Línea central de la revelación divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8224-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Todos nosotros tenemos la imagen de los atributos de Dios. Esto es, tenemos la imitación de los atributos de Dios. Dios es amor, y nosotros también tenemos el amor. Dios es luz, y nosotros también tenemos algo dentro de nosotros que es brillante. Dios es santo, y a nosotros también nos gusta ser santos. A nosotros no nos gusta ser bajos ni comunes; más bien, nos gusta estar separados de las cosas comunes. Dios es justicia, y a nosotros también nos gusta ser justos. Nuestro amor, nuestra luz, nuestra santidad y nuestra justicia son imitaciones de los atributos de Dios. Lo que tenemos es sólo una foto de los atributos de Dios. Esto es la imagen de Dios.
Aunque tenemos la imitación de los atributos de Dios, es posible que no tengamos la semejanza de estos atributos en nuestro comportamiento. Tal vez perdamos la paciencia o nos enojemos con nuestros padres. También es posible que hagamos muchas otras cosas indebidas. Este comportamiento es nuestra semejanza. No somos lo que debemos ser. Tenemos la imagen de Dios, pero en nuestro comportamiento no somos como Dios. Así que, todos nosotros tenemos la imagen de Dios, pero es posible que no tengamos Su semejanza.
Al combinarse el cuerpo con el espíritu, el alma del hombre fue producida (Gn. 2:7). El alma es nuestro yo, nuestra propia persona. Cuando andamos, usamos nuestro cuerpo. Cuando pensamos, usamos nuestra mente, una parte de nuestra alma (Sal. 13:2). Cuando oramos a Dios desde lo más profundo de nuestro ser, ejercitamos nuestro espíritu. Por lo tanto, el hombre es un alma con dos órganos: el cuerpo y el espíritu. Por esto, él es tripartito, un ser de cuerpo, alma y espíritu. Quienes enseñan cosas seculares, tanto en China como en el Occidente, instruyen a la gente que el hombre sólo tiene la parte externa, el cuerpo físico, y la parte interna, el alma. La parte externa, el cuerpo del hombre, es la parte física y es visible. La parte interna, el alma del hombre, es la parte psicológica y no es visible. Para estos maestros el hombre sólo tiene dos partes. Pero según la Biblia, el hombre consta de tres partes (1 Ts. 5:23; He. 4:12b).
Antes que nosotros fuésemos salvos, nuestra persona interna era nuestra alma con el cuerpo como órgano externo y con el espíritu como órgano interno. Nuestra alma era la persona interna con dos órganos. Pero cuando fuimos regenerados, Cristo entró en nosotros para ser nuestra vida y nuestra persona. Por lo tanto, en la regeneración nuestro espíritu fue hecho una persona y nuestra alma como viejo hombre fue crucificada (Ro. 6:6; Gá. 2:20). Por medio de la regeneración, nuestro espíritu, que era un órgano para el alma, llegó a ser la persona, con el alma y cuerpo como órganos. La mente, la voluntad y la parte emotiva del alma crucificada vinieron a ser nuestro órgano interno, y el cuerpo siguió siendo el órgano externo. Nuestra alma como viejo hombre fue crucificada (Ro. 6:6). En otras palabras, se le dio fin a la vida del alma, pero las facultades del alma todavía permanecen. Las tres facultades del alma —la mente, la parte emotiva y la voluntad— no deben ser puestas a un lado; más bien, deben ser renovadas. Esto se comprueba con Romanos 12:2, que dice: “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. Si es necesario que nuestra mente, siendo parte de nuestra alma, sea renovada, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad también deben ser renovadas. Las tres facultades de nuestra alma deben permanecer para ser renovadas, pero en nuestro vivir, nosotros debemos aprender a negar nuestra alma crucificada, la cual es la vida del alma, el yo (Mt. 16:24-26; Lc. 9:25).
Según la Biblia, nosotros los cristianos ahora tenemos dos hombres interiores diferentes (Ro. 7:22; 2 Co. 4:16). En Romanos 7:22 Pablo dijo: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios”. Aquí Pablo estaba describiendo una situación que él había experimentado antes de ser regenerado. En aquel entonces, como judío que era, él se deleitaba en la ley de Dios según el hombre interior. Este hombre interior es el alma. Esto se comprueba con el versículo 25, que dice: “Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”. La mente del versículo 25 es el hombre interior del versículo 22. Luego, en 2 Corintios 4:16 Pablo dijo: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. El hombre exterior se compone del cuerpo como su órgano físico y del alma como su vida y persona. El hombre interior consta del espíritu regenerado como su vida y persona, y del alma renovada como su órgano. Así que, en el Nuevo Testamento el hombre interior mencionado en Romanos 7:22 es diferente del hombre interior mencionado en 2 Corintios 4:16.
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