Lecciones básicas acerca de la vidapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1467-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El lavamiento, por el lado negativo, principalmente elimina todo lo viejo de nuestra vida natural; y la renovación del Espíritu Santo, por el lado positivo, tiene como fin reconstituir nuestro ser. Algo nuevo, verdadero y sólido de la vida divina es depositado en nuestro ser para renovar nuestra vieja vida.
La renovación del Espíritu Santo siempre se lleva a cabo con la vida divina. Juan 1:13b dice que somos engendrados de Dios, y en 3:5b dice que nacemos del Espíritu. Nacer de Dios o nacer del Espíritu es recibir en nuestro ser la vida divina. Ahora la vida divina es el elemento renovador en nuestro ser. El Espíritu Santo renueva nuestro ser por medio de este sólido elemento, es decir, por medio de la vida divina. El Espíritu Santo no sólo nos renueva con la vida divina, sino también con la naturaleza divina. En 2 Pedro 1:4 se nos dice que somos participantes de la naturaleza divina. La vida y la naturaleza divinas son los elementos de la renovación que lleva a cabo el Espíritu Santo.
También debemos hacer notar que el Espíritu Santo lleva a cabo esta renovación en nosotros al renovar nuestro corazón y nuestro espíritu. Ezequiel 36:26 dice que Dios nos da un corazón nuevo y pone un espíritu nuevo dentro de nosotros. En realidad, el corazón nuevo y el espíritu nuevo son el corazón y el espíritu renovados. Esto se puede comparar con el primer cielo y la primera tierra, los cuales son renovados y llegan a ser el cielo nuevo y la tierra nueva. Nuestro viejo ser es renovado de modo que llega a ser el nuevo ser. Cuando nacimos de nuevo, Dios nos dio un corazón nuevo y un espíritu nuevo. En otras palabras, renovó nuestro corazón y nuestro espíritu por obra del Espíritu.
El corazón es el órgano con el cual amamos, y el espíritu es el órgano con el cual recibimos. Amamos a Dios con nuestro corazón y le recibimos con nuestro espíritu. Pero tanto nuestro espíritu como nuestro corazón eran viejos y no podían ejercer sus correspondientes funciones. Cuando nacimos de nuevo, el Espíritu de Dios renovó nuestro corazón para que amara a Dios, y nuestro espíritu para que le contuviera. Esto es plenamente demostrado por nuestra experiencia. Podemos testificar que cuando nacimos de nuevo, empezamos a amar a Dios y a desear recibirle al tener contacto con Él en nuestro espíritu.
La renovación del Espíritu Santo no sólo tiene como fin reconstituir nuestro ser por el lado positivo, sino también transformarnos. En 2 Corintios 3:18 se nos dice: “Nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”.
El Espíritu Santo nos transforma primero al morar en nosotros. Ezequiel 36:27a dice que además de darnos un corazón nuevo y de poner dentro de nosotros un espíritu nuevo, Dios también puso Su propio Espíritu en nuestro ser. Romanos 8:9 y 11 también muestran que el Espíritu de Dios mora en nosotros para saturar nuestro ser con la vida divina, la vida de resurrección.
El Espíritu Santo mora en nosotros con el fin de transformarnos renovando nuestra alma. Romanos 12:2a dice que somos transformados por la renovación de nuestra mente. Esto significa que el Espíritu de Dios, el cual mora en nosotros, renueva nuestra alma, la cual se compone de nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad.
Además, en conformidad con Colosenses 3:10, el Espíritu Santo nos transforma al renovar el nuevo hombre hasta el conocimiento pleno, conforme a la imagen de Dios, quien lo creó.
Esto significa que el Espíritu que mora en nosotros nos renueva de día en día, hasta el pleno conocimiento de Dios según lo que Dios es, según Su imagen. La obra renovadora del Espíritu Santo nos hace parte del nuevo hombre renovado, a fin de que éste sea igual a Dios en plenitud. El nuevo hombre es el Cuerpo de Cristo, la iglesia. Debemos hacer hincapié en que la renovación del Espíritu Santo, con el tiempo, tendrá su consumación en hacernos exactamente iguales a la imagen de Dios en plenitud.
El punto central de esta lección puede expresarse así: el lavamiento de la regeneración tiene como fin eliminar todo lo viejo de nuestra vida natural, y la renovación del Espíritu Santo tiene como fin reconstituirnos y transformarnos a la imagen de Dios con la vida y la naturaleza divinas. Esto hace que seamos lo mismo que Dios es, no de modo individual, sino de modo corporativo.
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