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Manejo de la iglesias por parte de los ancianos, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7182-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 15 Sección 3 de 5

III. SER DILIGENTE

Además de esto, un anciano no debe ser perezoso. Un anciano perezoso en una iglesia local pone a esa iglesia bajo maldición. Podemos comparar esto a lo que sucede en una familia; si los padres son perezosos, esto es un castigo para los hijos. Los ancianos deben tener un carácter diligente. Todo lo que está en las manos de un hombre perezoso se retrasará y no se puede depender de ello. Todos los que saben trabajar saben que el éxito en cualquier tarea que se haga depende de lo bien que se aproveche el tiempo. ¿Qué es la oportunidad? La oportunidad es el buen aprovechamiento del tiempo. Cuando usted aprovecha bien el tiempo, aprovecha una oportunidad. Pero si deja que el tiempo pase, perderá la oportunidad. Quien aprovecha bien el tiempo es una persona diligente.

Si usted lee todo el Antiguo Testamento y luego todo el Nuevo Testamento, comprobará que todo el que sirve al Señor tiene un carácter particular, a saber, un carácter diligente. Si usted quiere manejar bien la iglesia, debe ejercitarse para tener un carácter diligente. Una vez que un asunto es puesto en sus manos, no debe ponerlo en el estante. Todo lo que sea puesto en nuestras manos debe llevarse a cabo diligentemente.

Un carácter diligente se desarrolla en un noventa por ciento por medio de los hábitos. Algunas personas no son perezosas por nacimiento, pero han desarrollado un hábito de pereza. Como resultado, tienen un carácter perezoso. La pereza es un asunto muy serio. Si usted le da cabida a la pereza, ésta lo hará más perezoso. Es por ello que Salomón dijo que el perezoso mete su mano en el plato y ni aun a su boca la llevará. ¡Considere hasta dónde puede llevar la pereza a una persona! Cada vez que leo cómo Salomón describe la pereza en Proverbios, no puedo evitar reírme. Él describió cómo el perezoso es bueno para inventarse excusas. Por ejemplo, si usted le pide a un hombre de esta índole que haga un mandado, para lo cual tiene que salir a la calle, él le dirá que no quiere salir a la calle porque hay un león en el camino. Cada vez que leo esto, siempre me río. ¡Ésa es una muy buena excusa! Usted quizás recuerde otra manera en que él describe al perezoso, diciendo que él da vuelta en su cama, como la puerta sobre sus quicios. Todas éstas son descripciones que Salomón da. Él nos mostró que si hacemos de la pereza nuestro hábito, ésta podrá ser muy perjudicial.

Quisiera decirles a los hermanos y hermanas que si desean vencer su pereza y cultivar el hábito de la diligencia, deben empezar con sus asuntos personales, grandes y pequeños. En algunos lugares les dije esto a los jóvenes: “Si yo veo que sus zapatos están sin lustrar y llenos de polvo, sabré que son perezosos”. Tal vez digan que no tienen tiempo, pero eso es una excusa. Debo decirles que sí tienen tiempo, por poco tiempo que tengan. Sólo se tardan unos segundos en limpiar un par de zapatos. Hay un viejo dicho que dice: “La pereza y la suciedad son hermanas gemelas”. Cada vez que encuentren un lugar que está sucio, saben que allí ha estado un perezoso. ¿Qué es la suciedad? La suciedad es dejar todo como está. Cuando usted visita algunas iglesias, encuentra que la condición allí es de suciedad. Cuando hablo de suciedad, no me refiero a algo inmundo o asqueroso; más bien, me refiero a las cosas que están desarregladas, desordenadas, y que no están bien manejadas. Esta condición simplemente demuestra que los ancianos allí son perezosos.

He estado en algunas iglesias locales y he conocido algunos ancianos que, si les sugiero tener algunas reuniones los martes, jueves y sábados por la noche, tuercen el gesto y dicen: “Me temo que los hermanos y hermanas no van a poder sobrellevarlo”. Permítanme decirles que quienes no pueden sobrellevarlo no son los hermanos y hermanas, sino los ancianos. Ellos tal vez digan: “Tener reuniones los martes, jueves y sábados tal vez es demasiado. Quizás podríamos tener reuniones sólo los martes y los jueves”. Entonces les pregunto: “¿Qué debemos hacer en esas reuniones? ¿Debemos orar, estudiar la Palabra o tener comunión?”. Los perezosos siempre consiguen lo que quieren. Tal vez digan: “Una hora y media es demasiado. Una hora es suficiente, con media hora para orar y media hora para estudiar la Biblia. Así, podemos estudiar la Palabra y podemos orar, y hacemos ambas cosas al mismo tiempo. Esto también les ahorrará el tiempo de viaje a los hermanos y hermanas”. Esto suena muy bien, pero cada vez que escucho estas cosas meneo la cabeza y me digo a mí mismo: “Esta iglesia se halla en problemas porque los ancianos son perezosos”.

También he conocido gente diligente. Por ejemplo, uno puede ir a una iglesia local y decirles a los ancianos allí: “Lo mejor sería que tuviéramos dos reuniones cada semana, los martes y los jueves”, a lo cual responden: “Hermano, ¿y qué de los sábados?”. Usted puede notar que ponen cara de asombro. Si usted dice: “Me temo que ya va a ser demasiado”, ellos dirán: “Hermano, eso no es ningún problema; podemos reunirnos todas las noches”. Esto les permite ver que con respecto al mismo asunto, los diligentes y los perezosos responden con diferentes tonos y sugieren diferentes cosas. Un hombre perezoso tiene un punto de vista perezoso, mientras que otro que es diligente tiene un punto de vista diligente.

Además, si usted pone algo en manos de un hombre perezoso, sin duda él hará que algo importante parezca insignificante, y que un asunto pequeño parezca no tener ninguna importancia. Pero si ponemos el mismo asunto en manos de un hombre diligente, él producirá algo de la nada, y convertirá algo pequeño en algo grande. Cuanto más él ponga sus manos en las cosas, más cosas habrá. Si no me cree, simplemente ponga esto a prueba. A veces un hermano o hermana viene para darme consejos y me dice: “Hermano Lee, trate de hacer las Escrituras un poco más sencillas”. Entonces le contesto: “¿Quiere que sea un hombre perezoso? Yo podría ser muy sencillo y terminar el libro de Números en quince minutos. El primer capítulo habla acerca de formar un ejército, y el último capítulo trata sobre las ordenanzas acerca de la herencia de las mujeres en el oriente del río Jordán. Así pues, ¡el libro de Números consiste simplemente en formar el ejército y en repartir la herencia!”.

Recuerden que cualquier cosa en este mundo puede ser simplificada al punto de poder terminarse en una hora. Asimismo, puede también extenderse al punto de durar toda una vida. El rango es muy amplio. Todo depende de si usted es diligente o perezoso. Cuando una persona diligente resuelve el problema de un hermano, lo resuelve diligentemente, y no de una manera simple. Pero cuando un hombre perezoso trata de resolver el mismo problema, lo hace con pereza; para él, todo es fácil y se puede hacer rápidamente.

Puedo decirles que soy una persona que a menudo escribe cartas y recibe mucha correspondencia de los hermanos y hermanas. A veces, después de echar un vistazo a la carta de un hermano, no puedo evitar reírme. Para mí, habría sido mejor que ese hermano me enviara un telegrama en vez de una carta. Si usted le preguntara por qué escribe tan breve, le diría que no tiene nada que decir, y que basta con lo que ha escrito. Esto es pereza. Todo el que no sea perezoso encontrará mucho de qué escribir.

Una vez, un hermano que estaba a cargo del dormitorio de los colaboradores habló con otros en mi presencia: “Quienquiera que se encargue del manejo del dormitorio de ningún modo podrá tolerar al hermano Lee. Hoy él viene y pide que cambien todas las sábanas y muevan de lugar los escritorios. Al siguiente día, pide que den vuelta a todos los colchones. Sencillamente no puedo soportarlo”. Sin embargo, yo quisiera decirles a ustedes que no se trata de poder tolerar algo o no; más bien, es una cuestión de pereza o diligencia. Si usted es perezoso, no podrá tolerar el trabajo más liviano; pero si es diligente, aun el trabajo más pesado le será aceptable.

Si usted visita una iglesia local, se dará cuenta de si los ancianos allí son diligentes o perezosos. A veces, cuando uno va a una iglesia local y observa la condición allí, se entera de que el evangelio no ha sido predicado como debiera ser predicado, y que los santos no han sido edificados como debieran ser edificados. Las visitas tampoco se han hecho como debieran hacerse, y muchos de los hermanos que han dejado de reunirse no han sido buscados como debieran ser buscados. A pesar de todas estas cosas, los ancianos sienten paz día tras día. Cuando consideran las reuniones, desearían que el tiempo de reunión fuese acortado de hora y media a una hora. Estos ancianos son como obreros que han sido contratados. Todo el que maneja su propia tienda o el que trabaja en una oficina tiene que tomar en serio su trabajo; tiene que trabajar con paciencia y con suma diligencia. Si su trabajo le requiere nueve horas, le dedica diez horas; si le requiere diez horas, le dedica doce horas; y si le requiere doce horas, le dedica quince horas. Esto es lo que yo vi con los chinos que viven en el extranjero en el Sudeste Asiático. En la mañana, antes que lleguen los empleados, ellos llegan temprano a su negocio y son los primeros en empezar a trabajar. Ellos se quedan hasta las 11 p. m. o hasta las 12:00 a. m. No es de extrañar que tengan éxito en su negocio.

Hermanos, nunca piensen que lo único que tienen que hacer al velar por la iglesia es orar un poco y esperar delante del Señor un poco, y después esperar que Dios lo haga todo por ustedes. No existe tal cosa. Dios jamás hará tal milagro. Encargarse del manejo de la iglesia es como encargarse del manejo de una familia. Todas las hermanas que manejan sus casas saben que no importa si la casa es grande o pequeña, nunca logran terminar su trabajo, aun cuando inviertan todo su tiempo en él. Sin embargo, es posible que una persona no haga nada en la casa, y a pesar de ello lo llame su hogar. Pero hay una gran diferencia entre un hogar y otro. Del mismo modo, una iglesia es una iglesia, independientemente de si está bajo el manejo de hermanos diligentes o perezosos; no obstante, puede haber grandes diferencias entre una iglesia y otra.

Cuando una iglesia está en manos de ancianos que son perezosos, es imposible para esa iglesia avanzar. No importa cuántas verdades, principios y métodos les sean confiados a los hermanos, la iglesia aún no podrá avanzar, porque la pereza lo arruina todo. Por lo tanto, todo anciano debe ejercitarse para ser diligente. Cuando alguien llega a ser anciano, no está allí simplemente para marcar el paso, sino para negociar. Al negociar, la preocupación de una persona no es el tiempo. Siempre que se le presenta algún asunto, tiene que resolverlo y manejarlo diligentemente.

El resultado de esta diligencia es que la persona más débil llega a ser la más exitosa. Hay un proverbio chino que dice: “Mejor es avanzar lentamente que quedarse quieto”. Aunque usted sea muy tímido, mientras sea diligente para vigilar y manejar, verá cómo la iglesia es guiada en su debido orden y conducida por el buen camino. Por otra parte, si los ancianos son perezosos, todo se verá impedido. Por muy espiritual que sea un anciano, ello de nada servirá. Cuando una iglesia es puesta en manos de una persona perezosa, está condenada a permanecer en desolación.


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