Cristo como la realidadpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3063-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Levítico 2 también revela los diferentes niveles de aprecio que tenemos por Cristo como la ofrenda de harina. Ya hemos visto esto en el holocausto. Se usaba el becerro, el cordero o la cabra, y el palomino o la tórtola. En la ofrenda de harina también habían tres clases o niveles de aprecio: “Cuando presentes una ofrenda cocida al horno, será de tortas de flor de harina sin levadura, amasadas con aceite, y de hojaldres sin levadura, untadas con aceite. Pero si presentas una ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite [...] Si presentas una ofrenda cocida en cazuela, se hará de flor de harina con aceite” (vs. 4-5, 7).
En el holocausto el nivel de aprecio difería en tamaño, mientras que el aprecio que tenemos por Jesús como la ofrenda de harina tiene diferentes niveles de sufrimientos. El horno significa una clase de sufrimiento; la sartén otra clase sufrimiento y la cazuela aún otra clase de sufrimiento.
Cuando ponemos algo en el horno, el sufrimiento es interno. Es un sufrimiento oculto; es una clase de sufrimiento más profundo. En los cuatro Evangelios algunos de los sufrimientos del Señor Jesús eran como los sufrimientos que se padecen en el horno. Eran tan escondidos que sólo Él los conocía y nadie más. Por ejemplo, cuando Él estaba orando en el huerto de Getsemaní, ni siquiera Sus discípulos que estaban con Él conocían la magnitud de Sus sufrimientos. Él estaba verdaderamente en una clase de horno. Éste es el aprecio más grande que se puede tener del Cristo sufriente. Él sufría internamente y no recibió la conmiseración de otros; Él había sido puesto dentro de un horno. Si podemos o no presentar a Cristo como Aquel que sufre en el horno o en la sartén, depende de nuestra comprensión y experiencia. Tal aprecio lo adquirimos al aprehender y experimentar a Jesús.
Las tortas y hojaldres cocidas en el horno tenían una forma más definida. Cada torta y cada hojaldre tenía cierta forma. La experiencia y aprecio que tenemos de Jesús de esta manera profunda tiene una forma más definida. Aquí la palabra hebrea traducida “tortas” quiere decir tortas perforadas o agujereadas, refiriéndose a una torta que estaba perforada y llena de orificios. Cuando leemos los cuatro Evangelios, vemos que Jesús fue perfecto, pero no permaneció entero. Era perfecto, pero fue perforado y traspasado. Temo que a muchos de nosotros ni siquiera se nos ha hecho un solo orificio. No somos perfectos y además estamos tan enteros. Ser perfecto está bien, pero no deberíamos permanecer tan enteros. En la vida de iglesia cuantos más orificios tengamos, mejor es. No debemos quedarnos tan enteros, al punto que nunca seamos quebrantados, perforados y traspasados. La vida de Jesús según los Evangelios fue una vida que fue traspasada una y otra vez. Es por eso que podemos alimentarnos de Él con facilidad. Es tan fácil comer las tortas perforadas y traspasadas.
La palabra hebrea traducida “hojaldres” indica que son de lo más delgadas. Posiblemente eran huecas, porque la raíz de esta palabra quiere decir “vacío”. Eran tan delgadas y tan huecas que se podían comer con mucha facilidad. Sin embargo, los sufrimientos internos de Jesús tenían una forma definida. Éste es el aprecio más profundo que se puede tener por Jesús como la ofrenda de harina. Aquel que traiga a la Tienda de Reunión a Cristo como ofrenda de harina, debe tener este aprecio profundo por Sus sufrimientos.
El segundo nivel de aprecio en la ofrenda de harina es la harina fina mezclada con aceite y cocida en la sartén. Una sartén es más abierta que un horno. Esto alude a los sufrimientos al descubierto, los cuales se pueden notar con más facilidad. Se ve cierta forma, porque la ofrenda está dividida en trozos; sin embargo, no tiene tanta forma como las tortas y los hojaldres hechos en el horno.
El tercer nivel de aprecio se ve en la harina fina mezclada con el aceite y cocida en cazuela. Este sufrimiento es más superficial y casi no tiene una forma definida. Éste es el mínimo aprecio que se puede tener por Jesús como la ofrenda de harina. Cuando fuimos recientemente salvos, teníamos esta clase de aprecio por Jesús. Pero al alimentarnos de la humanidad de Jesús y crecer, nuestro aprecio por Jesús debió ser un poco más como las tortas y los hojaldres horneados en el horno. El aprecio y experiencia que tenemos de la humanidad del Señor deben llegar a ser más y más profundos, más y más elevados, y deben tomar una forma más definida.
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