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Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1188-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 14 Sección 4 de 4

NOS DA VIDA ETERNA

En el capítulo diecisiete, el Señor Jesús está en el altar del incienso y eleva una oración. Podemos considerarla un modelo de oración, y ella gira en torno a la intercesión que El hace. Muchos creyentes hablan de la intercesión del Señor; dicen que El nos puede salvar completamente porque El intercede por nosotros, pero son pocos los que han explicado el centro de la intercesión del Señor. No se trata de conseguir un mejor automóvil ni un trabajo ni una casa. Observemos Su oración: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que también Tu Hijo Te glorifique a Ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste” (vs. 1-2). ¿Entendemos eso? ¡Es un gran misterio! El nos da vida eterna. Cuando yo era joven, se me dijo que tener vida eterna significa simplemente que los creyentes iremos al cielo y recibiremos muchas bendiciones eternas allí. No usaban la expresión vida eterna, sino que se referían a una vida que perdura para siempre. ¡Ese es un concepto totalmente natural! La vida eterna no es otra cosa que Dios mismo como vida divina dado a nosotros!

Le fue dada “potestad sobre toda carne, para que diera vida eterna a todos los que le diste” (v. 2). ¡Qué bienaventuranza tan grande saber que el Padre nos dio a todos nosotros, toda la iglesia, como don para el Hijo! El Padre dio al Hijo todos los escogidos como regalo, para que El les diera la vida del Padre.

NOS DA LA PALABRA

Después de eso, el Hijo nos dio la Palabra santa, la verdad. Esta Palabra nos santifica. Aunque tenemos la vida eterna, debemos estar separados del mundo. Debemos santificarnos con toda la realidad contenida en la Palabra santa. Muchos creyentes piensan que la Biblia solamente contiene enseñanzas. Cuando la leen, retienen las enseñanzas en su mente, sin darse cuenta de que la Palabra santa contiene la realidad de la Persona divina. Cuando leemos la Biblia, toda la realidad debería inundar nuestro ser. La Biblia contiene, en efecto, enseñanzas y doctrinas, pero éstas contienen las riquezas de la Persona de Dios. Por eso la Biblia nos dice que no sólo debemos leer la Palabra, sino también comerla (Jer. 15:16). Una cosa es leer el menú, y otra muy distinta comer. El menú no puede llenarnos, pero la comida sí.

Cuando el Señor nos da vida eterna, lo que recibimos es la vida del Padre. Ahora el Verbo nos llena de la naturaleza del Padre. A esto lo llamamos santificación. Podemos explicarla con el ejemplo del té. Si ponemos una bolsa de té en una taza de agua, la bolsa saturará el agua de té. Esto significa que la esencia y la naturaleza del té se esparcirán por el agua. En pocos minutos el té satura el agua. Las palabras de la Biblia son como la bolsa de té. Debemos poner el té celestial en nuestra vasija y dejarlo ahí todo el día para que la esencia de este “té” nos sature por completo. Esto cambiará nuestra naturaleza. Primero, el Hijo nos da vida eterna y, luego nos da la Palabra santificadora. La Palabra de Dios es la verdad que nos santifica.

NOS DA LA GLORIA DEL PADRE

Ahí no para todo. Finalmente el Hijo nos da la gloria del Padre, lo cual también es muy profundo. ¿Qué es la gloria? Es la expresión misma de Dios. La electricidad es glorificada por su expresión mediante las bombillas. Así, el Hijo nos dio la gloria del Padre para que expresemos a Dios. ¡Cuán maravilloso es esto!

TRES FACTORES DE UNIDAD

Supongamos que Dios escogió a tres hermanos y los dio al Hijo. El Hijo les dio a los tres la vida del Padre, la vida divina y eterna. Los tres tienen la vida divina, pero a uno le gusta ir a la playa y jugar en el agua, a otro le agrada ir a las montañas para jugar en la nieve, y el tercero prefiere ir al teatro. Los tres son uno en la vida divina, pero llegan a dividirse por causa del mundo. No obstante, los tres tienen cierto amor por la Palabra santificadora y la toman día tras día. Con el tiempo, el primero dejará de ir a la playa, el segundo dejará de ir a la montaña y el tercero no volverá al teatro. Espontáneamente desaparece la división. Al principio tenían la unidad de la vida divina, mas al final tenían la unidad en la naturaleza divina por medio de la Palabra santificadora.

Sin embargo, todavía puede haber problemas. Quizás a un hermano le guste hacer alarde de las verdades espirituales que conoce. A otro tal vez le guste controlarlo todo, y un tercero piensa que es muy inteligente y capacitado para dar el mejor de los consejos. En vida son uno, en la naturaleza santificadora son uno, pero en la intención y en la meta, es decir, en la expresión no son uno. Pero un día el Señor les muestra la gloria del Padre. Les muestra que la vida de iglesia no consiste en expresar lo que saben, ni en ejercer alguna especie de autoridad, ni nada por el estilo. La vida de iglesia consiste en expresar a Dios mismo. En consecuencia, los tres abandonan sus objetivos e intenciones personales por una sola meta: expresar a Dios. Entonces los tres llegan a ser uno en vida, en naturaleza y en gloria o expresión. ¿Qué es eso? Es el Hijo glorificado, pues El es glorificado en esta unidad.

En Juan 17 la unidad presenta tres aspectos. El primer aspecto consiste en tomar como factor de unidad la vida divina, la vida del Padre, el segundo, en tomar como factor de unidad la naturaleza del Padre por medio de la Palabra santificadora, y el tercero consiste en tomar como factor de unidad la gloria del Padre. De este modo, el Hijo es glorificado, y en esa glorificación es glorificado el Padre.

En Juan 17:24 el Señor oró diciendo: “En cuanto a los que me has dado, quiero que donde Yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean Mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. ¿Qué significa la frase “donde Yo estoy”? ¿Dónde está el Señor? El está en una condición que glorifica siempre al Padre, y desea que nosotros estemos allí. El Padre nos quiere llevar a todos a esta condición para glorificar al Hijo a fin de que El glorifique al Padre. Esta es la intercesión que se tiene en el altar del incienso.

EL RESULTADO FINAL DE DISFRUTAR A CRISTO
COMO LAS OFRENDAS

Necesitamos comprender cuál es el resultado final de disfrutar a Cristo como las ofrendas. Cuando disfrutamos a Cristo como ofrenda por el pecado, como ofrenda por las transgresiones, como holocausto, como ofrenda de harina o como ofrenda de paz, entramos en el Dios Triuno, quien es nuestro tabernáculo, y llegamos al altar del incienso donde llegamos a ser uno con Cristo para hacer la oración mencionada en Juan 17. Allí le pedimos al Padre que glorifique al Hijo y que El se glorifique en el Hijo. Oramos para que todos los creyentes entiendan que El les dio la vida divina, la Palabra santificadora y la gloria del Padre, a fin de que todos seamos uno en el Dios Triuno para expresarlo. Entonces todos los miembros de Cristo tendrán una unidad triple, lo cual constituye la vida de iglesia. Ciertamente la vida de iglesia se halla en el Dios Triuno. El Hijo es glorificado por la vida de iglesia en la unidad triple, para que en esa glorificación el Padre sea glorificado. Este es el producto de disfrutar a Cristo como todas las ofrendas.

UNA CONSUMACION GLORIOSA

Finalmente tenemos una consumación gloriosa. Ahora los creyentes están en el Dios Triuno, y el Dios Triuno llega a ser la expresión de los creyentes. Por tanto, ellos y El son uno. Este es el testimonio vivo del Dios Triuno en la tierra. En la eternidad lo entenderemos con claridad. Esto se produce a lo largo del día cuando disfrutamos a Cristo como ofrenda por las transgresiones y como ofrenda por el pecado y nos conduce a disfrutar a Cristo como el holocausto, como la ofrenda de harina y como ofrenda de paz.

Esto nos introducirá en el tabernáculo en la práctica, o sea en el Dios Triuno, donde moraremos mutuamente el uno en el otro. Llegamos al altar del incienso donde nosotros, el Cuerpo de Cristo, oramos con Cristo por el propósito eterno de Dios, para que el Dios Triuno sea forjado en los creyentes y para que ellos sean uno en Dios y unos con otros a fin de ser Su glorificación.

TRAEMOS ESTO A LAS REUNIONES

Todas estas cosas deberían ser practicadas en las reuniones. ¡Cuán elevada sería una reunión así! Debemos reunirnos de esta manera. Nos debemos reunir disfrutando a Cristo como las ofrendas iniciales: la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Luego, entramos en el pleno disfrute de Cristo, y somos introducidos en el tabernáculo. Allí somos uno con el Dios Triuno y con los demás creyentes. Así somos la iglesia como testimonio vivo del Dios Triuno. Entonces se cumple la oración que el Señor hizo en Juan 17. Que el Señor nos conceda mucha gracia en todo lo que necesitamos para que lleguemos a una condición tal que donde El esté, estemos allí también con El para glorificar al Dios Triuno.


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