Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7796-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Otro punto acerca de Cristo que debemos ver es que Él salvó a otros, pero no se salvó a Sí mismo: “De esta manera también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos le escarnecían, diciendo: A otros salvó, a Sí mismo no se puede salvar. Es Rey de Israel; que descienda ahora de la cruz, y creeremos en Él” (27:41-42). A fin de estar calificados para practicar la vida de iglesia, debemos llevar esa misma vida. Nunca se salve a sí mismo. Cuando otros lo pongan en la cruz, permanezca ahí. Ése es el lugar correcto para usted. Deje que los demás digan que usted puede hacer tantas cosas para salvar a otros, pero que no es capaz de salvarse a sí mismo. Usted tiene que decir: “¡Amén!”. Ésta es la vida que lleva la cruz. Podemos salvar a otros, pero no podemos salvarnos a nosotros mismos. Ésta es la vida que lleva la cruz continuamente.
Muchas veces Dios permite circunstancias que nos ponen en la cruz. No debemos intentar escaparnos; debemos permanecer allí. La vida que lleva la cruz es la vida que es apta para la edificación de la iglesia. Muchos esposos no son más que una cruz para sus esposas, y las esposas son cruces emocionales para sus esposos. Muchas veces los esposos son crucificados por las emociones de las esposas. Pero damos gracias al Señor porque tenemos tantas cruces. Los esposos son las cruces de las esposas, y las esposas son las cruces de los esposos. No necesitamos comprar ninguna cruz; pues el Señor nos ha preparado muchas cruces. Deje que otros digan que podemos salvar a otros, pero que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Eso es correcto. La vida de Jesús es esta clase de vida. Por medio de Su vida podemos salvar a otros, pero no podemos salvarnos a nosotros mismos.
Pero, alabado sea el Señor, pues la cruz trae consigo la resurrección. Cristo está del otro lado de la cruz, no de este lado. Si permanecemos en este lado de la cruz, nos perderemos a Cristo. Si queremos llegar adonde Cristo está, ciertamente debemos pasar por la cruz. Del otro lado de la cruz, tenemos al Cristo resucitado. Esto es maravilloso.
Para llegar donde está el Cristo resucitado, hemos viajado del capítulo 1 al capítulo 28 de Mateo. Antes de la encarnación en el capítulo 1, la promesa de la simiente de la mujer efectuó un viaje de cuatro mil años desde Génesis 3:15. Entonces la simiente de la mujer finalmente vino en Mateo 1, y luego, del capítulo 1 al capítulo 28, Él fue completamente procesado para llegar a ser el Cristo resucitado. Ahora Él ya no es simplemente Dios, sino el Dios que ha viajado por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la sepultura y la resurrección. Él es Dios, y muchas cosas más. Él es Dios, quien después de hacerse carne dio un paso adicional por medio de la muerte y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Éste es el Dios procesado. El Cristo resucitado es el Dios procesado. Antes de la encarnación, Él era el Dios “crudo”, pero ahora ha sido plenamente procesado. El que Dios se encarnara significó un verdadero proceso. Luego, el hecho de que viviera treinta y tres años y medio en esta tierra, se criara en una familia pobre, fuera perseguido por la religión y finalmente fuera crucificado, también significó un verdadero proceso. Después de esto, Él pasó por la muerte y entró en la resurrección. Por medio de la resurrección, Él fue completamente procesado para llegar a ser el Espíritu vivificante.
Después de haber sido plenamente procesado, el Señor se acercó a los discípulos y les dijo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:18-19). Hoy debemos predicar el evangelio con esta autoridad. Esta autoridad nos fue dada para hacer discípulos a las naciones. Luego debemos bautizarlos en el nombre del Dios Triuno. En Gálatas 3:27 Pablo dice que todos los que han sido bautizados en Cristo, de Cristo han sido revestidos. Si comparamos este versículo con Mateo 28:19, podemos ver que ser bautizados en el Dios Triuno equivale a ser bautizados en Cristo. Este Cristo en quien hemos sido bautizados es el Espíritu vivificante, y el Espíritu vivificante es nada menos que el Dios que fue procesado para que participemos de Él. Todos fuimos bautizados en este Cristo.
De joven yo intenté descubrir cómo entrar en Cristo. La Biblia me decía que yo había sido bautizado en Cristo y que estaba en Cristo. Pero también me enseñaron que después de la resurrección Cristo ascendió a los cielos. Así que, Él estaba allá y yo estaba aquí. ¿Cómo podía estar en Él? Me dijeron que esto era por medio del Espíritu Santo. Pero ¿qué significaba eso? Entonces después de muchos años de estudiar la Palabra y experimentar a Cristo como vida, encontré la respuesta. Es cierto que Jesús está en los cielos, pero Efesios 1:23 y 4:10 nos dicen que hoy Cristo todo lo llena en todo. El Cristo resucitado llena los cielos y la superficie de la tierra. Él es omnipresente. Ahora Él es el Espíritu vivificante y todo-inclusivo (2 Co. 3:17). Por lo tanto, debemos ser bautizados en Él. Es por eso que el bautismo no debe ser un rito ceremonial, sino una realidad. Cuando bautizamos a otros, debemos ejercitar nuestra fe para comprender que estamos introduciéndolos en Cristo, en el Espíritu vivificante, en el Dios Triuno.
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