Vida necesaria para la predicación del evangelio elevado, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-861-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En Génesis 1 vemos que el hombre tiene la imagen y el dominio de Dios. Luego en Génesis 2 vemos el árbol de la vida (v. 9). Al leer a través de la Biblia sabemos que el árbol de la vida es un símbolo de Cristo. Cristo es el árbol de la vida. Juan 1:4a dice: “En El estaba la vida”, y 10:10b dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. En Juan 14:6a el Señor dijo: “Yo soy ... la vida”. También en Juan 15 dijo que El es la vid. Cristo es el árbol y la vida. Por tanto, Cristo es el árbol de la vida.
Entonces, aparte de las dos palabras imagen y dominio, tenemos otra palabra crucial: vida. Para poder hacer algo, se necesita la vida apropiada. El perro ladra porque tiene la vida del perro, la cual es una vida que ladra. El gato es capaz de atrapar ratones debido a la capacidad de la vida del gato, pero nosotros no tenemos esa capacidad. Del mismo modo, si queremos expresar a Dios y ejercer Su autoridad, necesitamos la vida apropiada. La vida humana no sirve para expresar a Dios ni para ejercer Su autoridad. Pero la vida humana puede recibir otra vida que es capaz de expresar a Dios y de representar a Dios. La vida de todos los animales, como por ejemplo la vida del perro, la del gato, o la de un pájaro, no puede recibir otra vida. Dios no los creó así. Pero Dios sí nos creó a nosotros de una forma que podemos recibir otra vida. Esta vida es la vida eterna de Dios mismo, que es Cristo.
Dios nos creó con un espíritu humano que como órgano receptor recibe a Dios mismo para que sea nuestra vida. La vida humana no es capaz de expresar a Dios ni puede ejercer la autoridad de Dios. Pero la vida humana sí puede hacer una cosa, a saber, recibir la vida que es capaz, la vida eterna (1 Jn. 1:2). “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (5:12). Esta es la única vida representada por el árbol de la vida.
Cristo vino y se presentó a Sus discípulos como vida. El le dijo al pueblo que había venido para que ellos tuvieran vida y para que la tuvieran en abundancia (Jn. 10:10b). En Mateo el mensaje fue: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (3:2). Pero en Juan el mensaje fue: “El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (3:3). Tanto Mateo como Juan hablan del reino. Mateo trae el aspecto del reino como algo exigido o requerido de nosotros. Si queremos tener el reino de los cielos, tenemos que satisfacer sus requisitos. Cuando leemos Mateo 5—7, tal vez queramos darnos por vencidos, porque nuestra vida humana no puede llevar a cabo lo que el Señor dice aquí. Cuando alguien le abofetee en su mejilla, ¿está dispuesto usted a volverle la otra mejilla (Mt. 5:39)? Temo que usted se pondría a pelear inmediatamente. Esto significa que no está en Mateo sino en la ley de Moisés (v. 38).
Después de Mateo debemos ir al Evangelio de Juan. Juan también trae el asunto del reino, no con sus requisitos sino con el cumplimiento de esos requisitos. El cumplimiento del requisito del reino es Cristo como vida. Usted no puede lograrlo, pero cuando Cristo entra en usted, El lo puede lograr. Mateo da requisitos y exigencias, mientras que Juan proporciona y suministra. Si no sabe cuánto requiere Mateo de usted para poder obtener el reino, nunca apreciará cuánto Juan le proporciona para que pueda satisfacer el requisito del reino. Primero tenemos Mateo y luego, Juan. Mateo requiere demasiado de nosotros, y hace que nos desilusionemos. Pero Juan nos dice: “No te desilusiones. Yo estoy aquí. Yo puedo darte el suministro para satisfacer la exigencia que Mateo pone sobre ti. Cualquier cosa que Mateo requiera de ti, Yo lo puedo hacer por ti”.
¿Usted piensa que puede expresar a Dios? ¿Piensa que puede ejercer la autoridad de Dios? Necesita una vida alta, aun la vida más elevada. Necesita a Cristo. Cristo es la vida (Jn. 14:6; Col. 3:4), no la enseñanza. Ninguna enseñanza puede hacer que usted le vuelva la otra mejilla a quien lo golpea. Pero hay uno quien es la vida y que tiene la capacidad de hacerlo en usted. El es Cristo. “El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3). Una vez que nacimos de nuevo y tenemos a Cristo como vida, vemos el reino, el dominio, la autoridad, de Dios. Espontáneamente, lo que somos, hacemos y decimos, expresa a Dios.
Por tanto, sin Cristo todo es vacío. Sin Cristo todo es vanidad. El significado del universo es el hombre, y el significado de la vida humana es Cristo. A pesar de que el significado del universo es el hombre, sin Cristo él no tiene contenido ni realidad. Sin Cristo, el hombre es meramente un recipiente vacío. El hombre como recipiente vacío necesita que Cristo sea su contenido. Por eso, tenemos que abrirnos a Cristo y recibirlo como nuestra vida. Alabado sea el Señor porque ya muchos de nosotros hemos hecho esto. Pero el problema es éste: después de recibir a Cristo, no vivimos por El. Todavía vivimos por nosotros mismos. Supongamos que usted va a la playa y es rechazado y perseguido por alguien. Si usted razona en su mente, irá a la ley de Moisés. En lugar de razonar en su mente, necesita decir: “Oh Señor”. Cuando invoca el nombre del Señor, entra en el Evangelio de Juan. El mismo Cristo quien es su vida llegará a ser vital para usted.
Por consiguiente, todos tenemos que practicar una cosa, esto es, no vivir por nosotros mismos, sino siempre vivir por Cristo. Para vivir por Cristo es necesario olvidarse de ser religioso y espiritual. Usted tiene que abrir su ser todo el tiempo e invocar Su nombre. No guarde nada religioso ni espiritual en su mente. Entonces usted verá que El es el Cristo inmediato, presente, al día, y de momento a momento. El es Cristo ahora mismo. En el momento en que la gente lo rechace y lo persiga a usted, El es el Cristo. No guarde tantas doctrinas en su mente. Las doctrinas no funcionan. Sólo Cristo funciona. Este Cristo es el Cristo vivo. El no es el Cristo doctrinal ni el Cristo de enseñanzas, sino el Cristo que es tan presente, verdadero y práctico como el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Sencillamente invoque Su nombre.
En conclusión, debemos tener en mente que si queremos expresar a Dios y ejercer Su autoridad, necesitamos que Cristo sea nuestra vida. También tenemos que darnos cuenta que Cristo actualmente es el Espíritu vivificante. El es el Espíritu viviente que está con nosotros todo el tiempo. El es presente, prevaleciente, disponible e inmediato. No importa dónde usted esté, en cuál situación esté, sea que usted está hablando con alguien o que alguien está hablando con usted, olvídese de sí mismo y de sus razonamientos; sencillamente ábrase a El y diga: “Oh Señor Jesús”. Sólo disfrútelo. El es su vida y su contenido. El es el significado de su vida humana.
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