Economía neotestamentaria de Dios, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-252-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 1969 cinco hermanos que se reúnen con nosotros fueron a una reunión Pentecostés y carismática donde ocurría mucho el “hablar en lenguas”. Cuando estos cinco hermanos entraron a su reunión, el pastor y sus ayudantes estaban intentando echar fuera un demonio. El hombre poseído del demonio se rió de ellos y el demonio dentro de él dijo: “No me pueden echar”. Luego dijo: “En este cuarto hay sólo cinco cristianos genuinos”. Esto muestra que si verdaderamente somos uno con el Señor, hasta los demonios lo sabrán (Hch. 19:13-17). Por dentro somos intrínseca y esencialmente uno con el Señor, y por fuera somos económicamente uno con El en Su administración gubernamental. Aunque la gente alrededor de nosotros no se dé cuenta de esto, los demonios lo saben. Esto se relaciona con la administración gubernamental de Dios.
Dios tiene una Cabeza exaltada, y esta Cabeza tiene un Cuerpo que es la iglesia. La iglesia genuina, la iglesia que es una con esta Cabeza ascendida, es una con El en la vida interior y una con El en la economía exterior. Si somos personas del Espíritu, llenos de El por dentro como nuestra vida interior y vestidos de El por fuera para Su administración, todos los demonios nos conocerán. Los espíritus malignos saben que nosotros tenemos la autoridad porque el uniforme celestial está sobre nosotros.
El entendimiento correcto de echar fuera demonios y de hablar en lenguas nuevas es comprender que ellos están relacionados con la administración gubernamental de Dios. Todos los puntos enumerados en Marcos 16:17-18 son una exposición de la autoridad gubernamental de la administración de Cristo.
Debemos darnos cuenta de que no todas las cosas mencionadas en Marcos 16 ocurrieron a la vez o a todo el mundo. Aun las cosas que se mencionan en Hechos 2 no todas ocurren necesariamente a una persona. Desde que el Señor se derramó como el Espíritu de economía sobre Sus creyentes, una era nueva empezó. La historia nos dice que en esta era nueva, desde la ascensión de Cristo hasta hoy, acá y allá, de vez en cuando, se han hablado lenguas nuevas, se han sanado enfermedades, han sido echados fuera demonios y los muertos han sido resucitados. Esto no quiere decir que todas estas cosas sucedieron a la vez a una sola persona o a la vez a un solo grupo.
Además, en el tiempo de Pentecostés y en el ministerio de Pedro había milagros de sanidad y aun de resurrección (Hch. 3:6-8; 9:32-42). En la primera etapa del ministerio del Apóstol Pablo hubo también milagros de sanidad. Pero en la etapa posterior del ministerio de Pablo él exhortó a su colaborador íntimo, a Timoteo, que usara un poco de vino por causa de su estómago y sus frecuentes enfermedades (1 Ti. 5:23). ¿Por qué no ejecutó Pablo su don de sanidad para sanar a Timoteo su enfermedad del estómago, en vez de mandarle que tomara el medio natural para sanidad?
Hechos 19:12 nos dice que Dios operó milagros especiales por mano de Pablo de modo que aun los paños de él podían sanar a la gente. A algunas personas en el pentecostalismo de hoy les gusta imitar la era de los apóstoles en cuanto a la sanidad. Aun intentarían imitar a Pablo poniendo sus manos sobre un paño mientras están orando por un amigo enfermo. Ellos creen que si mandaran por correo ese paño al amigo enfermo, podría recibir sanidad divina. ¿Por qué no hizo Pablo esto con Timoteo? Pablo más bien le dijo a Timoteo que tomara la manera natural de sanarse. Le dijo que bebiera un poco de vino por causa de su estómago.
Debemos dar gracias al Señor por tal relato en la Biblia. Pablo y sus colaboradores estaban bajo el ejercicio de la vida interior en aquel tiempo de sufrimiento en vez de estar bajo el poder del don exterior. Aquel es de gracia en vida; éste es de don en poder, en el poder milagroso. En la decadencia de la iglesia y en el sufrimiento a causa de la iglesia, el don de poder no se necesita tanto como la gracia en vida. Espero que esta palabra nos rescate de nuestros conceptos naturales. En realidad, el Señor no se confiaba de ninguna manera en las personas que buscaban milagros. Juan 2:23-24 dice: “Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos”. Demasiada sanidad milagrosa distrae a la gente de la vida interior.
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