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Autoridad y la sumisión, Lapor Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-3690-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 20 Sección 2 de 3

LA SUMISION DEL CUERPO A LA CABEZA
ES ESPONTANEA Y ARMONIOSA

Dios dispuso todas las cosas. El Cuerpo y la Cabeza tienen la misma vida y la misma naturaleza, por lo cual, la sumisión es espontánea y no ser sumiso es un concepto extraño. Por ejemplo, si la mano se levanta según el deseo de la cabeza, eso no tiene nada de raro; pero si la mano no se mueve, será muy extraño; posiblemente la mano esté enferma. El Espíritu de vida que Dios nos dio es el mismo que está en el Señor. También la vida y la naturaleza que nos dio son las mismas que tiene el Señor. Por eso, no existe posibilidad alguna de que haya desorden o desobediencia. Algunos de los movimientos de nuestro Cuerpo son conscientes, mientras que otros son inconscientes. La unidad entre la cabeza y el cuerpo no depende solamente de una sumisión consciente sino de la sumisión inconsciente. Como sucede con la respiración. Uno puede respirar profundamente haciéndolo adrede, o puede respirar espontáneamente sin darse cuenta. O como el corazón que palpita inconscientemente. No necesita que le demos una orden para que lo haga. Esto es sumisión en vida. Para que el cuerpo se someta a la cabeza, no es preciso que haya ruido ni imposición ni fricción. Todo se da en armonía. No es suficiente que alguien se someta a las órdenes. En éstas se expresa la voluntad, la cual a su vez contiene la ley de vida. Solamente cuando uno se somete a la ley de vida, puede tener una sumisión perfecta. Si la sumisión no es igual a la del cuerpo cuando se somete a la cabeza, no se puede hablar de sumisión verdadera, ya que habrá en ella un elemento de renuencia.

El Señor nos puso en Su Cuerpo, donde la unión y la sumisión son perfectas. Es maravilloso que la mente del Espíritu Santo pueda expresarse por los miembros del Cuerpo. No existe posibilidad alguna de separar a dos miembros y hacerlos unidades completas en sí mismas. Existe una armonía espontánea entre los miembros que va más allá de las palabras humanas y de explicaciones acerca de la sumisión a la autoridad; es la sumisión más perfecta que se pueda tener, así que, no es necesario pensar intencionalmente en ella. Por esta misma razón, no podemos ser miembros enfermos, ni miembros que hacen ruido o causan fricción. Estamos bajo la autoridad de Dios, y debemos tener una sumisión espontánea. La iglesia no es sólo el lugar donde tienen comunión los hermanos y hermanas, sino también el lugar donde debe manifestarse la autoridad.

RECHAZAR LA AUTORIDAD DE LOS MIEMBROS
ES RECHAZAR LA CABEZA

La autoridad que hay en el Cuerpo algunas veces se manifiesta indirectamente. El cuerpo no sólo se somete a la cabeza, sino que también los miembros se someten unos a otros y se ayudan mutuamente. Las manos no tienen contacto directo; así que la cabeza mueve la mano derecha y también mueve la izquierda. La mano izquierda no controla a la derecha, ni la derecha a la izquierda. La mano tampoco ordena a los ojos que vean; sólo se lo informa a la cabeza, y ésta les ordena a los ojos que vean. No importa cuán lejos puedan estar los miembros de la cabeza, la relación con ella es la misma, y todo lo que hacen depende de la cabeza. Si mis ojos ven, mis manos trabajan y mis pies andan, entonces yo puedo ver, trabajar y movilizarme. Así que, muchas veces la decisión de los miembros es la decisión de la cabeza. La autoridad de los miembros es la autoridad de la cabeza. La mano no puede ver; por lo tanto, necesita la decisión de los ojos. No tiene sentido que la mano le pida a la cabeza que vea ni que le ayude a ver. Esto es imposible, pero muchas veces ése es el problema de los hijos de Dios. En consecuencia, debemos tomar a los demás miembros como autoridades delegadas por la Cabeza. La mano tiene su función; el pie la suya, y los ojos la suya. Por lo cual debemos aceptar la función de otros como nuestra. No podemos rechazar la función de los demás miembros. Si el pie rechaza a la mano, está rechazando a la cabeza. Si nosotros aceptamos la autoridad de los miembros, estaremos aceptando la autoridad de la Cabeza. Cada miembro es mi autoridad dentro de la comunión. Aunque la función de la mano es muy importante, debe aceptar la función de los pies cuando tenga que trasladarse a otro lugar. La mano no puede detectar el color, por lo cual necesita la autoridad de los ojos. La función de los miembros es su autoridad.

LA AUTORIDAD EQUIVALE
A LAS RIQUEZAS DE CRISTO

Es imposible que un miembro sea todo el Cuerpo. Por esta razón, cada uno de nosotros debe mantenerse en su posición como miembro, recibiendo la función de los demás miembros. Cuando otros ven y escuchan, yo puedo ver y escuchar. Recibir la función de los miembros es recibir las riquezas de la Cabeza. No hay ningún miembro que sea independiente. Yo no soy más que un miembro. Un miembro no puede hacer la labor de todo el Cuerpo. Lo que los demás miembros hacen es lo que el Cuerpo hace. En la actualidad, los ojos vieron algo, pero la mano dice que no ha visto nada y espera hasta que vea algo. El hombre desea tenerlo todo y hacerlo todo; no quiere recibir la provisión de los demás miembros. Esto lo empobrece y lleva la iglesia a una condición de pobreza. Cuando los ojos son iluminados, todo el cuerpo recibe luz. Cuando los oídos oyen, todo el Cuerpo oye.

Siempre pensamos que el propósito de la autoridad es reprimirnos, castigarnos y avergonzarnos. Estamos muy equivocados, porque Dios no piensa así. El usa Su autoridad para suplir lo que nos falta. Dios estableció Su autoridad para impartir Sus riquezas y para suplir lo que les falta a los débiles. Dios no puede esperar hasta que alcancemos cierta etapa o hasta que hayan pasado años a fin de mostrarnos algo. Si ése fuera el caso, deberíamos pasar por innumerables días oscuros y dolorosos. Esto sería como cuando un ciego guía a otro ciego. ¡Cuánta pérdida sufriría Dios! Esta es la razón por la cual Dios primero trabaja en las personas a quienes va a usar, a fin de que cuando nos las dé como autoridad para que nos ayuden a aprender a ser sumisos, podamos recibir lo que de otra manera jamás podríamos recibir. Sus riquezas serán nuestras riquezas. Si pasamos por alto esto, tendremos que pasar por muchos años sin recibir lo que ellos ya aprendieron.

La gracia de Dios para con nosotros es múltiple. Por un lado, viene a nosotros directamente, lo cual sucede esporádicamente. Por otro lado, Dios nos da Sus riquezas de una manera indirecta. En la iglesia Dios ha establecido hermanos y hermanas para que sean autoridades sobre nosotros. Por medio de su discernimiento, que viene a ser nuestro, podemos recibir las riquezas de Cristo sin tener que pasar por los sufrimientos que ellos pasaron. En la iglesia hay mucha gracia para todos y no para uno solo. Cada estrella tiene su propia gloria. Por lo tanto, la autoridad viene a ser las riquezas de la iglesia. Las riquezas de un individuo son para muchos. Rebelarse es tomar el camino de la pobreza, y rechazar la autoridad es rechazar el canal por el cual se reciben la gracia y las riquezas.


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