Visión que nos rige y nos regula según se halla en la Biblia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4973-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El secreto para experimentar los cinco pasos principales de la economía de Dios es el Espíritu vivificante. Después que Él llevó a cabo la obra redentora en la carne, Cristo fue resucitado. Después de Su resurrección, Él reunió los requisitos para ascender al cielo. Sin embargo, por causa de Sus discípulos, Él no ascendió a los cielos públicamente el día de Su resurrección. Más bien, en la noche del día de Su resurrección, regresó para estar con Sus discípulos, y se les apareció por un periodo de cuarenta días y les habló de lo tocante al reino de Dios (Jn. 20:19; Hch. 1:3), a fin de darles unas “clases privadas”. Luego, cuarenta días después, Él ascendió a los cielos públicamente ante los ojos de ellos.
Cristo era el Espíritu cuando ascendió al cielo; Él tenía un cuerpo, pero dicho cuerpo era un cuerpo espiritual. Esto es algo que no podemos comprender, pues nuestra mente es limitada. En la noche del día de Su resurrección, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, el Señor entró con Su cuerpo resucitado y se puso en medio de ellos, e incluso les mostró Sus manos y Su costado (Jn. 20:19-20). Esto no puede ser explicado científica ni físicamente, pero ¡sin lugar a dudas es la revelación divina! Él vino en la resurrección con un cuerpo espiritual. Lo primero que hizo al venir fue soplar en Sus discípulos y decir: “Recibid el Espíritu Santo” (v. 22). Éste es el Espíritu del cual se había hablado en Juan 7:39 y el Espíritu de realidad (14:17) prometido en los capítulos del 14 al 16. El Señor se impartió en Sus discípulos como vida y como el todo al infundir en ellos al Espíritu Santo por medio de Su soplo.
Desde ese día en adelante, Pedro experimentó un cambio. Anteriormente, Pedro siempre decía disparates y cosas equivocadas, y era reprendido cada vez que hablaba. Lo mejor que él dijo se halla en Mateo 16, el pasaje donde el Señor les preguntó a los discípulos: “¿Quién decís que soy Yo?”. Pedro le respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Inmediatamente después el Señor lo elogió, diciendo: “Bienaventurado eres [...] porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos” (vs. 15-17). Pedro habló palabras que contenían revelación; sin embargo, después volvió a decir disparates. Como resultado el Señor lo reprendió llamándolo “Satanás” (v. 23).
En Mateo 17 Pedro volvió a decir cosas equivocadas cuando el Señor se transfiguró. Él dijo: “Señor, bueno es que nosotros estemos aquí; si quieres, haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés, y otra para Elías” (v. 4). Moisés representa la ley, y Elías, a los profetas; ambos equivalen al Antiguo Testamento. Inmediatamente después de que Pedro dijo esto, de una nube salió una voz y dijo: “Éste es Mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; a Él oíd” (v. 5). Dios se complace en Su Hijo, no en Moisés ni en Elías. Después de escuchar estas palabras, Pedro se levantó y miró a su alrededor, pero no vio más a Moisés ni a Elías. Cuando alzó los ojos, vio a Jesús solo (v. 8). Eso fue una gran corrección para él.
En la noche en que el Señor Jesús fue traicionado, Él les dijo a Sus discípulos: “Todos vosotros tropezaréis por causa de Mí esta noche; porque escrito está: ‘Heriré al Pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas’”. Pedro respondió y le dijo: “Aunque todos tropiecen por causa de Ti, yo nunca tropezaré”. El Señor le dijo: “Esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces”. Pedro contestó: “Aunque me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré” (Mt. 26:31-35). Pedro era una persona que hablaba de manera disparatada, pero en Hechos 2 cuando se puso en pie, habló acertadamente desde el momento en que abrió la boca. Él pudo exponer las Santas Escrituras y explicar el Antiguo Testamento (vs. 14-21) porque el Señor había entrado en él como el Espíritu.
Así pues, vemos que desde entonces el Señor obró entre los discípulos, pero no en la carne, puesto que Él era completamente un Espíritu. En 2 Timoteo 4:22 Pablo le dijo a Timoteo: “El Señor esté con tu espíritu”. Este Señor es Aquel que se hizo carne, murió y resucitó para llegar a ser el Espíritu vivificante y, por tanto, puede estar con nuestro espíritu. Esto nos muestra que después de Su resurrección, todas las obras que el Señor llevó a cabo entre ellos y en ellos tenían que ver con el Espíritu divino que está con el espíritu humano.
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