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Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1502-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 20 Sección 1 de 4

CAPÍTULO CUATRO

LA VIDA DE ORACIÓN

En todo lo que hagamos, necesitamos la vida correspondiente para poder lograrlo. Es un hecho que solamente una vida en particular puede hacer algo en particular. La oración no es la excepción a esta regla. La oración es un asunto extremadamente espiritual, santo y trascendente; por tanto, requiere una vida en particular, aún más de lo que requieren otras cosas. Para orar apropiadamente no sólo debemos prestar atención al comportamiento exterior, sino que debemos ir más profundo para conocer la vida interior de oración. Cuando era joven, leí varios libros acerca de la oración y recibí cierta ayuda en aquel entonces. Gradualmente, al avanzar unos pasos en el Señor, me di cuenta que esa ayuda era muy superficial y sin mucho peso espiritual. Cada vez más he llegado a ver que la oración no es un asunto de comportamiento exterior, sino que es algo totalmente interior. Por tanto, debemos conocer las condiciones necesarias para orar apropiadamente. Vimos en el capítulo 3 que el hombre debe ser apropiado y recto ante Dios. También es necesario prestar atención a la condición interior del hombre, es decir, a la vida de oración dentro del hombre.

I. ESTA VIDA ES LA VIDA DE DIOS
DENTRO DE NOSOTROS

Ya que somos salvos, tenemos a Dios viviendo en nosotros como nuestra vida. Esta vida es la vida de oración dentro de nosotros. La primera función de esta vida, su característica y capacidad, es la oración. Por tanto, después de ser salvo, lo que más le gusta hacer a un cristiano apropiado es orar. Por ejemplo, es característico que a un pato le guste nadar en el agua. Si usted lanza a un pollo y un pato al agua, el pollo saldrá corriendo apresuradamente, mientras que el pequeño pato entrará prontamente al agua para nadar. Esto es así porque el amor por el agua es característico de la naturaleza del pato. Del mismo modo, la vida de Dios dentro de nosotros tiene una característica, que es el gusto por la oración. Todos los creyentes genuinos son así. Si dejan de orar por tres días, no se sienten bien interiormente. Si dejan de orar por una semana, se sienten aún peor. Si dejan de orar por un largo período de tiempo, se sentirán como si hubieran perdido algo o como si algunos seres queridos hubieran muerto. En cambio, siempre que oran se sienten bien interiormente, porque una característica de la vida que hay dentro de ellos es que le gusta orar. Esta vida no solamente exige la oración, sino que también tiene la habilidad de orar.

De hecho, no podemos enseñarle a nadie cómo orar. Lo único que podemos hacer es indicarles el camino, pues la verdadera habilidad para orar se halla escondida en la vida que tiene el creyente. En tanto que una persona es salva, posee una vida con tal función dentro de su ser. Ciertamente enseñamos a los hermanos y a las hermanas a orar, pero recuerden, por favor, que sólo podemos enseñarles externamente, porque dentro de ellos existe una vida con tal función. Por ejemplo, no podemos enseñarle a un perro a hablar. No importa cuánto nos esforcemos, será en vano, porque dentro del perro no existe la habilidad para hablar. Tal habilidad no se encuentra en la vida animal, sino únicamente en la vida humana. Si siempre hablo con ingleses, seguramente después de cinco o seis meses podré hablar un inglés muy fluido. Sin embargo, es posible que haya gatos y perros en nuestro hogar que han estado con nosotros por muchos años, pero no pueden hablar ni una sola frase, porque no tienen tal capacidad dentro de ellos. De igual modo, no importa cuánto intenten enseñarle a una persona incrédula a orar, ella no podrá orar, ni le gustará orar, y le molestará siempre que vea a los cristianos orando. De hecho, unos amigos me dijeron que siempre que nos veían arrodillarnos para orar, se sentían incómodos. No entienden que somos nosotros los que nos habríamos sentido incómodos si no hubiéramos orado. El Dios que hemos recibido ha llegado a ser nuestra vida interior, y esta vida tiene una función, la cual es orar. Si no restringimos esta vida, sino que le damos la libertad y la oportunidad de funcionar, entonces no sólo tendrá deseos de orar, sino que de hecho orará.

Por supuesto, tal como un hombre necesita adiestramiento para hablar, también el creyente necesita adiestramiento para orar apropiadamente. Sus oraciones mejorarán rápidamente con cierta instrucción, pero esto es por completo otro asunto. Debemos entender que es la vida de Dios dentro de nosotros la que se convierte en nuestra vida de oración. Por tanto, si deseamos ser hombres de oración, debemos aprender a vivir siempre en Dios. Cuanto más vivimos en Dios, más se manifestará la característica de esta vida, y más desearemos orar. Esta vida dentro de nosotros tiene una característica que nos da el deseo de orar, una capacidad que nos habilita para orar, y una exigencia de que vivamos en Dios. Así que, la oración es un asunto de vida.

Al ayudar a los nuevos creyentes, necesitamos recalcarles fuertemente que la oración no es una mera actividad exterior, sino que es un asunto interior de vida. La oración es el producto de las características y capacidades de cierta vida, y esta vida es la propia vida de Dios. Por tanto, Dios requiere que siempre vivamos en Su vida. Siempre que la comunión entre nosotros y Dios se interrumpe, esta vida en nosotros entra en una condición semimuerta; por consiguiente, no nos complace orar y casi ni podemos orar. Debemos restaurar la comunión con Dios y vivir en Él, logrando que resucite la vida dentro de nosotros. Así, espontáneamente tocaremos el sentir de oración interior, tendremos el deseo e interés de orar y poseeremos la habilidad para orar. Sabremos qué decir y cómo decirlo, y también sabremos orar con las palabras que pueden tocar el trono de Dios y llegar al centro mismo de Su corazón. Otros tal vez no puedan enseñarles, pero ustedes saben en su interior cómo hacerlo, pues esto es un asunto de la vida interior. La vida dentro de ustedes tiene la habilidad para capacitarles para orar. Por supuesto, si siempre oran con los que oran apropiadamente, automáticamente seguirán su manera de orar. Del mismo modo, si siempre están con personas del norte, hablarán con un acento norteño; pero si permanecen con las personas del sur durante mucho tiempo, entonces hablarán con un acento sureño. Esto es inevitable.


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