Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Unpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7461-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-7461-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
El capítulo 1 de Efesios empieza mostrándonos la impartición de Dios el Padre (Ef. 1:4-5). La impartición del Padre se ve en el hecho de que nos escogiera en Cristo antes de la fundación del mundo. El propósito de que Él nos escogiera es que fuésemos santos. Inmediatamente después de escogernos, Él nos predestinó; y Su propósito al predestinarnos era que recibiéramos la filiación por medio de Su Hijo. Tanto la elección como la predestinación nos hablan de Su impartición. Él nos escogió para que fuésemos santos; esto implica que Él nos ha dado Su naturaleza divina. Al poseer Su naturaleza divina, podemos llegar a ser santos. Algunos dicen que puesto que la elección del Padre fue antes de la fundación del mundo, aún no se había efectuado la impartición; sin embargo, para Dios no existe el elemento del tiempo. Por lo tanto, a los ojos de Dios, en el mismo momento en que Él nos escogió, aunque todavía no habíamos sido creados, y aunque los cielos y la tierra no habían sido hechos, en Su presciencia Él nos vio, nos escogió y nos dio Su naturaleza a fin de que pudiéramos ser santos. En esto consiste la impartición.
Después que Dios el Padre nos escogió, Él nos designó y predestinó para filiación. Por consiguiente, a fin de hacernos santos, Dios nos dio Su naturaleza santa, y a fin de que llegáramos a ser Sus hijos y obtuviéramos la filiación, nos dio Su vida. No somos hijos adoptados por Dios; antes bien, somos hijos engendrados por la vida de Dios. Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron [...] les dio autoridad de ser hechos hijos de Dios”. Éstos no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. El que Dios nos predestinara para filiación significa que Él nos engendra e imparte Su vida en nosotros. Por lo tanto, Dios no sólo depositó Su naturaleza en nosotros para hacernos santos, sino que además nos impartió Su vida para hacernos hijos Suyos. Estas dos cosas implican la impartición divina.
Ya que Dios nos escogió para que seamos santos, no tenemos necesidad de luchar por ser salvos por nosotros mismos. Lo que tenemos que hacer es comprender que Dios nos escogió y que en el momento de escogernos depositó en nosotros Su naturaleza. Por lo tanto, no tenemos que esforzarnos ni luchar. En vez de ello, sólo basta con que tengamos comunión con nuestro Padre. Cada mañana al despertarnos, debemos decirle al Padre: “Abba, Padre, Tú eres mi Padre. Tú me has dado Tu vida y Tu nombre. Te alabo porque soy Tu hijo y puedo llegar a ser santo”. Si hacemos esto, puedo garantizarles que seremos santos el resto de la mañana. Antes de la hora del almuerzo debemos decirle nuevamente a nuestro Padre algunas palabras por el estilo. Asimismo, al tomar cada una de nuestras comidas debemos decirle algo a nuestro Padre. Esto será un escudo que nos protegerá de las distracciones y ataques del maligno, y nos hará santos. Dios no tiene ninguna intención de que seamos santos por nosotros mismos. Incluso antes que Dios creara los cielos y la tierra, puso Su vida y naturaleza dentro de nosotros. Mientras llevemos una vida de disfrutar a nuestro Padre cada día, ciertamente seremos santos. En esto consiste la impartición de Dios el Padre.
Dios el Hijo también nos imparte Sus riquezas divinas (Ef. 1:7, 10-11). Con base en la elección y predestinación realizada por Dios el Padre, tenemos la redención realizada por Dios el Hijo.
Pese a que el Padre nos escogió y predestinó, y nos dio Su vida y Su naturaleza, nosotros caímos en Adán. Es por esto que necesitamos la redención. Sin la redención efectuada por el Hijo, aunque el Padre quisiera darnos Su vida y Su naturaleza, no podría hacerlo. Esto se debe a que de nuestra parte existe el problema del pecado. Por lo tanto, Dios el Hijo vino para efectuar la redención. Él murió por nosotros, llevó nuestros pecados y nos redimió. Dios también nos perdonó en Cristo. Una vez que alguien cree en el Señor, es redimido e introducido en Cristo (1 Co. 1:30). Una vez que está en Cristo, sus pecados son perdonados, la muerte es anulada y todos sus problemas son resueltos. En esto consiste la impartición del Hijo en nosotros. Este pasaje de Efesios nos muestra repetidas veces que cuando creemos en el Señor, somos puestos en Cristo. Esto no es superstición ni vana terminología; más bien, es un hecho. Él es Aquel que es real. Él es el Espíritu, la realidad y la gracia. Cuando estamos en Él, estamos en la realidad y en la gracia. De este modo, Cristo llega a ser nuestra esfera y nuestro elemento. En esta esfera somos protegidos, y en este elemento disfrutamos de todos los beneficios divinos.
Hay una canción que viene después de la Lección 25 de Lecciones de vida, que dice así:
En Cristo disfrutando:
¡Libertado de Adán!
Lo viejo ya se hace,
¡Nuevo y celestial!
¡Gloria a Dios por el probar de
vida, paz y libertad!
¡En Cristo estoy por la eternidad!
Si cada mañana, tarde y noche, e incluso antes de acostarnos, cantamos esta canción que declara que estamos en Cristo, seremos victoriosos cada día. Mientras cantamos, el Espíritu operará en nosotros y nos conducirá a la realidad. De este modo, estaremos en Cristo, y Cristo vendrá a ser nuestra esfera y nuestro elemento. Con este elemento divino, Dios hará que quienes están en Cristo sean Su herencia escogida. No sólo seremos los redimidos de Dios que están en Cristo, sino también Su herencia preciosa producida en Cristo y con Cristo, quien es nuestra esfera y nuestro elemento, a fin de que Dios pueda heredarnos. Dios nos compró con la sangre de Su Hijo. Ahora estamos en Su Hijo, y Su Hijo se ha convertido en nuestra esfera y nuestro elemento. Si vivimos en Cristo cada día, Cristo llegará a ser nuestra esfera y nuestro elemento, es decir, el ingrediente productivo con el cual Dios nos hará Su herencia. En esto consiste la impartición de Dios el Hijo.
Ninguno de nosotros puede redimirse a sí mismo, ni tampoco llegar a ser una esfera que le rodea ni el elemento que le convierte en una preciosa herencia para Dios. Sólo Cristo mismo, el Hijo de Dios, puede impartir a nosotros tal bendición, de modo que Él llegue a ser nuestra esfera que nos rodea y protege, y también nuestro elemento que podemos disfrutar a diario, de tal manera que día a día podamos ser hechos cada vez más preciosos y podamos llegar a ser la preciosa herencia de Dios. En esto consiste la impartición de Dios el Hijo.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.