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Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7228-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 10 Sección 4 de 6

LA DEFINICIÓN DEL REINO

¿Qué es el reino en su realidad? Después de Su resurrección el Señor Jesús pasó cuarenta días hablando con Sus discípulos de lo tocante al reino de Dios (Hch. 1:3). En la vida de iglesia, los santos a veces se quejan de que nuestras conferencias son demasiado largas porque siempre duran siete u ocho días, y porque cada reunión dura más de una hora. Dicen que sería mejor si cada conferencia durara sólo tres o cuatro días y que cada reunión no durara más de veinte o treinta minutos. Sin embargo, cuando el Señor habló con Sus discípulos en cuanto al reino de Dios, pasó cinco períodos consecutivos de ocho días —el equivalente a cinco conferencias consecutivas— hablándoles del reino de Dios día tras día. Esto nos muestra que las cosas relacionadas con el reino de Dios no se pueden abarcar completamente en sólo unos pocos días.

Lo que el Señor Jesús habló en cuanto al reino de Dios en esos cuarenta días no se nos dice claramente en la Biblia. Por lo general, las cosas que Dios quiere que nosotros sepamos se revelan claramente en la Biblia, pero a veces parece que Dios quiere hacernos las cosas difíciles. A diferencia de los bosquejos de nuestros mensajes, que siempre nos dan varios puntos principales, en Hechos 1:3 la Biblia simplemente hace referencia a “lo tocante al reino de Dios”. Cuando era joven, cada vez que leía este versículo, me preguntaba: “¿De qué exactamente les habló? El Señor Jesús habló de lo tocante al reino de Dios, pero ¿cuáles son esas cosas?”. En aquel tiempo yo estaba perplejo. No sabía a qué se refería lo tocante al reino. Incluso hoy en día no me atrevo a decir que sé mucho; sólo puedo tener comunión con ustedes acerca de lo que sé.

La Biblia claramente nos muestra que el que no nace de nuevo, no puede entrar en el reino de Dios (Jn. 3:3, 5). ¿Qué es el reino de Dios, y cuáles son las cosas tocantes al reino de Dios? No debemos considerar este asunto como algo insignificante. Al comienzo del Nuevo Testamento el Señor Jesús proclamó el evangelio diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17). Más tarde, cuando les enseñaba a los discípulos, empezó diciendo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (5:3). En este versículo vemos que el evangelio que hemos escuchado es el evangelio del reino. El evangelio que creemos no es solamente el evangelio de salvación, sino también el evangelio del reino. La meta del evangelio es el reino, este evangelio nos salva y nos introduce en el reino. En cuanto a lo que el reino verdaderamente es, me temo que muy pocos sean capaces de contestar esta pregunta.

EL REINO ES EL GOBIERNO DE DIOS

Ya dijimos al comienzo de este mensaje que el reino no es simplemente una cuestión de lugar. Por ejemplo, las Filipinas no son solamente un lugar, sino también un país. Un reino, un país, no es simplemente un lugar, sino que también incluye ciertos elementos especiales. Debo hacerles notar dos de estos elementos importantes. Por lo general, hoy en día hay tres requisitos para que exista un país. Primero, debe haber ciudadanos. Segundo, debe haber una tierra, un territorio. Tercero, debe haber soberanía. Solamente cuando hay ciudadanos, un territorio y soberanía puede existir un país o una nación. En este capítulo prestaremos atención sólo a dos elementos: el asunto de la autoridad, es decir, la soberanía, y el asunto del lugar, o territorio. Sin embargo, en cuanto al territorio, prestaremos atención no a una tierra física, sino a una esfera o ámbito.

¿Qué es el reino de Dios? Espiritualmente, la primera característica del reino de Dios es la autoridad soberana de Dios. El reino de Dios es donde Dios reina, donde Dios ejerce Su autoridad. Por ejemplo, las Filipinas no son simplemente un lugar sino un país, pues en ese lugar se halla la autoridad del gobierno filipino. Por lo tanto, cuando vamos a las Filipinas, no podemos entrar en ese territorio libremente. Si las Filipinas no fuesen un país, sino simplemente una isla desierta, sería un lugar ordinario donde la gente puede libremente entrar y salir. Sin embargo, las Filipinas es un país, que tiene la autoridad y la soberanía del gobierno filipino. Por esta razón, no podemos entrar al país libremente, sino que debemos obtener un permiso del gobierno. Incluso después que el permiso es concedido, no podemos comportarnos libremente, sino que tenemos que permanecer bajo la restricción de la ley del gobierno que hay allí.

Cuando estuve en las Filipinas, con frecuencia viajaba en jeep. Los hermanos que conducían el jeep a menudo me asustaban porque la mayoría de ellos eran jóvenes con un modo de ser que los conduce a actuar rápidamente. Así que manejaban a alta velocidad. Una noche un hermano iba manejando muy rápido. Después que cruzamos un puente, le recordé: “No manejes tan rápido o la policía nos va a detener”. Tan pronto dije eso, vimos un policía. Si alguien maneja demasiado rápido, la policía lo puede detener. Esto se debe a que las Filipinas son un país con su autoridad independiente, su soberanía, la cual se basa en leyes escritas, que incluyen las normas de tráfico. Para los que manejan en este país, hay muchas señales de tráfico a lo largo del camino para regular y restringirlos. ¿Por qué esto es así? Porque las Filipinas son un país, no una tierra inhabitada ni una isla desierta, ni simplemente un lugar o un espacio. Este país tiene su autoridad, su dominio y sus leyes.

Así que, el reino de Dios es el gobierno soberano de Dios, la autoridad de Dios. El reino de Dios es el dominio de Dios, el reinado de Dios. Antes que nos arrepintiéramos, creyéramos en el Señor y fuéramos salvos, la autoridad de Dios no estaba en nosotros y, por ende, no estábamos bajo el gobierno de Dios. La autoridad de Dios no tenía ninguna cabida en nosotros. En los pasados seis mil años, la autoridad de Dios, el reino de Dios, ha estado ausente en millones de los descendientes de Adán sobre la tierra. Por consiguiente, el reino de Dios ha tenido que permanecer en el cielo; allí Dios puede gobernar y reinar únicamente sobre los ángeles. Dios no tiene ninguna autoridad en la tierra; Él no puede gobernar al hombre ni ejercer Su autoridad en la tierra.

Antes que fuésemos salvos, ¿estaba la soberanía de Dios en nosotros? No. Los jóvenes con seguridad harían cosas malas si pudieran esconderlas de sus padres. Los ciudadanos de un país muy probablemente cometerían muchas maldades si no existieran las estaciones de policía ni los tribunales. Los estudiantes se portarían mal si no hubiera maestros, rectores ni oficinas de asuntos académicos. Antes de ser salvos, únicamente conocíamos las leyes de la nación, las reglas de nuestra familia y las normas de la escuela. Si trabajáramos en una empresa, también conoceríamos las reglas y normas de la compañía, mas no tendríamos la autoridad de Dios en nosotros. En tanto que no violáramos las leyes de la nación, ni quebrantáramos las reglas de la escuela, ni violáramos ninguna regla, o en tanto que no fuésemos sorprendidos por nuestros padres, esposos o esposas, podríamos salirnos con la nuestra y hacer todo lo que deseáramos. No estaríamos preocupados, temerosos, restringidos ni refrenados. Ésta era la situación nuestra antes de ser salvos. No teníamos la autoridad de Dios, el gobierno de Dios, en nosotros, ni permitíamos que Dios nos gobernara. Estábamos completamente fuera del reino de Dios.

El propósito de Dios, el plan de Dios y Su meta eterna tienen como finalidad hacer que Sus criaturas, una a una, sean puestas bajo Su autoridad y gobierno, de modo que Él pueda establecer Su reino en ellas. Por consiguiente, Él vino a predicar el evangelio a las personas, diciéndoles que se arrepintieran. Nos arrepentimos cuando nos volvernos a la autoridad de Dios y nos sometemos a dicha autoridad. Es por ello que el evangelio en el Nuevo Testamento empieza con estas palabras: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2; 4:17). El reino de los cielos viene para gobernar, lo cual significa que Dios viene a gobernar. El gobierno de Dios se ha acercado. Tan pronto como nos arrepentimos, llegamos a estar bajo la autoridad de Dios, el gobierno de Dios. Esto es el reino de Dios.

Por consiguiente, el punto principal del reino de Dios no es su forma física ni el lugar donde está. En Lucas 17:20-21 el Señor Jesús dijo: “El reino de Dios no vendrá de modo que pueda observarse, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Esto muestra que el reino de Dios no es terrenal ni físico, sino celestial y espiritual. Debido a que este reino es celestial, es llamado el reino de los cielos. En otras palabras, es el gobierno del reino de Dios entre los hombres.


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