Cristo en Su excelenciapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3291-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Yo crecí en China y vi que muchos chinos manifestaban una ética muy elevada. Si bien su ética era muy alta, no tenían a Cristo dentro de ellos. Por otro lado, también vi a algunos misioneros occidentales cuyo amor y moralidad eran verdaderamente sobresalientes y extraordinarios, porque Cristo estaba en el amor y en la ética de ellos. Los valores morales que cultivaban los moralistas chinos es simplemente una ética china carente de Cristo. Sin embargo, si Cristo está en mí, cuando yo amo a alguien, no soy yo el que ama, sino que es Cristo el que ama en mí. Yo he sido crucificado con Cristo y he llegado completamente a mi fin. Ahora ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Por consiguiente, ya no soy yo el que ama o el que obedece o el que honra a mis padres, y más aún, no soy yo el que tiene gracia o bondad, o el que es virtuoso, sino que es Cristo en mí. Yo amo porque es Su amor el que ama desde mi interior. Yo honro a mis padres porque es Él quien los honra desde mi interior. Esto se debe a que Él vive ahora en nosotros como nuestro todo. Y siempre y cuando vivamos según este Cristo que está en nuestro ser, Él será todas esas virtudes que se expresan desde nuestro interior. Así, llegaremos a ser aquellos que viven en Cristo (2 Co. 12:2).
En Filipenses 3:9 Pablo dijo: “Y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. Pablo había estado absolutamente bajo la ley de la religión judía y es siempre en la ley donde le hallaban los demás. Sin embargo, cuando vio la gran luz en camino a Damasco, se arrepintió y recibió revelación (Gá. 1:15-16), y de la ley y la religión, las cuales había heredado de sus antepasados, se volvió a Cristo. Desde ese momento, Pablo anhelaba tener todo su ser no sólo empapado de Cristo, sino también lleno de Cristo, a fin de que Cristo rebosare de él, para que todos los que lo vieran lo hallasen completamente en Cristo. Por eso, Pablo dijo que no tenía su “propia justicia ... sino la que es por medio de la fe en Cristo”. Esto es estar en Cristo, y es en Cristo que Pablo aspiraba a ser hallado por los demás. Fue únicamente debido a que Pablo estaba en Cristo y a que era hallado en Él que Dios pudo expresarse en esa condición tan incomparable, lo cual no fue resultado que Pablo guardase la ley, sino de que él vivía a Cristo. Esta no era la conducta o justicia de Pablo, sino la justicia de Dios que se obtiene por la fe en Cristo.
La salvación que hoy hemos obtenido no es una salvación en la cual “dependemos de Cristo”, sino que es una salvación en la que “vivimos en Cristo”. En el presente, no sólo estamos en Cristo, sino que incluso vivimos en Él. Esto puede compararse con entrar en un avión 747 y andar dentro del avión de un lado a otro. No solamente estamos sentados en el avión, sino que también vivimos en el mismo. Pablo dijo que quería que otros lo hallarán viviendo en Cristo. Cristo no es sólo nuestra vida, sino también la esfera de nuestro vivir; es decir, vivimos en Él. En 1 Corintios 1:30 se nos dice que es por Dios que estamos en Cristo. Dios ha hecho que Cristo sea nuestra justicia, y cuando nos unimos a Cristo y lo expresamos en nuestra vida cotidiana, tendremos la justicia que está en Él.
Cristo es viviente, y una vez que Él entra en nuestro espíritu, Él establece una unión orgánica con nosotros. A raíz de esta unión orgánica, podemos llevar una clase de vivir en la cual no somos nosotros quienes vivimos, sino Cristo quien vive desde nuestro interior. Es de esta manera que la justicia de Dios se manifiesta en nosotros, y ésta es la vida que Pablo anhelaba manifestar en su vivir. Pablo conocía a Cristo y lo apreciaba, y también se percató de que Cristo era excesivamente precioso, por lo que con suma diligencia iba en pos de la experiencia de Cristo. Necesitamos que Cristo y el poder de Su resurrección lleguen a ser nuestras experiencias personales. La resurrección es un asunto de vida. Una semilla puede “resucitar” porque tiene en ella el poder de vida, pero una piedra no tiene esta capacidad. Cristo está en nosotros como una semilla que brota y crece en nosotros para dar fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno.
Ya hemos visto que nosotros no estamos en la religión sino en Cristo. Cristo es vida, y en Él, como la simiente de vida, se halla el poder de la resurrección. Él crece en nosotros para que podamos participar en Sus sufrimientos, configurándonos a Su muerte. De esta manera experimentamos el poder de Su resurrección y sabemos que Él es un tesoro que se halla dentro de nosotros. En este tesoro hay un poder excesivamente grandioso, el poder más excelente. Es este poder trascendente y extraordinario que está en nosotros el que nos capacita para sobrellevar aquellos sufrimientos que otros no son capaces de soportar y vivir una vida que otros no son capaces de vivir, para así manifestar la fragancia de Cristo. Es también por medio del poder de Su resurrección que Cristo nos lleva en el gozoso triunfo de Su procesión victoriosa y manifiesta mediante nosotros el olor de Su conocimiento.
Ésta es la trascendencia de Cristo. Éste es el Cristo a quien expresamos en nuestro vivir. Esto no es la cultura humana ni la religión ni la filosofía ni la ética ni los valores morales ni las tradiciones ni las costumbres, sino que es el Cristo viviente que mora en nosotros como nuestra vida, y que nos lleva en triunfo y manifiesta Su fragancia.
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