Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4442-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Por causa de Su economía, a Dios le preocupa lo que el hombre come. Inmediatamente después de que Dios creó al hombre, Él no le dio una lista de cosas que debía o no debía. En vez de ello, lo puso frente al árbol de la vida y le dio un mandamiento con respecto al comer, diciendo: “De todo árbol del huerto podrás comer libremente, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás” (Gn. 2:16-17). Dios no le mandó al hombre que amara a su esposa ni tampoco que adorara y sirviera a Dios. En lugar de ello, le mandó de manera muy enfática que tuviera cuidado con lo que comía. Era como si Dios le dijera: “Si comes del alimento correcto, todo estará bien; pero si comes del alimento equivocado, morirás. Comer es un asunto de vida o muerte”. Si el hombre ingiere el alimento correcto, obtendrá la vida que necesita.
Después que el hombre cayó, Dios vino para salvarlo. En Su salvación Dios también le mandó al hombre que comiera; esta vez le dijo que comiera el cordero, el pan sin levadura y las hierbas amargas (Éx. 12:1-10). Si queremos ser salvos, tenemos que comer el Cordero con el pan sin levadura y las hierbas amargas. Nuestra salvación depende de que comamos a Cristo. Cuando comemos a Cristo como el Cordero, el pan sin levadura y las hierbas amargas, somos redimidos, liberados y purificados. Después de ser redimidos del juicio de Dios y librados de la esclavitud del mundo, debemos viajar por el desierto. A fin de lograr Su propósito, Dios les mandó a los hijos de Israel que comieran maná mientras viajaban por el desierto. Así pues, Dios le mandó al hombre que comiera del árbol de la vida, del cordero y del maná. Al comer a Cristo como el Cordero y el maná, somos salvos, le seguimos a Él por el desierto para el cumplimiento de Su propósito y llegamos a ser la morada de Dios sobre la tierra.
El asunto del comer también está relacionado con el templo que fue levantado en la buena tierra. Si leen detenidamente Deuteronomio 12, notarán que, cuando los hijos de Israel estaban por entrar a la buena tierra, Dios les dio un mandamiento con relación al comer. Les dijo que “comeréis delante de Jehová, vuestro Dios” en el lugar que el Señor había escogido entre todas sus tribus, para poner allí Su nombre (Dt. 12:7, 5). La acción de comer mencionada en Deuteronomio 12, 14, 15 y 16 está relacionada con la adoración a Dios. A fin de rendirle a Dios la debida adoración, tenemos que comer. Según el concepto natural y religioso, adorar a Dios depende de que hagamos lo correcto. Este concepto es errado. En la religión es muy importante hacer cosas, pero en la economía de Dios lo importante es comer. Únicamente al comer como es debido podemos adorar a Dios y cumplir su propósito. Por lo tanto, cuando los hijos de Israel estaban por entrar a la buena tierra, Dios les mandó que prestaran atención al comer. Al comer, ellos adoraron a Dios; al comer, derrotaron al enemigo; al comer, edificaron el templo; y al comer, trajeron el reino de Dios. Para los hijos de Israel, el comer lo era todo. La manera es comer.
¿Deseamos adorar a Dios? Entonces debemos comer a Jesús. ¿Deseamos llevar a cabo el propósito de Dios de edificar Su templo? Entonces debemos comer a Jesús. ¿Deseamos derrotar al enemigo de Dios y traer verdadera paz al pueblo de Dios? Entonces debemos comer a Jesús. Si queremos traer el reino de Dios, debemos comer al Señor. En la última etapa del comer, el comer que tiene lugar en la buena tierra, todos los enemigos son derrotados, el terreno es conquistado, el templo es edificado y el reino de Dios es establecido.
El Cristo que comemos en esta última etapa debe ser mayor que el Cordero y el maná; Él debe ser el rico producto de la buena tierra. Cristo es una tierra rica y espaciosa, que produce toda clase de alimentos y minerales. El Cordero y el maná no se comparan con la buena tierra. En nuestra experiencia, Cristo es primeramente el Cordero, luego el maná y, finalmente, la buena tierra. Sin duda alguna, todos ustedes disfrutan a Cristo. Pero ¿qué clase de Cristo disfrutan? ¿Disfrutan a Cristo como el Cordero, como el maná o como la tierra? Algunos de nosotros le disfrutamos únicamente como el Cordero, otros como el maná y otros, incluso, como la tierra.
Al igual que una familia numerosa, la iglesia debe ofrecer estas tres dietas: una para los bebés, otra para los fuertes y otra para los ancianos. A fin de que el propósito de Dios se lleve a cabo, no debemos ser bebés, ni tampoco ser viejos. Debemos ser maduros, mas no viejos. Un día, en la iglesia en Anaheim, declaré que en la vida de iglesia no existe la jubilación. En la vida de iglesia tenemos el crecimiento y la madurez, pero no la jubilación. Aunque tengo setenta y dos años, me considero de veintidós porque diariamente me alimento del producto de la buena tierra. En los primeros años comí mucho el Cordero y el maná, pero ahora como trigo, cebada, uvas, higos, granadas y olivas. También disfruto a Cristo como la vida animal. Es por eso que con Cristo soy fuerte.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.