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Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7893-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 13 Sección 2 de 5

EL ESPÍRITU QUE REVELA, ESCUDRIÑA,
CONOCE, ENSEÑA Y DISCIERNE

En el capítulo 2 Pablo nos da la manera práctica de experimentar y disfrutar a Cristo en virtud del Espíritu. Los versículos del 9 al 14 dicen: “Como está escrito: ‘Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman’. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Pero nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha dado por Su gracia, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, interpretando lo espiritual con palabras espirituales. Pero el hombre anímico no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Las cosas que Dios nos ha dado por Su gracia son las cosas de Cristo, que incluyen Su vida, y las profundidades de Dios son Cristo en muchos aspectos como nuestro disfrute. La frase interpretando lo espiritual con palabras espirituales del versículo 13 significa que se explican las cosas espirituales utilizando medios espirituales. El Espíritu explica las cosas espirituales, las cosas profundas de Dios respecto a Cristo, mediante palabras espirituales.

En estos versículos se utilizan cinco verbos para describir cómo el Espíritu obra en nosotros respecto a las cosas de Cristo: reveló, escudriña, conoció, enseña y discernir. El Espíritu de Dios escudriña las cosas de Cristo, conoce las cosas de Cristo, y nos revela y enseña las cosas de Cristo; por nuestra parte, nosotros discernimos estas cosas por el Espíritu.

El versículo 15 continúa, diciendo: “En cambio el hombre espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie”. Necesitamos ser espirituales y no anímicos. Si somos anímicos no podemos entender ni recibir las cosas de Cristo. Ser anímicos significa vivir y andar en el alma. Ser espirituales significa vivir y andar en el espíritu. Podemos experimentar a Cristo por el espíritu, y no por el alma. Las cosas profundas de Dios son Cristo mismo, y las cosas que Dios nos ha dado por Su gracia también son Cristo mismo. Necesitamos experimentar a este Cristo en nuestro espíritu mediante el Espíritu Santo, pues es el Espíritu quien escudriña las cosas de Cristo, conoce las cosas de Cristo, y revela, enseña y discierne las cosas de Cristo.

Puesto que este Espíritu ahora está en nuestro espíritu, nosotros debemos estar en nuestro espíritu. Si somos anímicos y estamos en el alma, somos necios; no podemos conocer ni recibir las cosas de Cristo. Necesitamos vivir y andar en el espíritu y no en el alma. Si vivimos y andamos en el alma, llegamos a ser hombres anímicos y naturales, hombres que no pueden recibir las cosas de Cristo. En el espíritu podemos contactar al Espíritu de Dios quien nos revela y enseña todas las cosas de Cristo.

El capítulo 2 concluye con el versículo 16, que dice: “¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”. Tener la mente de Cristo significa que nuestra mente ha sido renovada y que nuestra alma ha sido transformada. Romanos 12:2 dice: “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. Como ya hemos visto, el hombre está compuesto de tres partes: el espíritu, el alma y el cuerpo. El Espíritu mora en nuestro espíritu para revelarnos y enseñarnos todas las cosas de Cristo. Por lo tanto, tenemos que andar y vivir en el espíritu, y no en el alma. Cuando andamos y vivimos en el espíritu, allanamos el camino para que Cristo nos inunde y nos llene. Desde nuestro espíritu Él se extenderá a las partes de nuestra alma, que son nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Entonces nuestra mente será renovada. Ya no será la mente natural, sino la mente de Cristo. En esto consiste ser transformados en nuestra alma. De este modo experimentamos a Cristo como nuestra porción todo-inclusiva.

En 1 Corintios 1 tenemos a Cristo como nuestra porción, y en el capítulo 2 tenemos al Espíritu como la manera, el medio por el cual podemos disfrutar de nuestra porción. Debido a que este Espíritu está en nuestro espíritu, necesitamos ser hombres espirituales que vivimos y andamos en nuestro espíritu. De este modo continuamente estaremos en contacto con el Espíritu, quien nos revela y enseña a Cristo. Además, a medida que andamos y vivimos en el espíritu, el Espíritu tomará posesión de todo nuestro ser, y Cristo tendrá un camino abierto para inundarnos y saturarnos. Entonces todas las partes de nuestra alma serán renovadas y transformadas, y disfrutaremos a Cristo como todo para nosotros.


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