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Economía de Dios, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-536-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 24 Sección 2 de 3

UN REPASO DE LA ECONOMIA DE DIOS

Quisiera señalar nuevamente la economía de Dios y su centro. En los versículos anteriores hemos visto claramente que la economía de Dios es dispensarse a Sí mismo en nosotros. Dios se dispensa a Sí mismo en nosotros por medio de que el Padre se incorpore en el Hijo y el Hijo sea hecho real en el Espíritu. En otras palabras, el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Espíritu. En el Espíritu Santo no sólo está la Persona del Hijo, sino también la obra consumada por el Hijo. Por lo tanto, el Espíritu Santo incluye a Dios el Padre, a Dios el Hijo, la naturaleza divina y la naturaleza humana, la vida humana de Cristo con el poder que soporta los sufrimientos humanos, la eficacia de la muerte de Cristo, el poder de resurrección, la ascensión y la entronización. Todos estos elementos están combinados en una “dosis todoinclusiva” en el Espíritu Santo. Es por medio de este todo-suficiente Espíritu Santo que la plenitud del Dios Triuno nos ha sido dispensada.

Este Espíritu todo-inclusivo está ahora en nuestro espíritu humano. En la tipología del tabernáculo y el templo hay tres partes: el atrio, el lugar santo y el Lugar Santísimo. En esta figura antiguotestamentaria se ve claramente que la gloria Shekiná de Dios y el arca están en el Lugar Santísimo. Por lo tanto, Cristo y la presencia de Dios no están en el atrio ni en el lugar santo sino en el Lugar Santísimo. Las tres partes del templo corresponden a las tres partes del hombre: el cuerpo, el alma y el espíritu. El Nuevo Testamento afirma que somos templos de Dios y que Cristo está en nuestro espíritu. “El Señor esté con tu espíritu” (2 Ti. 4:22). Hay dos versículos que prueban que hoy día el Espíritu Santo está obrando con nuestro espíritu: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16); “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él” (1 Co. 6:17). El Señor mismo es el Espíritu, cada uno de nosotros tiene un espíritu, y estos dos espíritus están mezclados en uno solo. Esto prueba que ahora el Señor mora en nuestro espíritu. Si deseamos disfrutar plenamente a Cristo, debemos saber cómo discernir nuestro espíritu. Por esta misma razón Hebreos 4:12 nos dice que se debe hacer una separación entre nuestro espíritu y nuestra alma. Hebreos también nos dice que debemos entrar en el Lugar Santísimo, el cual es nuestro espíritu humano. Si hemos de disfrutar a Cristo como nuestra porción divina, debemos saber cómo entrar en este Lugar Santísimo, nuestro espíritu humano.

En los siglos pasados se ha escrito muchos libros acerca del libro de Hebreos. Creemos que el mejor fue escrito por Andrew Murray, quien tituló su libro: El Lugar Santísimo. El título está correcto, porque Hebreos revela cómo podemos entrar en el Lugar Santísimo, el espíritu humano, donde Cristo mora. Es en el espíritu que Cristo es todo.

Si queremos participar de Cristo, necesitamos saber dónde está El. Tal vez usted diga que El está en el cielo. Eso es cierto, sin duda alguna. Pero si El solamente estuviera en el cielo, ¿cómo se podría disfrutar a El aquí en la tierra? Alabado sea el Señor, El no sólo está en el cielo, sino que al mismo tiempo también está dentro de nosotros. Por ejemplo, la electricidad que tenemos en nuestro hogar es la misma electricidad del generador, el cual se encuentra lejos de nuestro hogar. Romanos 8:34 dice que Cristo está en el cielo, a la diestra de Dios, pero el mismo capítulo dice que Cristo está en nosotros (versículo 10). En un solo capítulo, el mismo Cristo que está en el cielo está también en nosotros. Si El sólo estuviera en el cielo y no en nosotros, ¿cómo podríamos experimentarlo y disfrutarlo? ¡Alabado sea el Señor, hoy día Cristo no sólo está en los cielos, sino también en nuestro espíritu!

Cristo en nuestro espíritu es el centro de la economía de Dios. La economía de Dios es dispensarse a Sí mismo en el hombre como el Dios Triuno todo-inclusivo, y el centro de Su economía es el Cristo que mora en nuestro espíritu. Siempre que nos volvamos a nuestro espíritu, ahí nos encontraremos con Cristo. Por ejemplo, si en mi casa ha sido instalada la energía eléctrica y yo quisiera usarla, ¿qué debo hacer? La respuesta, por supuesto, es simplemente encender el interruptor. Nuestro interruptor es el espíritu humano. Muchos cristianos pueden recitar Juan 3:16, pero ignoran 2 Timoteo 4:22, el cual es tan importante como Juan 3:16: “El Señor Jesucristo esté con tu espíritu”. De tal manera nos amó Dios, que ha dado a Su Hijo unigénito y nosotros lo hemos recibido (Jn. 1:12). Nosotros hemos creído en El y lo hemos recibido pero, ¿dónde está El? ¿En qué parte de nosotros ha entrado El? Durante muchos años hemos tenido este Tesoro, pero ignorábamos el hecho de que El estaba dentro de nuestro espíritu. Pero, alabado sea El, ahora lo sabemos. Cristo, el unigénito Hijo de Dios está en nuestro espíritu.


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