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Conocer la vida y la iglesiapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8903-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 17 de 23 Sección 5 de 6

EL CARÁCTER APROPIADO DEL SIERVO DEL SEÑOR

Pregunta: Mis pensamientos por lo general son confusos, y además soy muy tímido; por esta razón, no tengo el denuedo suficiente para juzgar las cosas. ¿Qué debería hacer?

Respuesta: Muchos siervos del Señor no siempre reciben un mandato del Señor cuando recién comienzan a ir en pos de Él. Según el relato del Nuevo Testamento, algunos hermanos, tales como Timoteo, Tito y Marcos, nunca recibieron un mandato del Señor directamente. Debido a que todos ellos eran aprendices, sus actividades en la obra siempre estuvieron bajo el mandato de Pablo. Por lo general, los hermanos y hermanas jóvenes, cuando se levantan a servir al Señor, inmediatamente esperan recibir un mandato directo del Señor, pero primero deberíamos ser aprendices y luego habrá manera de avanzar.

Con respecto a la pregunta de nuestro hermano, en nuestra vida diaria deberíamos aprender cosas grandes y también cosas pequeñas. Por ejemplo, tenemos que aprender a controlar nuestros pensamientos y adiestrar nuestro carácter. Si nuestros juicios son muy pobres, debemos aprender más todavía. Si no aprendemos en nuestra vida cotidiana, no podremos satisfacer la necesidad luego que recibamos la orden del Señor. Tenemos que aprender todo lo relacionado con nuestro atuendo y nuestras acciones, no solamente a fin de ser personas detalladas, sino a fin de aprender a ejercer nuestros juicios.

Un día, después que vi la habitación de un hermano, le dije que era muy claro que él necesitaba aprender muchas lecciones. Deberíamos fijarnos en nuestra vivienda, en nuestro atavío y en la manera en que nos conducimos en la vida y manejamos los asuntos. Si no hemos sido adiestrados, ni siquiera podremos sostener una silla apropiadamente. Si somos descuidados en nuestra vida diaria, nos será difícil satisfacer la necesidad del Señor con precisión cuando Él nos dé una orden. He observado la condición de los jóvenes constantemente, y sé que leen la Biblia de manera descuidada e inexacta. Por esta razón, imploro a todos que nos ejercitemos mucho en nuestra vida diaria.

En los asuntos que se relacionan con nosotros mismos o con otros, parece que siempre laboramos o en exceso o no lo suficiente; esto no es correcto. Por ejemplo, cuando alguien nos pide comprarle cien libras de algo, o compramos más de cien libras o menos de cien libras. Al parecer siempre hacemos o demasiado o no lo suficiente. Esto es inadecuado. Debemos aprender a ser exactos en todas las cosas.

Tenemos más de cuarenta hermanos y hermanas que sirven a tiempo completo, pero es difícil encontrar a uno que sea exacto. Parece que todos son muy descuidados y despreocupados. Esto es porque ellos desde su juventud se han desenvuelto de manera descuidada, negligente y despreocupada. Esto se debe a que no se ejercitaron adecuadamente en su vida diaria. Por lo tanto, a menudo les digo a los jóvenes: “Esa manera tan deficiente de estudiar la Biblia, la forma inadecuada de leer las publicaciones espirituales y esa capacidad insuficiente para emitir juicios, todo se debe a que ustedes no tienen un carácter estricto. Una vez que hayan desarrollado un carácter estricto, serán personas minuciosas y eficientes en todo lo que hagan”.

A muchos hermanos y hermanas que sirven a tiempo completo se les dificulta servir bien porque tienen un carácter inadecuado, no porque ellos no sepan cómo hacer las cosas. Si el carácter de los hermanos y hermanas es impropio, no tomarán en serio una tarea, y lo harán con descuido y a la ligera. Después de repetirles estas cosas, espero que podamos aprender estas lecciones de manera práctica. En unos tres o cinco meses, no deseo ver que ninguno de entre nosotros sea perezoso, complaciente o desaliñado. Deberíamos hacer las cosas a cabalidad y con seriedad, y debemos relacionarnos con las personas en espíritu y con veracidad. Si no forjamos nuestro carácter para servir al Señor, no le seremos útiles. Así pues, tenemos que estudiar la palabra de la verdad y estar familiarizados con la Biblia. Además, tenemos que ser diligentes, serios, minuciosos y solemnes. Bien sea que tengamos algo que hacer o no, debemos ser personas apropiadas. Esta clase de carácter debe ser edificado en nuestra constitución intrínseca, comenzando con las pequeñeces en nuestra vida diaria.

Usemos de ejemplo la casa de los obreros. Cuando me quedé allí por unos cuantos días, vi que a veces los hermanos y las hermanas ni siquiera cierran la puerta cuando salen de la casa. Si ni siquiera hemos aprendido esto, ¿cómo podemos servir y guiar a los santos? En la pequeña sala de recepción, había bandejas y tazas cerca de los cuatro sillones. Sin embargo, después que ellos usaban las bandejas y las tazas no las volvían a poner en su lugar; todo era un desorden. Puedo darles muchos ejemplos que muestran que no hemos aprendido estas lecciones apropiadamente y que nuestro carácter aún no ha sido edificado. Por lo tanto, no creo que podamos estudiar bien la Biblia ni que nuestro servicio vaya en buen camino.

Si estamos dispuestos a ejercitarnos y forjar nuestro carácter, ciertamente recibiremos luz cuando leamos la Biblia, y es cierto que seremos eficaces en el servicio. De lo contrario, si no estamos dispuestos a aprender muchas cosas apropiadamente, nuestra mente será muy indisciplinada, confusa e infructuosa. A partir de ahora, si el Señor nos guía y tiene misericordia de nosotros, tenemos que aprender de una manera seria. Entonces cuando confrontemos algún asunto, no estaremos confusos ni tímidos, sino que tendremos buen juicio y denuedo. Dado que nuestra mente ha sido adiestrada en las cosas pequeñas, seremos personas precisas. Si queremos que el Señor nos use y si queremos ser vasos útiles en Su mano, no debemos tener necesariamente un amplio conocimiento, pero nuestro carácter tiene que ser adiestrado.


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