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Pláticas para los ancianos sobre asuntos prácticospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4948-2
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CAPÍTULO TRES

LA NECESIDAD DE TENER
UNA REUNIÓN DE HABLA CHINA Y DE SER
SEMBRADOS COMO UNA SEMILLA

Muchos de ustedes hermanos que están aquí esta noche han venido de diferentes partes de California. Ésta puede ser una buena ocasión para tener comunión con ustedes acerca de la edificación de las iglesias aquí.

LA NECESIDAD DE UNA OBRA EN HABLA CHINA

En primer lugar, quisiera hablarles de las reuniones de habla china que estamos teniendo todos los días del Señor por la mañana. Como bien ustedes saben, estas reuniones son una continuación de la conferencia del fin de semana que tuvimos aquí con cinco reuniones. Dicha conferencia fue el resultado de una profunda preocupación por los santos, tanto en los Estados Unidos como en Canadá, quienes están en la iglesia, pero no dominan el idioma lo suficiente como para recibir los mensajes a fin de obtener el alimento y expresarse con alabanzas y oraciones al Señor. Como resultado, por mucho tiempo ellos han estado sufriendo pérdida espiritual. Debido a esto, la carga de muchos santos de habla china se ha hecho cada vez más pesada. Yo he experimentado lo mismo.

Cuando yo fui comisionado por el Señor para empezar una obra por Su recobro en este país, se me encomendó que no tocara ninguna obra china. Aun así, en los últimos años, debido al aumento en las cuotas de inmigración del Lejano Oriente, muchos más santos han venido a este país con sus parientes, amigos, compañeros de escuela y vecinos, quienes son incrédulos. Es necesario que cuidemos de ellos; de lo contrario, el Señor sufrirá. En los años pasados, yo no presté mucha atención a esta necesidad. No tenía tiempo para ello ni tampoco quería que el recobro del Señor en el idioma inglés se viera reducido o estorbado.

Aproximadamente calculo que hemos perdido mil santos de habla china en este país en los pasados años. Es posible que la cifra real sea mayor. Solamente en California hemos perdido quinientos. ¿Adónde se han ido? Ellos han sido engañados o distraídos. Los seres humanos somos criaturas vivientes que necesitan afecto. Debido a nuestra indiferencia —no había de nuestra parte ninguna señal de que estuviésemos preocupados por ellos— vinieron otros. ¿Saben cómo llegaron a ellos? Algunos de los que vinieron aquí eran de la iglesia en Taipéi. Antes de salir, algunos obreros cristianos en este país se enteraron a través de sus conexiones en Taipéi, quiénes de entre nosotros iban a venir. Averiguaron el número de vuelo, la fecha de su llegada y otra información. Después fueron a recibirlos al aeropuerto, listos para servir a estas personas recién llegadas. Les ofrecieron llevarlas en su auto adonde querían ir; y si no tenían un lugar adonde ir, los llevaron a su casa de huéspedes. Luego, esa misma noche habría una reunión. Por supuesto, ellos aceptaron ir. De este modo, ellos fueron “secuestrados” y los perdimos para el recobro. No podemos condenar a aquellos que creen que están laborando para el Señor. Sólo el Señor sabe. Pero la impresión que nosotros hemos dejado es que no nos importa la obra en habla china.

De hecho, en 1967 yo exhorté a la iglesia en Taipéi, e incluso le encargué a un colaborador particular, que asumiera la carga por los chinos que vinieran a este país. En aquel tiempo hubo un cambio en las leyes de inmigración, y previmos que habría un gran aumento en el número de personas que vendría a este país.

Desde entonces muchos vinieron, pero hemos perdido el contacto con ellos. Puesto que ellos no tenían un fundamento sólido en la vida de iglesia, después de que vinieron se distrajeron con su educación, trabajo y familiares. Los hemos perdido debido a nuestra actitud de indiferencia.

HAY MUCHOS CHINOS ABIERTOS AL EVANGELIO

Me doy cuenta de lo difícil que es que las iglesias aquí ganen nuevos convertidos. La oposición ha hecho esto difícil. El hermano Nee nos enseñó que nuestra obra es semejante a la de los labradores. Debemos ir adonde está el agua. Si no hay lluvia, los agricultores no tratarán de labrar la tierra en ese lugar. Ellos saben que no mucho crecerá allí. La salvación es fácil de llevar a los chinos, ya sea en la China continental, en Taiwán o en los Estados Unidos. Creo que una de las razones de esto es las oraciones sinceras y fieles que ofrecieron al Señor muchos misioneros procedentes del extranjero, especialmente de la Gran Bretaña y los Estados Unidos. Hubo un buen número de misioneros como Hudson Taylor, a quienes únicamente les interesaba que la salvación del Señor llegara al pueblo chino. Ellos ayunaron y oraron. Aunque estaban en las denominaciones —pues en su época no vieron la luz— ellos fueron fieles al grado en que sacrificaron su patria, sus familias e incluso sus propias vidas por lo que ellos llamaron las almas chinas. Ahora creo que el Señor está respondiendo las oraciones fieles de estos queridos misioneros.

La segunda razón, creo yo, es las oraciones que ofreció el hermano Nee mientras estuvo encarcelado. ¿Qué otra cosa pudo haber hecho, excepto orar? A él no le permitían predicar, ni siquiera a su compañero de celda. Cuando este compañero de celda, a quien el hermano Nee condujo al Señor secretamente, estaba por ser liberado, el hermano Nee le dijo que debía encontrar a un hermano llamado Witness Lee y escuchar todo lo que él dijera, y decirle que él (el hermano Nee) nunca había cambiado en sus creencias. Estas palabras llegaron a mis oídos por medio de un hermano y su esposa (una familiar del hermano Nee) quienes viven en este país y visitaron Shanghái, y en dos ocasiones vieron a este compañero de celda. Sin duda alguna, el hermano Nee no estuvo ocioso durante su encarcelamiento. Él debió haber oído que yo estaba en este país. Él debió haber orado por el recobro del Señor y por China.

En tercer lugar, si consideramos a todos los que estuvimos en el recobro del Señor en China, y luego inesperadamente supimos que se había perdido la China continental, nos daríamos cuenta de que miles de nosotros hemos estado orando, clamándole al Señor que se acuerde de ese país tan grande. Las puertas fueron bien cerradas. Cuando partí en 1949, teníamos aproximadamente tres millones de cristianos en China. Ahora he leído en el periódico de Hong Kong que hay más de treinta millones. En todo China, dondequiera que el evangelio es dado, las personas se convierten al Señor. Ésta es la respuesta del Señor a las oraciones que ofrecieron los misioneros, el hermano Nee y también muchos de nosotros. Esto es una misericordia.

Incluso aquí en este país los chinos responden si uno los invita. Ellos vendrán y creerán. La mayoría de ellos es gente profesional; no son personas incultas.


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