Lecciones básicas acerca del serviciopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8284-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El yo es independiente de Dios (16:23-24). Al yo no le importa la voluntad de Dios ni Sus intereses.
Este punto se subdivide en otros tres. Primero, el yo es la corporificación de la vida del alma; segundo, el yo es uno con Satanás y, tercero, el yo se expresa por medio de la mente, la cual se expresa mediante opiniones (vs. 23-24). Ya vimos que el alma caída es el origen del yo, por tanto, el yo es simplemente el alma. El yo es la corporificación de la vida del alma.
Cuando el hombre cayó, Satanás no sólo entró en el cuerpo del hombre, sino también en su alma. Esto se debió a que Eva primero recibió en su mente los pensamientos de Satanás (Gn. 3:1-5). Después ella comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, el cual entró en el cuerpo de ella (v. 6). Antes que el fruto entrara en su cuerpo, los pensamientos de Satanás ya habían entrado en su mente. Por consiguiente, el alma caída es uno con Satanás. Esto también tiene como base lo que vemos en Mateo 16, donde el Señor reprendió a Pedro llamándole “Satanás” (v. 23). En esa ocasión Pedro estaba en el yo, en la vida de su alma y, por tanto, llegó a ser Satanás. Esto prueba que el yo es uno con Satanás.
Después que el Señor llamó a Pedro “Satanás”, le dijo: “Me eres tropiezo, porque no pones la mente en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. Esto muestra que el yo, el cual es uno con Satanás, se expresa por medio de la mente en forma de opiniones. Por tanto, Mateo 16:23-24 nos muestra que el yo es la corporificación de la vida del alma, es uno con Satanás y se expresa por medio de la mente, es decir, las opiniones. La mente es el canal, el medio, por el cual el yo se expresa a sí mismo.
Debemos hacerles ver a los santos que el yo es el factor oculto que perjudica nuestro servicio en la iglesia. Es como un gusano escondido que carcome los frutos de nuestro servicio. Es posible que sirvamos mucho sin obtener ningún fruto que sea resultado de la vida porque este gusano, el yo, está operando. Si nuestro ancianato es ineficaz, sin duda el yo está presente. Si al ministrar carecemos de poder, el yo está presente. Si nuestro pastoreo de los santos o nuestra comunión con ellos es infértil en términos de la vida divina, tenemos que darnos cuenta de que el yo está presente. El elemento perjudicial básico es el yo, pero se halla oculto.
En Mateo 16:24 el Señor dijo: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. El yo debe ser crucificado. A fin de darle fin a nuestro yo, debemos llevar la cruz. Esto quiere decir que tenemos que permanecer bajo el efecto aniquilador de la muerte de Cristo, la cual acaba con nuestro yo. Nuestro yo está vivo, y es activo y agresivo, así que cada día y durante todo el día debemos aplicar la cruz.
Si nuestro yo es crucificado, el ministerio será maravilloso, el ancianato será maravilloso, todo servicio será maravilloso y entre nosotros no habrá problemas ni disensión ni división. El yo es un gran factor oculto que perjudica nuestro servicio en la iglesia. Debemos compartir esta lección con los santos, ministrándoles la vida para dejar en ellos una profunda impresión de la necesidad de negar el yo.
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