Conocimiento de la vida, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-917-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La Biblia nos muestra que la vida es Dios mismo. Además, nos muestra que la vida es Cristo. La vida era Dios; luego Dios se hizo carne, lo cual es Cristo. Por lo tanto, Cristo es Dios, y también es la vida (1 Jn. 5:12). La vida que era Dios, la vida que es Dios, está en El (Jn. 1:4). Así que, Cristo repitió continuamente que El era la vida (Jn. 14:6; 11:25), y que vino a la tierra para que el hombre tuviera vida (Jn. 10:10). Por tanto, la Biblia dice que el que lo tiene a El tiene la vida (1 Jn. 5:12), y que El está en nosotros como nuestra vida (Col. 3:4).
Así como la vida es Dios mismo, así también la vida es Cristo. Tal como tener la vida es tener a Dios mismo, así también tener la vida es tener a Cristo. Así como el vivir la vida significa vivir a Dios mismo, también el vivir la vida es vivir a Cristo. De la misma manera que la vida no es diferente de Dios en lo más mínimo, tampoco es diferente de Cristo. Extraviarse ligeramente de Dios no es vida, tampoco lo es extraviarse ligeramente de Cristo. Esto se debe a que Cristo es Dios como vida. Por medio de Cristo y como Cristo Dios se manifiesta como vida. Así que, Cristo es la vida y la vida es Cristo.
En Juan 14:6, después de decir el Señor Jesús que El era la vida, dio a conocer a Sus discípulos que no sólo El y Dios eran uno (vs. 7-11), sino que también el Espíritu Santo y El eran uno (vs. 16-20)*. [*En los versículos 16 y 17 el Señor aludió al Espíritu Santo con “le”, pero en el versículo 18, cambió el pronombre de “le” al “Yo” de manera implícita. Al cambiar el pronombre implícito de El [estará] a Yo [no dejaré], el Señor estaba diciendo que “El” es “Yo”. Esto revela que el Espíritu Santo mencionado en los versículos 16 y 17 es El mismo.] En los versículos del 7 al 11 nos mostró que El es la corporificación de Dios, es decir, que El está en Dios y Dios está en El. Por lo tanto, que El sea vida significa que Dios es vida. En los versículos del 16 al 20 El reveló además que el Espíritu Santo es Su corporificación, Su otra forma; y cuando Su presencia física nos deja, este Espíritu de realidad, quien es El mismo como el otro Consolador, entra en nosotros y mora con nosotros. Este Espíritu que vive en nosotros y mora con nosotros es Su misma persona que vive en nosotros como la vida que podemos vivir. Por lo tanto, estos dos pasajes nos muestran que debido a que Dios está en El y a que El es el Espíritu Santo, El es la vida. Dios está en El como vida, y El es el Espíritu Santo como vida. Que El sea la vida significa que Dios es vida y también que el Espíritu Santo es vida. Por tanto, Juan 4:10 y 14 nos dicen que el agua viva que El nos da es la vida eterna. Juan 7:38 y 39 nos dicen además que el agua viva que fluye de nosotros es el Espíritu Santo que hemos recibido. Esto revela que el Espíritu Santo es la vida eterna. El Espíritu Santo que recibimos es la vida eterna que experimentamos, es decir, es el Cristo que experimentamos como vida. Hemos de experimentar la vida eterna, o sea, a Cristo como vida, en la persona del Espíritu Santo. Por esta razón el Espíritu Santo se llama “el Espíritu de vida” (Ro. 8:2).
El Espíritu Santo es “el Espíritu de vida” porque el hecho de que Dios y Cristo sean vida depende de El. El y la vida están unidos como uno y no pueden ser separados. El es de vida y la vida es de El. La vida es Su contenido, y El es la realidad de la vida. Hablando en términos más exactos, El no sólo es la realidad de la vida, sino también la vida misma.
Todos sabemos que Dios es un Dios triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Padre está en el Hijo, y el Hijo es el Espíritu. El Padre en el Hijo es manifestado entre los hombres; por lo tanto, el Hijo es la manifestación del Padre. El Hijo es el Espíritu, y entra en el hombre como tal; por lo tanto, el Espíritu es el Hijo que entra. El Padre es la fuente de la vida, la vida misma. El Hijo, por ser la manifestación del Padre (1 Ti. 3:16), es la manifestación de la vida (1 Jn. 1:2). Además, el Espíritu, por ser el Hijo que entra, es la vida que entra. Originalmente la vida es el Padre; en el Hijo esta vida es manifestada entre los hombres; y como Espíritu entra en el hombre para que el hombre la experimente. De esta manera el Espíritu llega a ser el Espíritu de vida. Puesto que el Espíritu es el Espíritu de vida, el hombre puede recibir vida mediante el Espíritu, y cuando el hombre pone la mente en el Espíritu, su mente es vida (Ro. 8:6). Ya que el Espíritu es el Espíritu de vida, cuando el hombre ejercita su espíritu para tocar al Espíritu, él toca la vida. Al tener contacto con el Espíritu, tiene contacto con la vida, y cuando obedece al Espíritu, experimenta la vida.
En resumen, la vida es el Dios Triuno. Sin embargo, para nosotros la vida no es el Dios Triuno que está en los cielos, sino el Dios Triuno que fluye. Este fluir del Dios Triuno indica que Su contenido, el cual es El mismo, primero fluyó a través de Cristo; luego fluyó como Espíritu para que lo recibamos como vida. Así que, cuando tocamos a Dios en Cristo, como el Espíritu, tocamos vida, porque la vida es Dios en Cristo como el Espíritu.
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