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Estudio-vida de Marcospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1437-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 16 Sección 2 de 3

Cinco panes y dos peces

Sabemos que el Señor usó cinco panes y dos peces para alimentar a los cinco mil (vs. 38-42). Juan 6:9 dice que estos cinco panes eran de cebada, la cual tipifica al Cristo resucitado (Lv. 23:10). Así que, los panes de cebada representan a Cristo en resurrección como nuestro alimento. Los panes proceden de la vida vegetal y representan el aspecto generador de la vida de Cristo, mientras que los peces pertenecen a la vida animal y representan el aspecto redentor de Su vida. A fin de satisfacer nuestra hambre espiritual, necesitamos tanto la vida generadora de Cristo como Su vida redentora. Ambos aspectos son representados por cosas pequeñas: los panes y los peces.

Ofrezcamos lo que tengamos

Los cinco panes y los dos peces también indican que todo lo que hemos recibido del Señor debemos traérselo a El para que se convierta en una gran bendición para muchos. El Señor siempre usa lo que le ofrecemos para suplir las necesidades de los demás.

No debemos menospreciar nuestra experiencia y decir: “Yo no tengo mucho del Señor. Casi no le he experimentado”. Miren lo que el Señor pudo hacer con cinco panes y dos peces. El no nos pide más de lo que tenemos. Si le presentamos lo que poseemos, El lo recibirá y lo bendecirá de manera ilimitada.

El versículo 43 dice: “Y recogieron de los pedazos de pan y de los peces doce cestas llenas”. Esto resultó de la bendición del Señor, lo cual no sólo mostró el poder de la deidad del Salvador-Esclavo como Creador, quien llama las cosas que no son como si fuesen (Ro. 4:17), sino también el suministro abundante e inagotable de Su vida divina (Ef. 3:8; Fil. 1:19).

Deseo que los cuadros presentados en 4:35-5:43 y 6:1-44 dejen una profunda impresión en nosotros. No debe preocuparnos ni desalentarnos el hecho de que el número de los que están en el recobro del Señor en este país aún sea pequeño. Nuestro destino es ser despreciados y rechazados. Hasta podemos decir que Dios nos predestinó para esto. También el Dios-hombre fue despreciado y rechazado. Si esto le sucedió a El, no debemos esperar algo diferente. Además, Juan el Bautista, el precursor del Señor, quien representa un momento histórico, fue encarcelado y muerto. Si esto le pasó a él, no debemos esperar algo diferente.

No debe aterrorizarnos el que nuestro destino sea el ser rechazados, odiados, encarcelados e incluso ejecutados. Por el contrario, esto debe animarnos a presentarle al Señor lo que tenemos. Es posible que sólo tengamos cinco panes y dos peces, pero podemos dárselos a El para que los bendiga. Si lo hacemos, el Señor derramará Su bendición sobre ello, y otros serán alimentados y satisfechos, y sobrarán doce cestas.

No importa cuánto rechazo, odio e injusticia podamos padecer, lo importante es que tenemos la vida del reino hoy, en la cual las personas son sanadas, nutridas, alimentadas y satisfechas, y todavía hay de sobra. Esto presenta un cuadro exacto de la vida de iglesia hoy.

UN CUADRO DE LA VIDA DE IGLESIA

Los cuadros contenidos en 4:35-5:43 y 6:1-44 presentan la vida de iglesia. En el primer cuadro vemos tempestades, demonios, cerdos, enfermedades y muerte. No obstante, en esa situación tan deplorable el Salvador-Esclavo subyuga la rebelión, echa fuera los demonios, acaba con el método inmundo de subsistir, sana las enfermedades y resucita a los muertos. Esto redunda en que todos somos sanados, vivificados y avivados.

El segundo cuadro muestra que seremos despreciados y experimentaremos el rechazo, el odio, la injusticia y el martirio. No obstante, aun en esta situación, la multitud es saciada; todos son alimentados y se alegran. Nosotros ofrecemos al Señor lo que tenemos, y recibimos de El mucho más de lo que le ofrecimos. Esta es la vida del reino, la vida de iglesia, y somos muy bienaventurados de estar en ella hoy. Aunque al parecer todo lo perdemos, realmente, en el Señor, lo ganamos todo.

El capítulo cuatro del Evangelio de Marcos habla de la semilla del reino. En un mensaje anterior estudiamos la historia del crecimiento y desarrollo de esta semilla. Vimos que desde la perspectiva divina, el reino es el desarrollo del Dios que se sembró en nosotros. Pero con relación a Satanás, el reino es el sometimiento de la rebelión, a lo cual alude la subyugación de la tempestad del capítulo cuatro, lo cual ocurrió inmediatamente después de que el Señor enseñara en cuanto al reino de Dios.

En el capítulo cinco el Salvador-Esclavo hace una demostración del reino: echa fuera demonios, acaba con el método inmundo de ganarse la vida y sana una enfermedad de muerte. Al venir la persona de Jesucristo, el Dios encarnado, se le hace frente a cinco factores negativos: la rebelión, los demonios, el método inmundo de ganarse la vida, la enfermedad y la muerte. ¡Alabado sea el Señor por este maravilloso cuadro del reino de Dios!

En 6:1-44 se presenta un segundo cuadro del reino, en el cual se ve la actitud del mundo hacia el Salvador-Esclavo. La gente del mundo, quien valora a los que tienen rangos superiores, desprecia y rechaza el evangelio. En el relato de la ejecución de Juan el Bautista, vemos las tinieblas y la injusticia de la política del mundo. Este ciertamente es un cuadro del mundo actual.

El mundo menosprecia el evangelio y lo rechaza. Pero al Señor Jesús no le preocupa eso. Al contrario, habiendo sido rechazado, envió a los doce. Después de la ejecución del precursor del evangelio, el Señor recibió a cinco mil personas, las alimentó y las satisfizo.

Cuando el enemigo mató a uno, el Señor produjo a cinco mil. Esta ha sido la historia en el mover del Señor a lo largo de los siglos, y creo que se repetirá entre nosotros.

ANDA SOBRE EL MAR

En 6:45-52 se relata que el Salvador-Esclavo anda sobre el mar. Marcos 6:45-46 dice: “En seguida hizo a Sus discípulos entrar en la barca e ir delante a la otra orilla, hacia Betsaida, mientras El despedía a la multitud. Y después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar”. El Salvador-Esclavo oró para tener comunión con Dios y conocer Su voluntad y Su deseo con respecto al servicio evangélico. El no llevó a cabo dicho servicio por Sí mismo, independientemente de Dios, ni según Su propia voluntad, sino según la voluntad y el deseo de Dios; fue uno con El en el cumplimiento de Su propósito.

El versículo 48 dice: “Y viendo que ellos estaban turbados mientras remaban, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería pasarles de largo”. En 4:38 el Salvador-Esclavo dormía en una barca la cual era azotada por una tempestad que amenazaba a Sus seguidores. En este pasaje, El anda sobre el mar mientras Sus seguidores eran turbados por las olas. Estos acontecimientos indican que el Salvador-Esclavo, como Creador y Soberano del universo (Job 9:8), no era perturbado por ninguna circunstancia y que cuidaba a Sus seguidores en las dificultades que tuvieron al seguirle mientras viajaban.

Cuando vieron los discípulos que el Señor andaba sobre el mar, gritaron y se asustaron. Pero El les dijo: “¡Tened ánimo, Yo soy, no temáis! Y subió a ellos en la barca, y el viento cesó; y se quedaron atónitos en extremo” (vs. 50-51). Este milagro no sólo da testimonio de que El es el Creador y Soberano de los cielos y de la tierra, sino que también indica que El cuida a Sus seguidores en los apuros que ellos tienen al seguirle en este camino. Cuando el Señor está en nuestra barca, el viento cesa. La narración de los dos milagros contenida en este capítulo implica que mientras Cristo era rechazado, El y Sus seguidores se encontraban en el desierto y en el mar tempestuoso. No obstante, El pudo suplir las necesidades de ellos y ayudarlos a salir adelante en sus dificultades.

SANA EN TODO LUGAR

En 6:53-56 se narran brevemente las sanidades que el Salvador-Esclavo realizó en todo lugar. El y Sus discípulos, terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret. Inmediatamente la gente le reconoció y comenzó a traerle los enfermos. El versículo 56 dice: “Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las plazas a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera los flecos de Su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos”. El manto de Cristo representa Sus obras justas, y los flecos representan el gobierno celestial (Nm. 15:38-39). La virtud que llega a ser el poder sanador (14:36) procede de las obras de Cristo, las cuales son gobernadas por el cielo. Todos los que le tocaban, quedaban sanos.


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