Resultado de la dispensación de la Trinidad procesada y la transmisión del Cristo que lo transciende todo, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-788-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Tal vez nos preguntemos qué relación existe entre la santificación y nuestra vida diaria. Esta es mi carga. Tenemos que darnos cuenta de que la santificación para filiación todavía está en proceso. No es algo que se cumple de una vez por todas. Cada día debemos recordar que Dios el Espíritu nos santifica para permitir que Dios imparta más de Su naturaleza y vida santas en nuestro ser para nuestro crecimiento. Todos debemos crecer en la vida divina.
Ahora debemos considerar cómo podemos crecer. Para crecer físicamente, necesitamos la vida más el alimento. Un niño hereda vida de sus padres. En otras palabras, sus padres imparten su vida humana en este niño. Luego su madre lo alimenta cada día, y con el alimento él crece en la vida humana. En principio, pasa lo mismo en la vida cristiana. Nacimos de Dios. Dios se impartió como vida dentro de nosotros. Ahora debemos crecer siendo nutridos en la vida de Dios. Nuestro nacimiento es un comienzo, no una graduación. Después de nacer, debemos crecer en la vida de Cristo, en la vida divina, en la vida eterna, con el alimento adecuado del Espíritu.
La santificación y la filiación siempre se llevan a cabo por el Espíritu. Esta es la razón por la cual Efesios 1:3 llama eso una bendición espiritual, una bendición por el Espíritu. Hoy debemos aprender a vivir por el Espíritu, actuar según el Espíritu, tener nuestro ser enteramente sumergido en el Espíritu, andar conforme al Espíritu y estar con El (Ro. 8:4). Si nuestro ser está lleno del Espíritu y actuamos conforme al Espíritu, estamos listos para crecer en la vida divina. Luego necesitamos ser nutridos. Podemos ser alimentados de tres maneras: al leer la Palabra santa, al escuchar el hablar espiritual y al venir a las reuniones. Este alimento nos hace crecer.
Me preocupo porque entre nosotros muchos santos que buscan al Señor no están en el camino del crecimiento en vida. Si conducimos un auto para un largo recorrido, debemos encontrar la autopista y tomarla. En cuanto estemos en la autopista, debemos tener mucho cuidado de la dirección que tomamos. Si entramos en la autopista correcta y vamos en la dirección correcta, entonces todo irá bien. Debemos iniciar el camino del crecimiento en la vida divina por la dirección correcta. Todavía necesitamos una revelación a fin de ver el camino adecuado para crecer en la vida divina conforme a la enseñanza del Nuevo Testamento.
Si queremos crecer, debemos acudir al Espíritu. Tenemos que estar bien con el Espíritu. Todo nuestro ser debe estar en el Espíritu, y debemos andar y actuar conforme al Espíritu todo el día. Cuando los padres están con sus hijos, deben conducirse conforme al Espíritu para ser guardados en la vida divina. A menudo los padres se sienten demasiado libres y no restringidos cuando hablan con sus hijos. Quizás tengan miedo de cometer errores cuando hablan a los demás, pero no toman cuidado cuando hablan a sus hijos. Esto no está bien. No debemos decir nada que sea conforme a nuestras preferencias. Por el contrario, debemos ser regulados, corregidos y ajustados al hablar y actuar conforme al Espíritu.
Es el Espíritu el que nos santifica para filiación. Es el Espíritu el que nos engendra para que nazcamos de Dios (Jn. 3:6). Dios nos escogió a fin de santificarnos para filiación. Ser santificados para filiación es un asunto exclusivamente del Espíritu, en el Espíritu y con el Espíritu. Me preocupa ver a muchos santos queridos que llevan muchos años sin crecer. Aunque se reúnen, leen la Biblia y escuchan mensajes, no se preocupan por el Espíritu. En lugar de acudir al Espíritu cuando hablan, ellos chismean abiertamente y critican a otros. Aunque pretenden amar al Señor, al recobro y a la vida de la iglesia, no se preocupan en absoluto por el Espíritu. Esto no está bien. Debemos cuidar al Espíritu. Hoy este Espíritu, que está relacionado con la santificación y la filiación de Dios, está en nuestro espíritu (Ro. 8:16; 1 Co. 6:17). Si queremos cuidar al Espíritu, debemos cuidar primeramente de nuestro espíritu.
La Biblia dice que no debemos provocar a ira a nuestros hijos (Ef. 6:4). Muchas veces cuando estamos enojados con nuestros hijos, los provocamos. Cuando hablamos a nuestros hijos, debemos ocuparnos de nuestro espíritu. Debemos preguntarnos: “¿Nuestro espíritu está de acuerdo con nosotros, o estamos actuando conforme a nuestras emociones?” Debemos negar nuestras emociones y volver a nuestro espíritu. Entonces, en nuestro espíritu, el Espíritu hablará con nosotros. Cuando nos enojamos con nuestros hijos, el Espíritu tal vez nos diga: “Ve a orar a tu cuarto. No hables con tus hijos ahora”. Esto forma parte de la santificación. Cuando oramos, el Espíritu que habla seguirá hablando. Nos puede dirigir a leer una porción de la Palabra. Entonces somos alimentados, y crecemos en la vida divina por el alimento espiritual. Si no nos preocupamos por nuestro espíritu en nuestra vida familiar, ciertamente no podremos tener un hogar agradable, y Dios no puede santificarnos para Su filiación y Su casa.
Debemos ocuparnos de nuestro espíritu en todo. Cuando un hermano compra una corbata, no debe comprarla conforme a su preferencia. Si la compra conforme a su preferencia, está equivocado. Aun cuando compra una corbata, debe ocuparse de su espíritu. ¿Qué nos puede decir nuestro espíritu cuando vamos de compras? Si escuchamos a nuestro espíritu, el Espíritu Santo hablará más en nosotros.
Hoy estamos fomentando el profetizar de todos los santos. Queremos ver a los santos hablar por el Señor. Sin embargo, algunos santos han decidido no hablar en las reuniones. Vienen a las reuniones, pero se sientan en la parte de atrás sin hablar. Los hermanos que llevan la delantera tal vez tengan miedo de decirles algo en cuanto a hablar, porque tienen miedo de que no vuelvan a las reuniones. Por lo tanto, pueden ir a las reuniones durante años sin hablar por el Señor. Han sido regenerados, y aman al Señor, al recobro y a la iglesia, pero no quieren hablar. Si esto es su caso, puede estar seguro de que no crecerá en el Señor.
Debe acudir a su espíritu. Arrodíllense en su cuarto para orar y verá lo que su espíritu le dirá. Su espíritu le dirá que es terco y que debe ser uno con la iglesia y hablar por el Señor. Si acude a su espíritu, el Espíritu divino tomará la oportunidad de decirle muchas cosas. Así usted vendrá a la reunión acudiendo a su espíritu. Tal vez confiese a los santos: “Queridos santos, siento no haber hablado por el Señor en las reuniones”. Toda la iglesia estará contenta. Mientras sigue hablando, el Espíritu Santo le hablará y usted tendrá más que hablar. Entonces se dará cuenta de que su crecimiento en vida será tan rápido como un avión que vuela. En un plazo de seis meses, crecerá mucho en Cristo y será mucho más santificado y recibirá una mayor filiación. Por su crecimiento en vida, se convertirá no solamente en hijo sino en heredero de Dios que recibe las riquezas de Dios (Ro. 8:17). Así será muy útil en la vida de la iglesia. Se convertirá en suministrador para suplir, ministrar, la abundante suministración del Espíritu a toda la congregación.
Queridos santos, ésta es mi carga. No debemos pensar que Efesios 1:4 y 5 transcurrió una vez y para siempre. La santificación para filiación sigue produciéndose. Sin embargo, día tras día, no vivimos en nuestra filiación, porque no acudimos al Espíritu que santifica hablando y obrando en nuestro espíritu. Debemos volver a nuestro espíritu y comprender que hemos sido santificados y regenerados por el Espíritu. Este Espíritu que santifica y regenera tiene mucho que decirnos. El nos quiere santificar cada vez más para que participemos más en la filiación. Entonces creceremos, y el Padre tendrá un agradable arreglo doméstico. Si acudimos a nuestro espíritu y dejamos que el Espíritu nos hable, creceremos como hijos para ser los herederos, las personas maduras que heredan todas las riquezas de Dios. Así podemos formar parte de Su agradable arreglo doméstico. Las bendiciones de Efesios 1 empiezan por el hecho de que Dios nos escogió para que fuéramos santificados y estuviéramos cada vez más en la filiación de Dios. Esto debe ser un asunto cotidiano.
1. Si Dios no dispensara Su elemento divino dentro de nuestro ser, ¿cómo nos podría hacer santos? Especialmente para recibir la filiación de Dios, necesitamos que Dios dispense Su vida y naturaleza en nuestro ser.
2. El dispensar del Padre, quien escogió y predestinó a los creyentes, da por resultado Su filiación al santificar a Su pueblo escogido, santificándoles como El es santo en Su vida y en Su naturaleza, haciéndoles como Dios en la vida y naturaleza divinas, pero sin Su Deidad única. Esta es la santificación divina para la filiación divina. Este es el centro de la economía divina y el pensamiento central de la revelación del Nuevo Testamento. Esta santificación divina se lleva a cabo por el Espíritu que santifica (Ro. 15:16). La filiación divina se lleva a cabo por el Espíritu que regenera, el cual es el Espíritu del Hijo de Dios (Gá. 4:6).
Espero que estos puntos de conclusión nos recuerden que la santificación sigue produciéndose para nuestro desarrollo en la filiación de Dios a fin de que crezcamos. Llevaremos una vida de iglesia más fuerte y más rica mientras nos seguimos ocupando de la santificación divina para la filiación que recibimos del Espíritu.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.