Estudio-vida de Filipensespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0338-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el versículo 3, Pablo continúa diciendo: “Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos por el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne”. En este caso específico, la circuncisión se refiere a los creyentes neotestamentarios, quienes verdaderamente fueron circuncidados por la crucifixión de Cristo. Ellos son completamente diferentes de los judaizantes, pues sirven como sacerdotes por el Espíritu de Dios, no por las ordenanzas de la ley; se glorían en Cristo, no en la ley; y no tienen confianza en la carne, sino en el Espíritu.
En los versículos 2 y 3 vemos un triple contraste: el contraste entre los creyentes que sirven por el Espíritu de Dios y los perros; entre los creyentes que se glorían en Cristo y los malos obreros; y por último entre los creyentes que no confían en la carne, y los mutiladores del cuerpo. Mientras que los judaizantes vivían por su naturaleza caída, los creyentes de Cristo sirven por el Espíritu de Dios. Esto significa que el Espíritu de Dios está en contraste con la naturaleza de los “perros”. Los judaizantes hacían obras malignas, e incluso se gloriaban de ellas; en cambio, los verdaderos creyentes se glorían en Cristo. La palabra “gloriarse” implica jactarse y regocijarse. Nosotros no nos gloriamos ni nos regocijamos ni nos jactamos de las obras que hacemos en público, ni de nuestro propio comportamiento, sino únicamente en Cristo. Finalmente, los judaizantes tenían puesta su confianza en la carne, mientras que los verdaderos creyentes no tenemos ninguna confianza en la carne.
La carne mencionada en 3:3 incluye todo lo que somos y tenemos por naturaleza. El hecho de que los judaizantes confiaran en la circuncisión, indica que su confianza se basaba en la carne, y no en el Espíritu. En lugar de confiar en el Espíritu, ellos confiaban en sus cualidades naturales, en lo que eran por naturaleza, es decir, en el hecho de que eran judíos. Por el contrario, Pablo declara que nosotros, los que creemos en Cristo, no tenemos ninguna confianza en la carne, sino única y exclusivamente en el Señor.
¡Qué contraste tan marcado hay entre los versículos 2 y 3! Nosotros servimos por el Espíritu de Dios, nos gloriamos en Cristo y no confiamos en la carne, sino únicamente en el Señor. Ya que rechazamos nuestra vieja naturaleza, somos la verdadera circuncisión. Negar o rechazar la carne es la verdadera circuncisión, es la manera en que verdaderamente cortamos la carne. Esto es lo que revela Colosenses 2:11.
Conforme a los versículos del 4 al 6, Pablo había sido un modelo entre los judaizantes: “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, llegué a ser irreprensible”. Pablo había sido un judaizante muy activo, y sus logros eran sobresalientes.
Pablo, quien anteriormente se había destacado como judaizante, tenía más que ningún otro motivos para confiar en la carne. En Gálatas 1:14, él dijo: “Aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres”. En realidad, Pablo había sido el “mejor perro” de entre los judaizantes.
En el versículo 5 Pablo declara que él fue circuncidado al octavo día. Este era el día en que un verdadero israelita debía ser circuncidado (Gn. 17:12). Eso lo distinguía de los ismaelitas y de prosélitos, quienes eran circuncidados posteriormente. Pablo era un judío típico; no era un prosélito. Esto le había sido motivo de jactancia en el pasado.
Pablo pertenecía al linaje de Israel, el linaje llamado por Dios, los verdaderos descendientes de Abraham (Ro. 11:1; 2 Co. 11:22). El no era descendiente de los prosélitos, quienes habían sido injertados en el linaje del pacto de Dios.
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