Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Unpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7461-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-7461-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Antes de dar comienzo a este mensaje, quisiera primero tener comunión respecto a un asunto con todos ustedes. La economía de Dios, esto es, Su plan, Su propósito y Su modo de disponer las cosas para lograr Su deseo, se lleva a cabo en maneras muy diferentes a las nuestras. Por ejemplo, Dios quiere que nosotros le agrademos. Cuando leemos esto, de inmediato nos proponemos hacerlo, y oramos —e incluso ayunamos—, diciendo: “Dios, concédeme Tu gracia. Yo ciertamente tengo el deseo de agradarte; pero Tú sabes que tengo toda clase de obstáculos, problemas y debilidades. No puedo hacerlo. Te pido que me ayudes”. Todos justificarían esta clase de oración y pensarían que es correcta. No obstante, aunque Dios quiere que lo agrademos, Él no tiene la intención de que lo agrademos valiéndonos de nuestro propio esfuerzo; más bien, Él quiere que lo agrademos a Él al vivir por Su vida, e incluso al vivir por Él mismo. La estrofa 1 de Himnos, #213 dice: “¡Oh, qué vivir! ¡Oh, qué solaz! / Pues Cristo vive hoy en mí”. Éste es el tema general del himno. Sin embargo, según la experiencia de muchas personas, el que Cristo viva en ellas no trae paz, sino una verdadera molestia. El himno que acabamos de citar dice además: “Yo en la cruz con Él estoy, / Tal hecho en Él yo recibí”. ¿A qué hecho se refiere? “Ahora ya no vivo yo, / Mas el Señor hoy vive en mí”. Ya no soy yo quien vive. ¡Esto es ciertamente maravilloso! Ahora Cristo es quien vive en mí. ¡Esto es glorioso! Sin embargo, ¿es realmente cierto que desde la mañana hasta la noche, ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí? Sé que la mayoría de nosotros diría que a veces Él vive y no nosotros, pero que la mayoría del tiempo somos nosotros los que vivimos y no Él. Ésta es nuestra verdadera condición.
Tenemos que comprender algo aquí. De Génesis a Apocalipsis la Biblia nos dice que Dios le exige al hombre hacer muchas cosas. Sin embargo, Él no tiene la menor intención de que el hombre las haga por sí mismo. Dios quiere que el hombre haga esas cosas, pero no tiene la intención de que las haga valiéndose de sí mismo. Todo lo que Dios quiere que nosotros hagamos es algo que no podemos hacer en nosotros mismos. Dios dice que tenemos que honrar a nuestros padres, pero nosotros no podemos hacerlo. Dios dice que tenemos que ser humildes, pero no podemos ser humildes. Es cierto que Dios quiere que todos seamos humildes; pero Él no tiene la intención de que nosotros lo seamos por nosotros mismos. En vez de ello, Dios quiere que seamos humildes dependiendo de Él. Es por eso que el Nuevo Testamento contiene la expresión “en Cristo” o “en el Señor”. Tenemos que andar en amor en el Señor. El mandamiento que Dios nos da es que andemos en amor. No obstante, Él no tiene la intención de que andemos en amor por nosotros mismos, porque en nosotros mismos no tenemos amor. Todo lo contrario, estamos llenos de odio. Si no tenemos amor en nosotros mismos, ¿cómo podemos vivir por nuestro amor? Por consiguiente, tenemos que recordar muy bien que Dios nos escogió para que fuésemos santos. No obstante, Él no necesita que nosotros realicemos esta obra de ser hechos santos. Nosotros no podemos lograrla ni cumplirla. Asimismo es cierto que Dios nos predestinó para filiación; pero Él tampoco tiene la intención de que nosotros obtengamos la filiación por nosotros mismos.
La manera en que Dios procede consiste en hacerlo todo Él mismo y en forjar en nosotros Su santidad. En esto consiste la impartición. Él desea que seamos santos, pero no tiene la intención de que nosotros nos hagamos cargo de la labor de la santificación. En vez de ello, Él está forjando en nosotros Su elemento santo y divino, es decir, Su naturaleza, para que sea nuestro elemento, lo cual da por resultado que seamos santos. Dios está añadiéndonos Su naturaleza divina. A esto nos referimos al usar la palabra impartición. Dios desea que nosotros tengamos la filiación; pero nosotros no podemos lograr esto. Por lo tanto, ahora Dios nos da a Su Hijo. Pablo testificó que en otro tiempo él era muy celoso por Dios, pero que un día Dios le mostró que Su beneplácito era revelar a Su Hijo en él (Gá. 1:15, 16). El que Dios revelara a Su Hijo en Pablo equivalía a que impartiera a Su Hijo en Pablo. Por medio de esto, Pablo llegó a ser un hijo de Dios que poseía la filiación, esto es, la vida, la posición y la naturaleza del Hijo de Dios. Como tal, él podía llevar la vida de un hijo y disfrutar de la filiación. Es a esto que nos referimos con la palabra impartición. Esta noche queremos considerar este asunto de forma específica, basándonos en Efesios 1.
La impartición mencionada en Efesios es la impartición de la Trinidad Divina. Nuestro Dios es uno, pero a la vez es triuno. Él es un solo Dios, pero al mismo tiempo es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Esto es un hecho. Nuestro Dios es único y uno solo. Sin embargo, Él es tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Él es Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu. Cuando Él se imparte, lo hace por medio de Su Trinidad Divina.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.