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Economía divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-443-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 15 Sección 3 de 4

EL HIJO HECHO REAL COMO EL ESPIRITU QUE
MORA EN LOS CREYENTES

En Juan 14:10-11 el Señor reveló que El era uno con el Padre: el Padre estaba en El y El estaba en el Padre. Cuando las personas lo veían a El, veían al Padre (v. 9). En Juan 14:16-20 el Señor además reveló que El y el Espíritu también son uno. Después de revelar que El y el Padre son uno, en el versículo 16 les dijo a los discípulos que El le rogaría al Padre y que el Padre les daría a los discípulos otro Consolador para que estuviera con ellos para siempre. Este Consolador es “el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque [El] mora con vosotros, y estará en vosotros” (v. 17, gr.). Conocemos al Espíritu de realidad porque mora en nosotros. Día tras día El habla dentro de nosotros, nos corrige y nos guía. En el versículo 18 el Señor dice: “No os dejaré huérfanos; [Yo] vendré a vosotros”. En el versículo 17 el mismo “El” quien es el Espíritu de realidad, en el versículo 18 se hace el mismo “Yo” quien es el Señor mismo. Esto significa que después de Su resurrección el Señor llegó a ser el Espíritu de realidad. En 1 Corintios 15:45b confirma esto.

La palabra “huérfanos” se refiere a los hijos de un padre. Esto muestra que Jesús dio por hecho que El era el Padre. Como el Hijo, ¿cómo podría decirles a los discípulos que no los dejaría huérfanos? Ya que El dijo esto, El debe de ser el Padre. ¿Es El el Hijo o el Padre? La mejor forma de contestar esta pregunta es decir que El es el Hijo en el nombre del Padre. Debido a que El es el Hijo en el nombre del Padre, El está calificado para decirles a los discípulos que no los dejará huérfanos. La promesa del Señor de que vendría a los discípulos se cumplió en el día de Su resurrección en Juan 20:19-22. Después de Su resurrección, el Señor volvió a Sus discípulos para estar con ellos para siempre, sin dejarlos huérfanos.

Juan 14:19 y 20 dicen: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mi, y yo en vosotros”. En el versículo 19 se implica la muerte y la resurrección del Señor. Que El haya dicho: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más”, implica Su muerte. El murió y fue sepultado, así que la gente del mundo no podía verlo. Que El haya dicho: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis”, implica Su resurrección. Después de Su resurrección el Señor vive en Sus discípulos y ellos viven por El (Gá. 2:20). En el día de resurrección, los discípulos sabrían que el Señor estaba en el Padre, que ellos estaban en El, y que El estaba en ellos.

EL ESPIRITU COMO EL HIJO Y CON EL PADRE

Juan 14:26 dice: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre...” El Padre envió al Espíritu en el nombre del Hijo. Esto tiene que ver con la Trinidad. El Hijo vino en el nombre del Padre, así que El era el Hijo en el nombre del Padre. Luego, el Espíritu fue enviado por el Padre en el nombre del Hijo, de modo que El es el Espíritu en el nombre del Hijo. El Hijo vino en el nombre del Padre, indicando esto que, en cuanto al nombre, El era el Padre, y que, en cuanto a la persona, El era el Hijo. Luego, el Espíritu fue enviado en el nombre del Hijo, indicando que en cuanto al nombre, El era el Hijo, y que, en cuanto a la persona, El era el Espíritu. En cuanto al nombre el Hijo era el Padre, y en cuanto al nombre el Espíritu era el Hijo. Este es el Dios Triuno, el Dios tres-uno. Ellos son tres y a la vez uno, y uno y a la vez tres. El Hijo vino como el Padre, y el Espíritu vino como el Hijo, de modo que los tres son uno. Podemos decir que el Hijo es el Padre (Is. 9:6), y que el Espíritu es el Hijo (2 Co. 3:17).

Algunos teólogos que se apegan a lo tradicional mantienen el concepto de que las tres personas de la Deidad no deben ser confundidas, sino que siempre se debe hacer una separación y distinción entre ellos. Pero nosotros hemos visto en la Santa Biblia que el Hijo está en el nombre del Padre, y que el Espíritu está en el nombre del Hijo. Esto muestra que, por un lado, hay distinción entre los tres, pero por otro, que ellos son uno. Si no fueran uno, ¿cómo podría el Hijo estar en el nombre del Padre? Si no fueran uno, ¿cómo podría el Espíritu estar en el nombre del Hijo? Debemos regresar a la palabra pura de la Biblia.

Juan 15:26 dice: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré de con el Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede de con el Padre, él dará testimonio acerca de mí” (gr.). Las palabras “de con” corresponden a la preposición griega pará. El Hijo envía al Espíritu con el Padre, y el Espíritu con el Padre sigue hacia los discípulos. Esto quiere decir que el Hijo y el Padre vienen con el Espíritu. Cuando el Espíritu viene, viene con el Padre, y el Hijo lo sigue. Cuando el Espíritu viene, los tres vienen. Esto es lo que el Señor Jesús enseña en la Biblia.

Juan 16:7 dice: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré”. En los versículos del 13 al 15 el Señor Jesús añadió: “Pero cuando venga el Espíritu de realidad, él os guiará a toda la realidad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”. Todo lo que el Padre es y tiene está incorporado en el Hijo (Col. 2:9), y todo lo que el Hijo es y tiene es revelado como realidad a los creyentes por medio del Espíritu. Estos versículos nos muestran que lo que el Padre tiene viene a ser del Hijo, que lo que el Hijo tiene es recibido por el Espíritu, y que lo que el Espíritu recibe es revelado a nosotros. Todo lo que el Espíritu revela pertenece al Hijo, y todo lo que el Hijo tiene pertenece al Padre. Todo lo que el Hijo tiene del Padre es recibido por el Espíritu y revelado a nosotros. Esto significa que el Espíritu nos revela al Hijo con el Padre. Una vez más vemos que los tres de la Deidad son tres-uno, es decir, triuno.


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