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Manejo de la iglesias por parte de los ancianos, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7182-7
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III. LA LECCIÓN QUE DEBEN
APRENDER LOS ANCIANOS

La lección que los ancianos tienen que aprender no tiene nada que ver con métodos, con cierto comportamiento, con habilidades ni con diplomacia; antes bien, la lección que ellos deben aprender es la lección de ser quebrantados delante de Dios. Una persona astuta no es necesariamente capaz de manejar una iglesia. Tampoco una persona capaz es necesariamente competente para manejar una iglesia. Una persona que razona bien no es necesariamente competente para manejar una iglesia, ni tampoco lo es una persona que tiene recursos para todo. Sólo una clase de persona puede encargarse del manejo de una iglesia, y ésa es una persona quebrantada. Todas las lecciones que un anciano tiene que aprender son lecciones de quebrantamiento. Cuando Dios puso a Moisés sobre Su rebaño, Israel, primero lo puso en el desierto por cuarenta años a fin de que aprendiera la lección del quebrantamiento. Vemos en Números 12 que incluso cuando Miriam, hermana de Moisés, y su hermano Aarón se levantaron para calumniarle, la palabra de Dios testifica por Moisés, diciendo: “Aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la faz de la tierra”. En esos cuarenta años en el desierto, Moisés no estuvo aprendiendo una serie de métodos en cuanto a cómo gobernar el pueblo de Dios. Él sólo aprendió una lección: la lección del quebrantamiento. Dios lo había quebrantado. Cuando él tenía cuarenta años de edad, sin duda era una persona muy sagaz y capaz. Era como si Dios dijera: “La sagacidad no funcionará; las habilidades no servirán de nada; el puño que mató al egipcio no servirá de nada, el método brutal de matar al egipcio no funcionará”. Todas esas cosas tienen que ser derribadas; todas esas cosas tienen que ser quebrantadas. Dios lo puso en el desierto por cuarenta años para enseñarle una sola lección: la lección del quebrantamiento.

En cualquier iglesia local, o en cualquier reunión de distrito, sólo una persona quebrantada podrá encargarse del manejo y edificar. Al largo plazo, el tiempo pondrá las cosas a prueba. Su sabiduría, su capacidad, su sagacidad y su astucia no pasarán la prueba del tiempo. Si usted se encarga del manejo de la iglesia valiéndose de su habilidad, diplomacia, astucia y métodos, tal vez logre arreglárselas este año; pero no podrá hacerlo por un año más. Incluso si usted se las arregla para salir adelante el año siguiente, no le irá tan bien el año que sigue. Cuando mucho usted tal vez logre arreglárselas hasta el cuarto año, pero para el quinto año, no podrá salir exitoso. El tiempo será una prueba y el tiempo también examinará las cosas. Sin embargo, si una persona quebrantada toma la delantera en la iglesia y se encarga de su manejo, él pasará la prueba del tiempo. A medida que el tiempo pasa, la iglesia que maneja tendrá cada vez más una medida de realidad.

Por lo tanto, recordemos que la lección que deben aprender los ancianos es la lección del quebrantamiento. De nada sirve razonar y es inútil saber negociar. En la iglesia el que es más capaz para razonar es el más incompetente en el manejo de la iglesia; y el que es más capaz para negociar es el más incompetente para edificar la iglesia. Sólo hay una clase de persona que puede encargarse del manejo de la iglesia: aquella que ha sido quebrantada. Esto no significa que esa persona no sepa razonar, sino que ha sido quebrantada y ya no confía en su capacidad para razonar. Tampoco significa que esa persona no sepa manejar las cosas, sino que ha sido quebrantada y, por lo tanto, ya no usa esos métodos. Él es una persona capaz; pero después de ser quebrantado, ya no se vale de su destreza. Asimismo posee sabiduría; pero después de ser quebrantado, rehúsa valerse de su sabiduría. Sólo esta clase de persona que ha sido quebrantada puede encargarse del manejo de la iglesia.

En estos días hemos estado estudiando el libro de Números. Vemos que Moisés ya se acercaba a los ciento veinte años. Él había pasado cuarenta años de su vida en el palacio egipcio, cuarenta años de pruebas cuidando del rebaño en el desierto, y tenía ya treinta y ocho años de experiencia guiando a los israelitas. Sin embargo, cada vez que los israelitas se levantaban para causarle problemas, él no ejercitaba sus habilidades diplomáticas. Esto es algo asombroso. Él nunca negociaba, ni tampoco razonaba con las personas. Tal vez nos parezca que Moisés estaba razonando en Números 16:28-30, pero en realidad no lo estaba haciendo. Él nunca se valía de sus propios métodos. Cada vez que surgía alguna dificultad, él no razonaba; él no tenía métodos, argumentos ni diplomacia. Simplemente se sometía a Dios y dejaba que Dios resolviera el problema. Él era verdaderamente un hombre quebrantado.

Las Escrituras nos dicen que Moisés había estudiado exhaustivamente el conocimiento de los egipcios. Los historiadores además nos dicen que él no sólo era un estadista y un educador, sino también un estratega militar. Él era un hombre así de competente; sin embargo, ¡miren cuán acosado fue por los israelitas! Él era como un hombre sin conocimiento, sin capacidades y sin recursos; lo único que sabía era postrarse delante de Dios. Cuantas más molestias le causaban los israelitas, más él se postraba delante de Dios. Si tenía algún método, él dejaba que Dios lo implementara. Si había que decir algo, él dejaba que Dios hablara al pueblo. Vemos a un hombre que tenía sabiduría, conocimiento y capacidades, pero que había sido quebrantado. Hermanos, sólo cuando la iglesia esté en manos de una persona así, ella podrá ser un vaso que realmente expresa a Cristo. Sólo cuando la iglesia esté en manos de una persona así, ella podrá experimentar la verdadera edificación. Cuanto más quebrantados sean los ancianos, más la iglesia será edificada.


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