Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6380-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 2 Corintios 13:14 se nos dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Aparentemente, éstos son tres asuntos, pero en realidad son tres aspectos de un solo asunto. El amor está en el corazón y es enteramente un asunto del corazón. La gracia procede de un corazón de amor. Cuando el amor que está en el corazón es despertado y manifestado, eso es la gracia. Por ejemplo, cuando vemos a una persona que es adorable, nuestro corazón la ama, y es posible que le regalemos algo. Este regalo, que es la manifestación del amor, es la gracia. Cuando esa persona recibe el regalo, entra en comunión y contacto con nosotros. A la postre, el amor, la gracia y la comunión son simplemente tres aspectos de una misma cosa.
De la misma manera, el corazón de Dios nos ama, éste es el amor de Dios. A partir del amor de Dios, se da una manifestación, la cual es que Él nos da a Su Hijo unigénito (Jn. 3:16). Juan 1:14 dice que este Hijo unigénito se hizo carne para fijar tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia. Este versículo no dice lleno de amor, sino lleno de gracia. El que Dios nos dé a Su Hijo es amor, y la venida del Hijo está llena de gracia. Por lo tanto, el amor llega a ser la gracia. La gracia no es un pago, sino un don gratuito que se nos da por amor. El amor que está en el Padre llega a ser la gracia en el Hijo. Por lo tanto, cuando el amor del Padre se expresa, eso es la gracia del Hijo. Sin embargo, es mediante el Espíritu Santo que la gracia llega a nosotros para que la recibamos y disfrutemos. Por lo tanto, Juan 20:22 y Hechos 2:4 nos muestran que el Dios Triuno que llega a nosotros es el Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo llega a nosotros, Él nos trasmite el amor del Padre y la gracia del Hijo para que sean nuestro disfrute y experiencia. El resultado de esto es que tenemos comunión con el Dios Triuno.
Por lo tanto, cuando el amor se manifiesta, llega a ser la gracia, y cuando nosotros recibimos la gracia, ésta llega a ser la comunión. Éstos son tres aspectos de una misma cosa. Asimismo, cuando Dios se expresa, Él es Cristo, quien es Dios hecho carne. Cuando recibimos a este Cristo, Él es el Espíritu porque lo que recibimos es el Espíritu Santo. Por lo tanto, no es posible experimentar a Cristo sin experimentar al Padre y al Espíritu. El Cristo que experimentamos es el Dios Triuno; el Dios a quien disfrutamos es el Dios Triuno; y el Espíritu Santo a quien hemos recibido es el Dios Triuno. El Padre es el Dios Triuno, el Hijo es el Dios Triuno, y el Espíritu es el Dios Triuno. Los Tres no deben ser divididos ni tampoco pueden. Esto es muy diferente de la enseñanza acerca de la Trinidad en la teología tradicional.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el Dios Triuno, y el Dios Triuno llega a nosotros como Espíritu. Damos gracias al Señor porque Él llega a nosotros como Espíritu y nosotros los seres humanos también tenemos un espíritu. La máxima expresión del Dios Triuno es el Espíritu, el Espíritu Santo. El Espíritu Santo primero vino a nosotros para santificarnos a fin de que pudiésemos ser salvos (1 P. 1:2). Luego, cuando somos salvos, Él entra en nosotros para ser nuestra vida. El Espíritu Santo entra en nosotros al entrar en nuestro espíritu. Podemos probar esto con varios versículos de las Escrituras. En primer lugar, Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. En este versículo se mencionan dos espíritus. El primero es el Espíritu, el Espíritu Santo, y el segundo es lo que es nacido del Espíritu, esto es, el espíritu humano. Cuando creemos en el Señor al arrepentirnos y confesarle nuestros pecados, somos perdonados y salvos. Una vez que somos salvos, el Espíritu de Dios inmediatamente entra en nosotros para regenerar nuestro espíritu. Por lo tanto, somos regenerados cuando el Espíritu del Dios Triuno entra en nuestro espíritu para ser nuestra vida. Ser salvos no es creer en una religión; más bien, consiste en recibir en nosotros otra vida además de nuestra vida humana que ya poseemos. Esta otra vida es la vida divina, que es Dios mismo. El Espíritu entra en nosotros para regenerar nuestro espíritu con la vida divina. Por lo tanto, lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
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