Dos grandes misterios en la economía de Dios, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-2905-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Este misterio tiene una economía. Para nosotros hoy este misterio ha dejado de ser un misterio. Este misterio ya no es un misterio escondido; más bien, es un misterio que se ha manifestado. Ahora sabemos que el universo es el misterio de Dios, que este misterio de Dios es Cristo mismo, y que el misterio de Cristo es la iglesia. Nosotros somos el misterio de Cristo, Cristo es el misterio de Dios, y Dios es el misterio del universo. ¡Ciertamente somos un pueblo misterioso y universal!
En la palabra economía, que procede del griego, se halla implícita la acción de impartir o suministrar. En toda economía moderna se lleva a cabo una especie de distribución de bienes o impartición. Si poseemos un capital cuyo valor es de varios billones de dólares, obviamente tenemos que hacerlo circular, es decir, repartirlo o impartirlo a otros; por ende, el primer aspecto de la economía de Dios es que Dios mismo se imparte a Sus escogidos.
Si hemos de suministrar o impartir algo, se requiere un mayordomo que se encargue de llevarlo a cabo. Encargarse de suministrar es una mayordomía, una especie de servicio. Dios usa a los apóstoles para impartirse o suministrarse a Su pueblo escogido. Todo apóstol es un mayordomo, pero ellos no están encargados de administrar dólares, libras esterlinas ni francos; más bien, a ellos les ha sido encomendado Dios mismo, es decir, Dios en Cristo como misterio, a quien ellos deberán impartir. Así pues, los apóstoles son mayordomos encargados de impartir a Cristo como el misterio de Dios tanto a judíos como a gentiles. Esta mayordomía es apenas uno de los aspectos de la economía de Dios, el aspecto referido al servicio que consiste en impartir o suministrar.
El primer aspecto de la economía de Dios es la impartición, el segundo es la mayordomía y el tercero es la administración. Para impartir algo, es necesario que se lleve a cabo cierto servicio; y para prestar tal servicio, se hace necesaria la correspondiente administración. En el idioma griego, en esta palabra economía se hallan implícitas la impartición, la mayordomía y la administración.
Ninguno de nosotros fue salvo por accidente. Tal vez pueda parecernos que nuestra conversión fue algo imprevisto, pero en realidad, ella formaba parte de la economía de Dios. En conformidad con Su economía, Dios quiso impartirse en aquellos que Él llamó. ¡Alabamos al Señor por ser de aquellos que Él llamó! Nuestra conversión es resultado de la impartición divina, la cual fue llevada a cabo mediante la correspondiente mayordomía. Dios ha confiado esta mayordomía a algunos de Sus escogidos, tales como los apóstoles, quienes han sido usados grandemente por el Señor. Por medio de esta clase de ministerio, tal impartición llegó a nuestro ser. Por tanto, nuestra conversión fue producida por tal impartición divina, la cual fue llevada a cabo mediante la correspondiente mayordomía. Así pues, desde que nos convertimos fuimos beneficiarios de la administración del misterio. Esta administración forma parte de la economía divina; así que, ahora todos nosotros estamos en el ámbito de esta maravillosa administración. En cada reunión se ejerce tal impartición, mayordomía y administración. Cuanto más nos reunimos, más comunión tenemos y más se imparte Dios a nosotros. Como resultado de ello, cuanto más recibamos los beneficios de tal mayordomía, más sujetos estaremos a la administración divina a fin de que el misterio de Dios sea realizado. Este misterio es simplemente la corporificación del Dios Triuno, Su realidad y expresión. ¡Aleluya, nosotros somos el misterio de Cristo!
Se nos ha confiado la economía de Dios, y esta economía consiste en que el misterio de Dios sea realizado. Siempre que nos reunimos experimentamos la impartición, la mayordomía y la administración divinas. Es así como se manifiesta, de manera concreta, la realidad de Dios, Su corporificación y Su expresión. No debemos tener el concepto de que el día que entremos en la Nueva Jerusalén estaremos completamente sorprendidos, pues cuando entremos allí, ya habremos sido partícipes de dicha realidad por muchos años. Así pues, incluso ahora mismo podemos experimentar por anticipado la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es simplemente la expresión de Dios, Su administración, mayordomía e impartición. Esto no es otra cosa que la economía de Dios, y esta economía es la economía del misterio. Hoy nosotros disfrutamos de la impartición, la mayordomía y la administración divinas. Hoy en la tierra nosotros somos la realidad del Dios Triuno, Su corporificación y Su expresión. ¡Gloria sea a Él!
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