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Expresión práctica de la iglesia, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-905-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 19 de 22 Sección 2 de 3

LA MANERA DE AYUDAR

¿Cómo podemos ayudar a estos dos hermanos? Supongamos que el hermano “negro” se enoja continuamente y se porta muy rudo con los hermanos y hermanas. ¿Qué haremos? La mayoría de las personas tratará de convencerle de que está mal, así que lo condenarán, y si lo convencen un poco, entonces lo reprenderán; algunas veces lo reprenderán hasta amortecerlo. Finalmente, le pedirán que corrija y cambie su actitud, diciéndole: “Hermano, usted sabe que la iglesia debe tener una vida de amor. ¡No debe comportarse de una manera tan pobre! ¡Debe conducirse en amor y aprender a amar a otros!” Esto es lo que hace la mayoría de las personas, pero están equivocados.

Supongamos que un hermano así viniera a usted, ¿qué haría? Según mi experiencia, la mejor manera no consiste en condenarlo ni corregirlo, sino en ministrarle vida. Ore-lea una porción de la Palabra con él y llévelo a la presencia del Señor. Después de cierto tiempo de orar-leer con él y de tener contacto con el Señor, usted puede decirle algo de forma positiva: “Hermano, todos somos pecadores. El bien no significa nada para el Señor; aun lo mejor que podamos hacer no significa nada para El. El Señor simplemente quiere ser nuestra vida”. Al decir esto, usted no está siendo diplomático, ni lo está vindicando ni condenando. Usted está fuera de la esfera del bien y del mal y en otro ambiente que puede ayudarlo a experimentar a Cristo como realidad. El se preocupa mucho por el bien o el mal, pero usted debe estar en otra esfera para ayudarle a darse cuenta de que ni el bien ni el mal significan nada para Dios. Usted tiene que sacarlo de la esfera del bien y del mal e introducirlo en el ámbito de Cristo, que es la esfera de vida. Por supuesto, esto tomará tiempo. Tendrá que ponerse en contacto con él una y otra vez, pero siempre en el principio de sacarlo de la esfera del bien y del mal para que entre en Cristo como vida.

De esta manera gradual, cada día usted alimentará con Cristo a este hermano. Debe alimentarlo poco a poco y nunca condenarlo ni reprenderlo; sólo aliméntelo con Cristo como vida. Cuando él venga a usted, no le hable jamás de lo que es correcto o incorrecto, ni de quien es orgulloso o quien es humilde. Debe mostrarle a él de que a usted no le importa eso. Actuar bien o mal no significa nada; Cristo como nuestra vida es todo. Gradualmente usted lo llevará a la plena realidad de la vida. Entonces él se dará cuenta de que no es necesario luchar contra el mal genio que tiene ni contra su mal carácter. Se olvidará de todo eso, y se volverá a su espíritu para tener contacto con el Señor y disfrutarlo.

TRANSFORMADOS, NO CAMBIADOS

Con el tiempo este hermano “negro” será transformado. Quizá sea transformado en una piedra “negra” transparente; aunque todavía sea “negro,” será transparente. ¿Ha visto usted alguna vez una piedra preciosa que sea negra pero transparente? Es una piedra preciosa. Me gusta ver a los hermanos “negros” transformados; son “negros” pero transformados. También he visto algunos hermanos “blancos” que han sido transformados y son transparentes como el cristal.

No piense que las personas rápidas son mejores que las lentas, o viceversa. Todos son iguales; algunas piedras preciosas son blancas y otras son negras. El color de algunas ni se puede decir: no sabe uno si son blancas, negras, azules o de algún otro color, pero son piedras hermosas y preciosas. Algunos de los hermanos son así: no son tan rápidos ni tan lentos, sino que simplemente son bellos. No necesitamos ser cambiados, pero sí necesitamos ser transformados. Por eso, no trate de cambiar a otros. Ellos son la creación de Dios, ¿por qué quiere cambiarlos? No queremos una iglesia en la cual todos seamos iguales: muy buenos, y en un sentido muy humildes, pero sin sabor. La belleza de la iglesia consiste en tener una variedad de colores en las diferentes clases de personas.

Algunos hermanos y hermanas son muy simples y flexibles; otros, sin embargo, son muy complicados y obstinados: muchas veces simplemente no tengo la paciencia con ellos, pero he aprendido a ver su belleza. Todos debemos darnos cuenta de que el propósito de la iglesia no es corregir, reprender o cambiar. No, la iglesia es el medio por el cual Cristo se ministra a toda clase de personas para que sean transformadas por El como vida.

Permítame usar otro ejemplo. Supongamos que una hermana simplemente no puede llevarse bien con su esposo. Las otras hermanas se dan cuenta de que ella es un problema en la vida de iglesia por las dificultades que tiene con su esposo. ¿Cuál es la manera apropiada de ayudarla? El modo usual en el cristianismo consiste en mostrarle amor y luego, usando Efesios 5, convencerla de que está equivocada. Primero, la debe amar, y después tratar de convencerla con delicadeza, usando Efesios 5, de que está equivocada en su relación con su esposo. Esta es la manera usual, la cual no está mal en sí, pero no es la manera apropiada porque no nos trae a experimentar a Cristo como vida. Si hay una hermana así entre ustedes, deben aprender una verdadera lección de vida. Lo que le agrada a Dios no es la sumisión, sino Cristo como vida expresado en la sumisión. Esto es lo que busca Dios. Si usted ha aprendido esta lección, no esperará tratar con esa hermana de manera rápida, sino que deberá cuidarla día tras día, poco a poco. Usted le dará a ella continuamente algo de vida hasta que ella comprenda, de manera plena, que no necesita algún tipo de sumisión, sino a Cristo como vida expresado como la sumisión a su esposo. Entonces ella sabrá que esto no es un asunto de ser sumisa, sino de experimentar a Cristo como vida. Las hermanas no deben tratar de cambiar o corregir a esa hermana, sino ministrarle a Cristo como vida.


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