Cristo todo-inclusivo, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-626-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Llegamos ahora a los últimos aspectos: el hierro y el cobre. Creo que usted está familiarizado con la secuencia de la Epístola a los Efesios. El primer capítulo nos relata todas las bendiciones que hemos recibido en Cristo. Luego, el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto están relacionados con las riquezas de Cristo. Este es el único libro en que se usa la expresión “las inescrutables riquezas de Cristo” (3:8). Después de contar todas estas riquezas, llegamos al capítulo 6, el final del libro. Allí vemos la batalla, la guerra. El último punto del libro de Efesios es la guerra espiritual. Cuando usted llegue al capítulo 6 de Efesios en la experiencia espiritual, habrá tenido un disfrute abundante de las riquezas de Cristo, habrá experimentado al Cristo de los capítulos del 1 al 5. Como le ha disfrutado hasta tal grado, y debido a la necesidad de tener el edificio de Dios y el gobierno divino, usted debe pelear la batalla espiritual. Cuando llegue a este punto, será capacitado para pelear, y habrá madurado en la vida de Cristo. En la experiencia de las riquezas de Cristo, debe pelear y puede pelear.
Inmediatamente después de ser llevados al campo de la batalla en este capítulo, leemos estos términos: yelmo, coraza, escudo, espada, etc. Hablando figuradamente, ¿de qué está hecho el yelmo? y, ¿de qué está compuesta la coraza? Ciertamente no están constituidos de un material suave o frágil. En el relato de 1 Samuel 17 se ve un guerrero gigante cubierto de bronce. Su cabeza, su pecho, sus rodillas y sus piernas estaban protegidos con bronce. Y la espada con el cual peleó estaba hecha de hierro. Los últimos aspectos de las riquezas de Cristo son el hierro y el cobre o el bronce, porque la última etapa de la experiencia cristiana es la guerra espiritual. En la batalla necesitamos el cobre y también el hierro.
¿Cuáles elementos de Cristo representan el hierro y el cobre? Se nos dice que Cristo regirá a las naciones con una vara de hierro. Por lo tanto, el hierro representa la autoridad de Cristo. El tiene plena autoridad sobre todo el universo. Le fue dada toda potestad en el cielo y en la tierra. Fue exaltado hasta los cielos, a la diestra de Dios y fue hecho Cabeza sobre todas las cosas. El tiene el hierro. La vara de hierro está en Su mano. Esto está muy claro.
Entonces, ¿qué aspecto de Cristo tipifica el cobre o el bronce? El bronce representa el juicio de Cristo. Pero debemos comprender que todo Su poder y autoridad para juzgar proviene de las pruebas que sufrió. Cuando estuvo aquí en la tierra, pasó por toda clase de pruebas y sufrió toda clase de dificultades. Sus pies son como bronce bruñido, refinado en el horno. ¿Qué representan los pies? Representan el andar, la vida en la tierra. El andar y la vida del Señor en la tierra fueron refinados, bruñidos, probados y juzgados por Dios. Incluso fueron probados por el enemigo y por la humanidad. Por medio de todas estas pruebas, la vida y el andar del Señor fueron probados y salieron perfectos, brillantes y radiantes. Por medio de esto, Cristo ha sido capacitado para juzgar a otros, porque primero El mismo fue probado, juzgado y refinado. Está equipado no solamente con bronce, sino con bronce refinado y brillante. El tiene la base y el derecho de juzgar.
¿Cómo podemos aplicar esto? A veces al seguir al Señor, o tal vez al servirle, o al estar en camino a una reunión para ministrar, nos viene a la mente un pensamiento de cuán sucios y cuán pecaminosos somos. En tal momento, ¿qué hacemos? Claro, le pedimos al Señor que nos cubra con Su sangre preciosa y que nos cubra la mente con El mismo. Pero, ¿entiende qué es esto? Esto es el yelmo hecho de bronce. Nos damos cuenta de que el Señor es perfecto y brillante, Aquel que ha sido puesto a prueba y probado. Entonces, por fe ejercitamos nuestro espíritu y decimos al enemigo: “Satanás, estoy sucio, soy pecador; pero, alabado sea mi Señor, El es perfecto, El es Aquel que ha sido puesto a prueba y aprobado, y El es mi protección, ¡El es el yelmo para mi cabeza!” Podemos ejercitar nuestro espíritu por fe para aplicar a este Cristo probado, aprobado y perfecto, como el yelmo para nuestra cabeza.
¿Tiene usted experiencias como ésta? Creo que sí, pero no las entiende claramente. Debe aprender a aplicar a Cristo en esta forma con un corazón iluminado.
Conozco la sutileza del enemigo. Hace más de treinta años, cuando yo era joven, por la gracia del Señor le amaba grandemente. Muy temprano por la mañana me iba a cierta montaña a cantar himnos, leer las Escrituras y orar, muchas veces con lágrimas de amor y gozo. ¡Oh, la comunión era muy dulce, y la presencia del Señor muy rica! Pero al bajar de la montaña, entraba en mi mente toda clase de pensamiento. Todas las mañanas pasaba lo mismo. Al principio pensaba que había algo mal en mí. Me confesaba delante del Señor y le pedía perdón. Pero, alabado sea el Señor, después de unos pocos días, lo entendí y dije: “¡No! Esto no proviene de mí. Amo mucho al Señor, leo y oro Su Palabra, he tenido una comunión tan excelente con el Señor, ¿cómo es posible que estas cosas provengan de mí? Tienen que ser del enemigo”. ¿Sabe lo que hice? Amenacé al enemigo con mi puño. Esa fue mi manera de pelear la batalla.
Después de algún tiempo, supe que hay un yelmo para mi cabeza, o sea, que una parte de la armadura de Dios es un yelmo. En esa ocasión aprendí una lección. Cada vez que tales pensamientos venían a turbarme, yo decía: “¡Señor, cúbreme con Tu yelmo! ¡Aleluya! ¡Tú eres el Victorioso! ¡Tu sangre preciosa es la sangre victoriosa! ¡Cúbreme, Señor! ¡Te alabo, Señor!” Obtuve la victoria. Más tarde entendí claramente por qué el Señor podía ser para mí una cubierta tan eficaz. Debido a que El fue probado y la humanidad, y porque salió perfecto, brillante y radiante; El es el bronce, el bronce bruñido; El tiene la habilidad, la fuerza, la capacidad, y la base para resistir todos los ataques. Cuando el enemigo se encuentra con este Cristo perfecto, huye. Nunca pelee la batalla por sí solo; no es asunto suyo. La batalla es del Señor.
Cuando era muy joven, oí una historia que no he podido olvidar. Me ha ayudado grandemente. El padre de una niña tenía un amigo cristiano que un día fue a verlo para tener comunión. La niña los escuchaba. Ese señor estaba muy preocupado. Le dijo al padre que continuamente era vencido por el enemigo. Finalmente, la niña ya no pudo callarse. Exclamó: “Señor, ¡a mí nunca me vence el enemigo! Usted es mucho más grande que yo y siempre pierde la batalla, ¡pero yo siempre la gano!” El amigo le dijo: “Oh, ¿qué significa esto?” Con asombro la miró y le dijo: “Dime, ¿cómo ganas la batalla?” La niña le respondió: “Oh, es muy fácil. Cuando el enemigo viene y toca a mi puerta, le pregunto: ‘¿Quién toca?’ El dice: ‘Soy Satanás’. Luego le digo: ‘Está bien, ¡espera! ¡Voy a llamar a Jesús!’ Y lo hago. Luego el enemigo dice: ‘Olvídelo, ya me voy.’ Y huye. Así lo hago. Es muy fácil ganar la batalla”.
Si esta historia es cierta o no, no lo sé, pero de una cosa estoy seguro: si usted intenta pelear la batalla por sí solo, seguramente la perderá. Pero cuando va a la batalla con Cristo y ejercita su fe para aplicarlo, sin duda alguna la ganará. Cristo es el probado y aprobado. El es su cubierta. El enemigo no puede decirle ni hacerle nada. Aprenda a aplicarlo como su cubierta.
El Señor ha sido probado a lo sumo. Ahora El es Aquel que ha sido capacitado para juzgar a otros. Tiene el bronce; tiene la cubierta.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.