Espíritu y el cuerpo, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4516-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El versículo 6 de 2 Corintios 3 dice: “La letra mata, mas el Espíritu vivifica”, y el versículo 17 dice: “El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Si juntamos estos dos versículos, vemos que el Señor es el Espíritu que da vida. Donde está el Espíritu del Señor, no hay esclavitud, ni muerte, ni el enredo de la letra y las ordenanzas. Debido a que el Espíritu vivificante está en mí, soy libre de la ley, del conocimiento, de la esclavitud, de las ordenanzas y de toda letra muerta. ¡Aleluya, tengo a una persona viva dentro de mí!
En 2 Corintios 3:18 dice: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Si nosotros, como espejos, miramos y reflejamos al Señor a cara descubierta sin velos, seremos transformados en Su imagen de un grado de gloria a otro grado de gloria. Esto sucede como por el Señor Espíritu. Esto indica que el Espíritu vivificante ahora está realizando una obra de transformación en nosotros. Nuestro Dios es el Espíritu para que nosotros le inhalemos y bebamos, y nuestro Dios Triuno fluye como el Espíritu, quien es el fluir, la comunión, la transmisión. Asimismo, nuestro Redentor es el Espíritu vivificante, quien está en nosotros y se imparte como vida en nuestro ser. Cuando nos abrimos a Él, y le contemplamos, miramos y reflejamos, nos encontramos en el proceso de transformación. Eso significa que todo lo que Él es, ahora se transfunde en nuestro ser. Como resultado de esta transfusión, seremos completamente transformados; seremos transformados en Su imagen de un grado de gloria a otro grado de gloria. Al final, todos seremos iguales a Él. Esto no sucede al recibir enseñanzas o doctrinas, sino al recibirlo a Él como el Señor Espíritu. Este Señor Espíritu ahora mismo está en nuestro interior.
Hasta ahora hemos visto tres aspectos del Espíritu: nuestro Dios hoy es Espíritu; el Dios Triuno brota como el Espíritu, quien es el fluir; y Jesucristo, el Redentor, llegó a ser el Espíritu vivificante que mora en nosotros para transformarnos al impartirse a Sí mismo en nuestro ser como el elemento que transforma. No piensen que ya están muy familiarizados con todos estos versículos que hablan acerca del Espíritu. Deben examinar su experiencia. No me interesa si ya conocen estos versículos. Mi carga al tener comunión con ustedes es introducirlos en la verdadera experiencia de estos versículos. Dios es Espíritu, el Dios Triuno fluye como el Espíritu, y el Redentor hoy es el Espíritu vivificante que se transmite a nuestro ser, a fin de que seamos transformados en Su imagen hasta ser exactamente iguales a Él. Éste es el Espíritu que debemos experimentar hoy.
Ahora debemos proseguir para ver otro aspecto del Espíritu. No sólo Dios es el Espíritu, no sólo el Dios Triuno fluye como el Espíritu, y no sólo el Redentor llegó a ser el Espíritu vivificante, sino que también las palabras que el Señor Jesús habla son Espíritu. Juan 6:63 dice: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Hace años no podía entender cómo la palabra podía ser el Espíritu. Finalmente descubrí que la palabra de Dios es Espíritu porque es el aliento de Dios. En 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios”.
Según el Nuevo Testamento, la palabra de Dios, que es el aliento de Dios, cumple diferentes funciones. La primera de ellas es nutrir, una función que se abarca en Juan 6. Este capítulo revela que el Señor Jesús es el pan de vida (vs. 35, 58). El pan de vida es el Señor mismo que se transmite a nosotros en Su palabra. La palabra es el aliento de Dios que nos nutre con Cristo como nuestro alimento. Así pues, la palabra cumple una función nutritiva. Ésta puede nutrirnos y satisfacernos con todo lo que el Señor Jesús es. Él es el alimento, y este alimento lo recibimos por medio de la palabra, la cual es el Espíritu. Siempre que recurramos a la Biblia, no debemos simplemente recibir la letra ejercitando nuestra mente para entender lo que está escrito. Además de ello, debemos ejercitar nuestro espíritu para contactar el aliento de Dios, el Espíritu del Señor. Si hacemos esto, seremos nutridos.
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