Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1188-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Devolvámonos un poco para solucionar algunas dudas relacionadas con la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Examinemos primero cómo una de las dos aves de la ofrenda por las transgresiones se puede convertir en holocausto y cómo la otra puede presentarse como ofrenda por el pecado. Si leemos estos versículos limitados a la letra, no los entenderemos. Debemos acudir a nuestra experiencia, la cual nos será de mucha ayuda para entenderlos.
Observemos que no se menciona el holocausto cuando se trata del cordero para la ofrenda por las transgresiones. Unicamente se lo menciona al hablar de las dos tórtolas y los dos palominos. Un cordero tiene el debido tamaño para la ofrenda por las transgresiones; así que cuando ofrecemos a Cristo en dicha ofrenda, presentamos el tamaño normal de esa ofrenda. Por ejemplo, el papel de carta mide unos veinte centímetros por veintiocho. Si se usa papel más corto o menos ancho, ya no tiene el tamaño normal. El tamaño normal de un ofrenda por las transgresiones es el de un cordero, pero en muchas ocasiones no podemos ofrecer un cordero. Entonces ¿qué hacemos? Ofrecemos dos tórtolas o dos palominos. En otras palabras, deberíamos usar papel tamaño carta, pero como somos demasiado pobres y no tenemos lo suficiente, usamos un papel más pequeño.
Al no poder ofrecer un cordero, ofrecemos dos palominos. En ese caso, y debido a nuestra escasez, sentimos que el Señor Jesús es muy agradable y tierno. Aunque somos tan pobres que no podemos ofrecer un cordero, podemos ser aceptados si ofrecemos dos palominos. Esto nos infunde un sentir agradable y tierno. Cuando empezamos a sentir esto, brota el deseo de darnos incondicionalmente al Señor. Inmediatamente al menos la mitad de lo que ofrecemos al Señor por las transgresiones se convierte en holocausto.
El significado del holocausto es una entrega incondicional al Señor. El holocausto está dirigido exclusivamente al Señor, y a satisfacer a Dios. No se usa para expiar el pecado ni las transgresiones, sino para satisfacerlo a El. Repito que cuando ofrecemos a Cristo como ofrenda por las transgresiones, en una medida inferior a la normal, por ejemplo dos pequeños palominos, nos sentimos agradecidos para con el Señor por ser aceptos a pesar de nuestra pobreza e incapacidad de actuar como deberíamos hacerlo normalmente. Nos sentimos muy agradecidos, pues sentimos que el Señor es muy tierno con nosotros. En dado caso, en lo profundo de nuestro ser tenemos el sentir de que debemos darnos incondicionalmente al Señor. Esto significa que mientras disfrutamos a este Cristo que presentamos como ofrenda por las transgresiones, también lo disfrutamos, por lo menos en un cincuenta por ciento, como holocausto.
Muchas veces cuando he presentado a Cristo como ofrenda por las transgresiones y lo he hecho con una medida más reducida que la normal, me he sentido muy agradecido porque fui aceptado espontáneamente. Esto produjo en mí un sentir agradable de darme incondicionalmente a El. Al mismo tiempo me di cuenta de que no era capaz de hacerlo. Pero ¡le doy gracias a El porque El sí puede! El se dio incondicionalmente a Dios en mi lugar. Por lo tanto, oré espontáneamente: “¡Señor, gracias! Tú no eres solamente mi ofrenda por las transgresiones, sino también mi holocausto”. Este es el holocausto que proviene de la mitad de su ofrenda por las transgresiones, la cual es más pequeña que la ofrenda que normalmente ofreceríamos.
¿Cómo puede la ofrenda por las transgresiones convertirse en ofrenda por el pecado? Creo que podemos entenderlo fácil y lógicamente. Todas las transgresiones son fruto del mismo árbol. El árbol es el pecado, y todo fruto que proviene de dicho árbol también es pecado. El árbol es el padre, y todos los frutos son los hijos. Las transgresiones son las hijas del pecado y, por ende, también son pecado. Por consiguiente, la ofrenda por las transgresiones puede ser la ofrenda por el pecado porque la transgresión proviene del pecado. ¿De dónde vienen los chismes? Del pecado. ¿De donde procede la mentira? Del pecado. ¿De donde sale nuestra ira? Del pecado. En otras palabras, todas nuestras transgresiones provienen de un solo padre: el pecado. La transgresión es parte del pecado. Por lo tanto, la ofrenda por las transgresiones también es la ofrenda por el pecado.
Tal vez nos preguntemos por qué la Biblia hace una diferencia, y usa dos expresiones: la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Obviamente son diferentes. Los melocotones son muchos, pero el árbol es uno solo. El melocotonero representa el pecado, y los melocotones las transgresiones. La Biblia es muy lógica, pero nosotros a veces no la entendemos por carecer de la experiencia.
Cuando ofrecemos a Cristo como ofrenda por las transgresiones, vemos que en nuestra experiencia la transgresión proviene de nuestra naturaleza pecaminosa. En realidad, las transgresiones no pertenecen a otra categoría, ya que siguen siendo pecado. Por eso comprendemos que nuestra ofrenda por las transgresiones no es simplemente una ofrenda por las transgresiones, sino que también es una ofrenda por el pecado.
No busquemos excusas diciendo que tenemos poca fuerza ni tratemos de justificar el enojo con el que tratamos a nuestro cónyuge, diciendo que se debía a una pequeña debilidad. Tampoco pensemos que esparcir chismes es una pequeña debilidad. Entendamos que todas estas cosas provienen de nuestra naturaleza pecaminosa; de lo contrario, la ofrenda que presentemos a Cristo como ofrenda por las transgresiones no es completa. Si nuestra ofrenda por las transgresiones es completa, notaremos que aun el hecho de decir algunas palabras negativas acerca de un hermano proviene de nuestra naturaleza pecaminosa y es pecado. Por lo tanto, todo lo que ofrecemos llega a ser algo más que una ofrenda por las transgresiones; también es una ofrenda por el pecado.
Los cónyuges afrontan muchas circunstancias difíciles en su relación. Si le preguntan a mi esposa, ella podrá atestiguar que muy pocas veces me enojo. En un período de un año, quizás no pierda la calma ni una sola vez, aunque sí siento muchas cosas y muchos pensamientos me perturban con demasiada frecuencia. Muchas veces no me muestro muy contento con ella. Por ejemplo, a veces me gusta variar un poco mi alimentación, pero casi todas las mañanas me da el mismo desayuno. Aunque nunca le he dicho nada, me vienen muchos sentimientos cuando me siento a la mesa para desayunar. Debo confesar que muchísimas veces no he ofrecido a Cristo por esta transgresión. Me disculpo diciendo que eso es insignificante. En realidad, si presentamos a Cristo como ofrenda por las transgresiones por esta clase de debilidad, empezaríamos a comprender que eso es pecado. Veríamos que esto proviene de nuestra naturaleza pecaminosa. Ahora entendemos por qué la ofrenda por las transgresiones también es una ofrenda por el pecado.
Examinemos la ofrenda más pequeña y más débil que se hace por las transgresiones: la décima parte de un efa de harina fina (Lv. 5:11-13). Junto con esta ofrenda por las transgresiones, se menciona dos veces la ofrenda por el pecado. Cuanto más pequeña sea nuestra ofrenda por las transgresiones, más conscientes debemos estar de lo pecaminosa que es nuestra naturaleza. No busquemos ninguna excusa. Puede ser que a veces al pararnos frente a la ventana mirando hacia afuera nos vengan muchos pensamientos, como por ejemplo, que no os gusta nuestro cuarto, pues es muy pequeño; el baño no es muy cómodo; la cama es demasiado blanda. Aunque uno no dice nada, está lleno de pensamientos. De repente, uno se pregunta: ¿Qué estoy haciendo aquí? ¡Y comete una transgresión!
No creo que entre nosotros sean muchos los que confiesan estas cosas. Las justificamos con el pretexto de que no tienen importancia; pero es una manera natural de pensar. Olvidamos todas estas faltas muy fácilmente y las pasamos por alto. No nos justifiquemos; debemos condenar todo esto. Tengamos presente que estas cosas proceden de nuestra naturaleza, nuestro pecado interior, y debemos abominarlas. Esas cosas se oponen a la naturaleza divina que hay en nosotros y nos impiden vivir a Cristo. Por consiguiente, debemos presentar a Cristo como ofrenda por las transgresiones y también como ofrenda por el pecado. La ofrenda por las transgresiones se convierte finalmente en nuestra ofrenda por el pecado; o sea que no solamente resuelve nuestras acciones malas, sino que va a la raíz, la fuente, que es nuestra naturaleza. ¿Por qué no dejamos que nuestra mente piense en la dulzura de Cristo, en Su grandeza y Su belleza? Ello se debe a que somos personas naturales. ¿Qué significa ser natural? Equivale a ser pecaminoso. Decir que uno es natural tal vez no parezca malo, pero en realidad, significa que uno es pecaminoso.
En el próximo mensaje examinaremos el aspecto más desconcertante: el caso en el que la vida vegetal, en la cual no hay ningún derramamiento de sangre, se ofrece como ofrenda por las transgresiones y, finalmente, como ofrenda por el pecado.
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