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Cristo es contrario a la religiónpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1012-3
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CAPITULO SIETE

CRISTO IMPARTE VIDA

Lectura bíblica: Juan 5:1-18, 21, 24-26, 39-40, 46-47; 6:63

Hasta aquí hemos permanecido en Mateo, el primero de los cuatro evangelios; pero ahora llegamos al último, al Evangelio de Juan. En el relato de los cuatro evangelios vemos cuán incompatibles son Cristo y la religión, y cuánto ésta se opone a Cristo. El diccionario indica que la palabra religión no tiene una connotación negativa; en cierto sentido es buena. Ser religioso es mucho mejor que ser pecaminoso, carnal o mundano. Pero al leer el pasaje de Juan 5:1-18, descubrimos cuán terrible es en verdad la religión. En este pasaje vemos a un grupo de religiosos que ponen toda su atención a su sábado y a su Dios. Pero aquí también se describe cómo se oponen violentamente a Jesús. Ellos se quejaban principalmente de dos cosas: de que El quebrantara el sábado, y de que dijera ser igual a Dios, al Dios de ellos. No sólo se opusieron a El, sino que incluso intentaron matarlo. ¿Se da usted cuenta de que ésta es la actitud de la religión hacia Jesús? Tal vez ellos no eran tan pecaminosos ni mundanos; más bien, eran muy religiosos, y se ocupaban en las cosas de Dios. No obstante, hicieron todo lo posible por aniquilar a Jesús. El Señor Jesús es el blanco de todos los ataques de la religión. Debemos darnos cuenta de esto.

Hoy en día la situación es exactamente igual. Cuanto más vivimos por el Señor y más ministramos a Cristo a las personas, más nos aborrecen los religiosos. Quiero aclarar que aunque nos oponemos a ellos, no los aborrecemos. Aquellos religiosos odiaban a Jesús, pero El nunca correspondió con odio. Ciertamente El se oponía totalmente a la religión; no obstante, amaba a esos religiosos.

En el Evangelio de Mateo vemos tres asuntos principales: primero, que Jesús es nuestro Novio, a quien podemos disfrutar hoy; segundo, que sólo en El podemos obtener descanso; y tercero, que El es nuestro Legislador y nuestro Profeta, el Moisés actual y el Elías de hoy. Quiero subrayar que me gusta mucho el Evangelio de Mateo. En el primer capítulo Mateo nos dice que Jesús es Emanuel, Dios con nosotros. Y después de presentar a Jesús de una manera maravillosa —como nuestro Novio, nuestro descanso y nuestro Legislador y Profeta— en el último capítulo Mateo afirma que este Jesús está con nosotros “todos los días, hasta la consumación del siglo” (v. 20). ¡Aleluya, tenemos a Jesús! ¡Tenemos a Emanuel! Y al disfrutar los muchos aspectos de Su persona, nos exultamos por causa de El. Pero no tenemos únicamente el Evangelio de Mateo, sino también el de Juan.

EL TERCER SABADO

En el Evangelio de Juan, la situación entre Cristo y la religión es casi la misma que en Mateo. Saltemos los primeros cuatro capítulos de Juan y lleguemos al capítulo cinco. Como podrán ver, en él se menciona otro sábado (v. 9), al cual llamaré el tercer sábado. En el primer sábado, Cristo se ocupó de Sí mismo como Cabeza; en el segundo, El se ocupó de los miembros enfermos de Su Cuerpo. Pero ahora llegamos al tercer sábado, y posteriormente veremos un sábado más. Podemos ver que los sábados se repiten. Indudablemente el Señor Jesús hizo algo a propósito para quebrantar el día sábado, el día de reposo. El presente caso relata que el Señor llegó a cierto estanque en Jerusalén, precisamente en este tercer sábado. Una semana consta de siete días; entonces, ¿por qué Jesús fue al estanque el sábado y no en cualquier otro día? El hizo esto a propósito; lo hizo para quebrantar los reglamentos religiosos. La observancia del sábado era la primera regla y la más importante en la religión judía. Para los judíos, aparte de Dios no hay nada más importante que la observancia del sábado. El Señor Jesús parecía decirles: “Ustedes, judíos, le prestan demasiada atención al día sábado, pero Yo, Jesús, estoy haciendo algo a propósito para quebrantarlo”. El Señor Jesús era un verdadero “agitador”.

En ocasiones usted puede tener algo en lo cual quisiera que Jesús no interviniera, pero El lo molesta a usted hoy, mañana y también el día siguiente; El viene una y otra vez a interferir. Usted ya conoce la historia. El Señor Jesús sabe muy bien cómo causarnos “problemas”. Más nos valdría aprender a nunca decirle que no, pues si le decimos que no, seguramente El vendrá hoy y el día siguiente, y volverá el tercero y cuarto día. El vendrá continuamente hasta ganar el caso. Así lo hacía con los judíos, pues iba a ellos una y otra vez en el día sábado.

Si usted fuera judío ciertamente se molestaría. Seguramente ya habría dicho: “¿No le hemos dicho que es ilícito sanar en el día sábado? ¿Por qué insiste en venir precisamente en ese día? ¿Qué le pasa?” Jesús buscaba causarle problemas a la religión. El parecía decir: “Ustedes guardan la religión, pero Yo la quebranto”.

Según se relata en Juan capítulo cinco, aquel sábado en particular no era un sábado común y corriente. Tal vez ese día los judíos estaban celebrando alguna de sus fiestas religiosas. En este pasaje, además de la fiesta se mencionan las mejores cosas de la religión judía, que son: la ciudad santa, Jerusalén; luego, un estanque con cinco pórticos; después, el agua que un ángel del cielo movía ocasionalmente; y finalmente, el sábado. La fiesta alegraba a los judíos y el sábado les proporcionaba descanso. No obstante, ¿cree usted que los incapacitados que se encontraban junto al estanque estaban felices y tenían descanso? Aquí se presenta la mejor religión con sus mejores cosas. Sin embargo, si alguien quería participar de lo bueno de esta religión, debía ser tan fuerte como para ser el primero. Sólo aquel que lograba llegar primero al estanque, podía obtener el beneficio de esa religión.

Entre toda aquella gente imposibilitada, había uno que llevaba treinta y ocho años de estar allí postrado, el mismo tiempo que el pueblo de Israel vagó por el desierto. Dicha religión era buena, la ciudad santa era maravillosa, el estanque era extraordinario y el agua era atrayente, puesto que los ángeles del cielo la agitaban. Pero, ¿de qué le sirve todo eso a alguien que no tiene ninguna fuerza? El enfermo se quejaba, diciendo: “...no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua...” (v. 7). La religión no puede ayudarnos. ¿Por qué? Porque cada persona recibe escasamente para satisfacer sus propias necesidades, y no queda nada para dar a los demás. La religión era buena, pero no para la persona imposibilitada. La religión era buena, pero él no podía participar de ella, pues estaba lisiado, sin fuerza alguna, extremadamente débil. Esa era su condición.


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