evitado muchas dificultades.

Pedro creó problemas para sí mismo. El Señor Jesús, después de decirle a Pedro que Él pagaría el impuesto del templo, dijo: “Ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por Mí y por ti” (v. 27). Pedro probablemente estaba muy deprimido cuando fue a pescar. Mientras que los otros discípulos estaban en la casa, él fue enviado a pescar. Cuando él echó el anzuelo, quizás se preguntó cuándo vendría el primer pez. Es posible que él hubiese esperado mucho tiempo. De este modo, Pedro aprendió una lección. Él probablemente se arrepintió y pensó que si no hubiese sido tan rápido en expresar su opinión, no estaría esperando un pez.

Este ejemplo es sencillo; sin embargo, presenta al Señor Jesús en Su calidad de Moisés actual, la ley actual. Él es la ley viviente. Si Él dice que deberíamos pagar, entonces nosotros pagamos; si Él dice que no deberíamos pagar, entonces no deberíamos pagar. Debemos hacer cualquier cosa que Él diga. Deberíamos escucharlo a Él. Este ejemplo también presenta al Señor Jesús como el Profeta actual. No deberíamos escuchar a ninguna otra persona; más bien, escuchamos sólo al Jesús viviente.

Esto no quiere decir que deberíamos menospreciar o incluso descuidar la Biblia. Sin embargo, la Biblia no nos da instrucciones claras acerca de muchas cosas en nuestro diario vivir. Por ejemplo, la Biblia no dice cuán largo debería ser el cabello de una hermana. No dice cuán larga debería ser su falda. No podemos hallar una respuesta a estos asuntos en ninguno de los sesenta y seis libros de la Biblia. ¿Cómo debemos manejar estos asuntos? Podemos preguntarle al Señor Jesús. Él está en nosotros. Él es nuestra ley viviente, nuestro Moisés viviente.

No sólo eso, sino que Él también es el Profeta viviente, nuestro Elías viviente, quien profetiza. Las profecías del Señor siempre se cumplen. Cuando Él dice que vayamos a pescar, el pez vendrá. Cuando Él dice que abramos la boca del pez y hallemos un estatero, eso se cumplirá. Él es el Elías viviente actual. Por tanto, cuando tenemos al Señor, no necesitamos a Moisés ni a Elías. Cuando tenemos a Jesús, no necesitamos a nadie más. En el Antiguo Testamento una persona tenía que hallar una manera de pagar el impuesto para el templo, incluso si no tenía nada de dinero, a fin de cumplir con el mandamiento de Moisés. Sin embargo, el Señor Jesús, el Moisés actual, no es así. Cuando Él nos pida que paguemos el impuesto para el templo, Él proveerá una manera para que lo hagamos. Él dice: “Ve y pesca. Cuando salga el pez, abre su boca y obtendrás un estatero”. Éste es el Elías actual. Su profecía es Su suministro. Jesús no sólo nos da mandamientos, sino que Él también profetiza para suministrar lo que el mandamiento exige. Mientras le escuchemos a Él y hagamos todo conforme a Su palabra, el suministro y la fuerza vendrán.

Nuestro Señor Jesús está fuera de la religión. No tenemos ninguna religión, doctrina o regulación. Sólo tenemos al Jesús viviente. Él es la ley viviente, el Moisés viviente, el Profeta viviente, el Elías viviente. Deberíamos escuchar lo que Él diga y hacer todo lo que Él pida. Entonces recibiremos el suministro. Éste es el Hijo del Dios viviente.


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