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Visión del edificio de Dios, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6775-2
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Piedras preciosas

En quinto lugar, las piedras preciosas nos hablan de la obra transformadora de Dios. Cada piedra preciosa proviene de elementos comunes. Los estudios médicos han demostrado que los seres humanos básicamente se componen del polvo de la tierra. Nuestro cuerpo está compuesto de cierta cantidad de sal, cobre, hierro, azufre y otros elementos de la tierra. ¿Cómo entonces Pedro, Juan y los otros diez apóstoles pudieron llegar a ser tales piedras preciosas? Mediante la obra de transformación.

Hay tres clases de materiales preciosos en el edificio de Dios: oro, perlas y piedras preciosas. El oro no requiere ninguna transformación, puesto que es un elemento en su condición original creada por Dios. Sin embargo, una piedra preciosa se compone de ciertos elementos que han estado bajo la presión de un calor intenso. No es algo que se halla en su condición original, sino que requiere una obra de completa transformación. El otro material del edificio de Dios, la perla, también requiere cierta obra de transformación. Como hemos visto, la perla claramente representa la regeneración; por lo tanto, constituye la entrada, las puertas, de la ciudad. Por medio de la regeneración entramos en la esfera del reino de Dios. Pero una vez que entramos, necesitamos avanzar hacia la meta. Por medio de la regeneración recibimos la naturaleza divina, y a partir de ese momento necesitamos ser puestos bajo presión y en el fuego; sin embargo, eso no debe asustarnos. Todos apreciamos a Pedro, a Juan y a los demás discípulos, pero casi todos sabemos cuánta presión experimentaron. Ellos ya no son trozos de barro sino piedras preciosas, pues fueron transformados a través del intenso calor y presión que experimentaron. Lean las historias de Pedro y Juan; presten atención a los sufrimientos por los que pasaron. Ellos estuvieron bajo presión y en el fuego hasta que llegaron a ser fuertes y preciosos. Consideren como eran Pedro y Juan el día de Pentecostés. Para entonces ellos ya no eran trozos de barro; habían llegado a ser piedras sumamente fuertes y preciosas.

A fin de participar en la vida de iglesia hoy, necesitamos la vida de Dios, la naturaleza divina de Dios, la cual es de oro. También necesitamos la perla de la regeneración de vida producida mediante la muerte y la resurrección de Cristo. Por último, necesitamos llegar a ser piedras preciosas mediante la obra transformadora del Espíritu. Todos los miembros del Cuerpo de Cristo necesitan ser transformados para que Dios pueda obtener el cimiento y el muro de Su ciudad.

Doce variedades de piedras preciosas

Sexto, los doce cimientos de la ciudad se componen de doce clases de piedras preciosas (Ap. 21:19-20). Esto nos habla de unidad en medio de variedad. Ninguna piedra es igual a otra: Pedro es de un color, y Juan es de otro color. En total hay doce colores que vemos en los apóstoles; esto es una verdadera variedad. No obstante, también hay unidad en esta variedad. No obstante, el “Pedro” y el “Juan” de hoy nunca parecen ser uno, y esto es un verdadero problema. Juan realiza su propia obra, y Pedro hace la suya. Hay variedad mas no unidad. Son muchos los hermanos dotados hoy que no se ponen de acuerdo para ser uno. Incluso los hermanos que supuestamente laboran juntos no son uno. Cada uno trata de convencer al otro para que sea igual a él. Supongamos que yo soy una piedra de jaspe verde y usted es una cornalina roja. El problema consiste en que yo trato de convencerlo a usted para que sea verde y usted trata de cambiarme a mí para que sea rojo. Si no logro cambiarlo, entonces no querré relacionarme más con usted. Esto es muy lamentable. ¿Podemos respetar a alguien cuyo ministerio sea totalmente diferente del nuestro? Debemos hacerlo. Debemos aborrecer el tener una mente estrecha y el deseo imperioso de convencer y cambiar a otros para que sean como nosotros. No se olviden de que Pedro es Pedro y que Juan es Juan. El Señor Jesús es muy grande y maravilloso. Él necesita diversas personas a fin de expresarse; ningún cristiano como individuo es suficiente. Es una verdadera misericordia ser una de las piedras y al mismo tiempo ser diferente de los demás. No es necesario convencer a otros para que sean iguales a nosotros.

CRISTO ES DESCRITO EN LA NUEVA JERUSALÉN

El punto número treinta y cuatro tiene que ver con el Señor Jesús según el cuadro que se presenta de Él en la Nueva Jerusalén. Él es dado a conocer en por lo menos cuatro asuntos. En primer lugar, Él es el Cordero (22:1). Aun por la eternidad el Señor Jesús siempre será recordado como el Cordero que murió por nuestra redención, que derramó Su sangre por nosotros y que se dio a Sí mismo como el alimento de vida para satisfacernos. En segundo lugar, este Cordero es también la lámpara, en quien está Dios como la luz (21:23; 22:5). La lámpara es el recipiente de Dios, que contiene a Dios y lo expresa. Dios se halla corporificado en Cristo y este Cristo como corporificación de Dios es el centro de toda la ciudad. De la misma manera, la iglesia hoy debe tener como centro a Cristo en quien Dios está corporificado. Tercero, este Cristo es el árbol de la vida (v. 2), la fuente de todo el suministro de vida. En la vida de iglesia Cristo debe ser para nosotros el Cordero, la lámpara y el árbol de la vida. Cuarto, Cristo es incluso el templo de la ciudad (21:22).

EL TEMPLO

El punto número treinta y cinco tiene que ver con el templo. Históricamente, había un templo en la antigua ciudad de Jerusalén, pero en la Nueva Jerusalén no habrá templo (v. 22), porque Dios mismo y Cristo son el templo. Tal vez preguntemos entonces que puesto que Dios y Cristo son el templo, ¿son Ellos los moradores dentro de la ciudad o son la morada? La respuesta es que son ambas cosas. Ellos son el templo, donde los servidores morarán y servirán. Un templo es un lugar donde moran los que sirven a Dios. Ya vimos cómo los moradores son la morada misma, y que la morada se compone de los moradores. Si deseamos morar en la iglesia hoy, debemos ser edificados en ella, debemos llegar a ser parte de ella. Esto es muy subjetivo. Los moradores también son la morada. Si no somos edificados en la Nueva Jerusalén, no podremos entrar jamás en dicha ciudad. Pero aquí hay algo más que decir. Dios es el propio Dios a quien servimos, pero Él también es el templo donde servimos. Esto significa que nosotros servimos a Dios en Dios. Estos pensamientos son extremadamente profundos. ¿Dónde sirve usted a Dios hoy? ¿Está usted en un edificio material, o en una organizaron, o sirve usted en Dios y Cristo como el templo? Debemos servir a Dios en Dios; debemos servir a Cristo en Cristo. Dios mismo y Cristo mismo son el templo en el cual servimos a Dios y a Cristo.


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