Arbol de la vida, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-813-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Ahora debemos seguir adelante para ver algo más, algo más rico, profundo y elevado que el disfrutar a Cristo como el Cordero de Dios. Después del libro de Exodo tenemos el libro de Levítico con todas las ofrendas, las cuales se basan en dos cosas: el árbol de la vida, o sea la vida vegetal, y el cordero, la vida animal. Todas las ofrendas se componen de estas dos clases de vida. El holocausto es de la vida animal pero la ofrenda de harina es de la vida vegetal (Lv. 2:7-10). La vida animal redime, y la vida vegetal genera y alimenta. Todas las ofrendas, tales como la ofrenda por el pecado, la ofrenda por la transgresión, el holocausto, la ofrenda de harina, y la ofrenda de paz, fueron experimentadas en el atrio del tabernáculo. Estas ofrendas tipifican a Cristo, la ofrenda única en su género. En el lugar santo estaban la mesa del pan de la proposición y los panes, el candelero con la luz, y el altar de oro del incienso y el incienso mismo. La mesa, el candelero y el altar son Cristo, y el pan de la proposición, la luz y el incienso son Cristo. Todas las ofrendas son Cristo, todo el mobiliario del Lugar Santo es Cristo, y todas las cosas relacionadas con el mobiliario son Cristo.
¿Cómo podemos volvernos de las experiencias de Cristo como todas las ofrendas a las experiencias de Cristo como el mobiliario del Lugar Santo con todas las cosas relacionadas? En otras palabras, ¿cómo podemos volvernos de las experiencias de Cristo en el atrio a las experiencias de Cristo en el Lugar Santo? La manera de volvernos es comer; comer es la clave. En el atrio el sacerdote no come las ofrendas primero. Primero mata las ofrendas y luego las presenta a Dios. La sangre de las ofrendas tipifica el aspecto redentor de Cristo. Después de ser redimido, es necesario comer. Todo se determina con el comer. El comer es la clave que nos vuelve del atrio al lugar santo. En el atrio, los sacerdotes primero disfrutaban todas las ofrendas en el aspecto de Cristo como su justicia. Luego disfrutaban las ofrendas comiéndolas (Lv. 7:14-15). Después de ser redimidos, debemos seguir adelante y comer. Al comer las ofrendas, somos introducidos en el Lugar Santo. Cuando entramos en el Lugar Santo, lo primero que encontramos es el pan de la proposición, el cual debemos comer. Si usted no sabe cómo alimentarse del Señor Jesús, usted es un cristiano que se queda solamente en el atrio. Cuando ve usted la visión de comer al Señor Jesús y alimentarse de El, esto le volverá del atrio al Lugar Santo.
En Exodo 12, los hijos de Israel disfrutaron el derramamiento de la sangre del cordero Pascual, el cual cumplió el justo requisito de Dios. Después, se les dijo que comieran la carne del cordero. Al comer ellos, obtuvieron la energía y la provisión y fueron fortalecidos y capacitados para salir de Egipto. Comieron del cordero y esto les dio la manera para salir de Egipto. El comer nos saca de Egipto, del atrio, y nos traslada al desierto, el lugar santo. En el desierto los hijos de Israel disfrutaron diariamente el maná, y en el Lugar Santo el sacerdote disfrutó el pan de la proposición. Los hijos de Israel vagaban en el desierto, pero vivían por la comida celestial.
En Lucas 15 el Señor Jesús relató la parábola acerca del padre amoroso y su hijo pródigo. Después de regresar el hijo, el padre le vistió del mejor vestido y le puso un anillo en la mano y sandalias en los pies (v. 22). El padre corrió al encuentro del pecador que regresaba y le vistió fuera de la casa. El hijo pródigo, antes de ser vestido, era un mendigo, indigno de entrar en la casa del padre. Aunque el hijo había sido aprobado por el padre y vestido apropiadamente, todavía tenía hambre. Por lo tanto, el padre les mandó a sus siervos que trajeran el becerro gordo y que lo mataran para que su hijo, quien había regresado, pudiera comer (v. 23). Luego empezaron a comer el becerro gordo dentro de la casa del padre. El vestido es Cristo como nuestra justicia, quien nos viste, conforme a los justos requisitos de Dios, para que seamos justificados ante los ojos de Dios (Jer. 23:6; 1 Co. 1:30; Fil. 3:9). El becerro gordo representa al rico Cristo (Ef. 3:8) inmolado en la cruz para que los creyentes puedan disfrutarle.
Muchos cristianos estiman mucho el hecho de que Cristo sea su justicia, pero se olvidan de comer a Cristo y así disfrutarle interiormente. Dios usó a Martín Lutero para recobrar la verdad acerca de la justificación por la fe con Cristo como nuestra justicia. Pero el hecho de que debamos comer a Cristo para disfrutarle todavía necesita ser recobrado entre los hijos de Dios. El cumplimiento del propósito de Dios depende principalmente de que comamos a Cristo. Cristo es nuestra justicia objetiva y externa, y siendo tal, nos capacita para comerle interior y subjetivamente.
El hijo, después de comer el becerro gordo y saciarse, pudo hacer algo para agradar al padre. Lo que cumplimos no sólo se basa en la justicia, sino también en el comer. Si el padre en Lucas 15 sólo hubiera vestido al hijo y luego le hubiera dicho que hiciera algo para él, el hijo no habría tenido la fuerza necesaria. El hijo fue vestido apropiadamente y limpiado por completo, pero tenía hambre y estaba vacío. No tenía la energía, el poder, la fuerza, ni el contenido. Después de que nos hayan traído a la mesa para que nos alimentemos de Cristo como nuestro banquete, seremos muy activos, deseosos del mandato del Padre. Tendremos la fuerza, la energía y la provisión de vida para llevar a cabo la voluntad del Padre.
Valoramos el lado objetivo de la obra redentora del Señor, a saber, nuestra justificación mediante Su preciosa sangre, pero hemos sido redimidos y justificados para poder comer y disfrutar a Cristo. El padre del hijo pródigo le vistió a la puerta de la casa para que pudiera entrar y sentarse a la mesa a fin de tener un banquete y alegrarse. Todos nosotros necesitamos disfrutar al Señor como un banquete. Puede ser que hayamos sido salvos por la redención del Señor pero ¿cuánto hemos comido de El? En nuestra experiencia, ¿estamos a la puerta de la casa del Padre o estamos dentro de ella alimentándonos de Cristo y de todas Sus riquezas? Tal vez usted esté a la puerta, ataviado del mejor vestido, llevando un anillo en la mano y sandalias en los pies pero, ¿cómo está usted por dentro? ¿Está satisfecho y saciado o está vacío? Todos necesitamos comer al Señor para ser llenos de El. Cuando comemos de El, le disfrutamos como el árbol de la vida. Cristo como Cordero de Dios nos capacita para ser justificados por fe a fin de que seamos llevados de nuevo al disfrute de Cristo como el árbol de la vida.
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