Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Unpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-9118-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-9118-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
La Biblia nos muestra que el deseo básico que Dios tiene con respecto a nosotros consiste en forjarse en nosotros para ser nuestra vida, nuestro suministro de vida e incluso nuestro disfrute a fin de que podamos estar llenos y satisfechos de modo que Él pueda manifestarse en nuestro vivir y ser expresado por medio nuestro.
Sin embargo, a fin de que Dios pueda forjarse en nosotros de este modo para ser nuestra vida y nuestro suministro de vida, se requieren dos medios. Nuestro Dios es grande y santo, y Él también es muy misterioso. Por el lado nuestro, lo contactamos a diario y lo recibimos en nuestro ser como nuestra vida, nuestro suministro de vida y nuestro disfrute, mientras que por el lado de Dios, Él se forja en nosotros. La Biblia nos dice que es por medio de Su Palabra y Su Espíritu que Dios puede forjarse en nuestro interior para ser nuestra vida y nuestro suministro de vida. Dios nos ha dado dos dones extraordinariamente grandes: el primero es la Palabra de Dios, y el segundo es el Espíritu de Dios.
La palabra de Dios es la Santa Biblia. La Biblia, la palabra de Dios, es dada a nosotros por Dios como un don extraordinariamente grande. La palabra de Dios no es abstracta en lo absoluto; ha sido escrita y puesta en nuestras manos de forma sólida, y podemos leerla cada día. No sólo eso, sino que también podemos rumiar, considerar e incluso investigar la palabra de Dios. Sin embargo, no deberíamos imaginar cosas descabelladas acerca de ella con nuestra mente. Más bien, nuestros pensamientos deben centrarse alrededor de las palabras de la Biblia. Deberíamos fijar nuestra mente en las palabras de la Biblia, digerir las palabras de la Biblia y masticar las palabras de la Biblia. De este modo, al menos habremos tocado la revelación de Dios y Su deseo expresado.
Podríamos ilustrar esto de la siguiente forma. Quizás esta mañana usted quiera contactarme, y tal vez yo también quiera contactarlo a usted. Sin embargo, usted podría permanecer sentado en silencio y yo podría estar de pie aquí callado, sin que ninguno de nosotros pronuncie palabra alguna. Si después de una hora y media de silencio nos alejamos el uno del otro, nada habremos recibido. Nada de mí entró en usted, y nada de usted entró en mí. Sabemos que es al hablar que nos contactamos unos a otros y fluimos los unos a los otros. A veces también necesitamos utilizar nuestros ojos para transmitir nuestros sentimientos. Cuando usted me mira y yo lo miro a usted, podemos entendernos el uno al otro. Cuando usted me ve reír, sabe que estoy alegre, y cuando yo veo que usted llora, sé que está triste. Sin embargo, no importa cuánto transmitamos por medio de nuestros ojos, es posible que aún no conozcamos la verdadera situación. Por tanto, todavía necesitamos hablar los unos con los otros. Yo necesito preguntarle: “¿Por qué llora? Hábleme acerca de eso”. Cuando usted me habla, su historia entra en mí y yo recibo su perspectiva. Su aclaración y explicación son una revelación. Después que usted ha hablado conmigo, veo su lado de la historia. Entonces comprendo que usted quizás fue acusado erróneamente por su padre esta mañana. Al mismo tiempo también entiendo por qué usted no derrama lágrimas delante las personas en la calle; más bien, usted derrama sus lágrimas ante mí porque sabe que yo puedo mostrar alguna preocupación y simpatía para con usted. En otras palabras, usted tiene un lugar donde puede derramar sus sentimientos. Esto me hace entender por qué usted derrama lágrimas. No obstante, esto es solamente una revelación; usted aún no puede entrar en mí. Aunque yo podría decir unas palabras para consolarlo de modo que usted también reciba mi punto de vista, yo todavía no tengo la manera para entrar en usted.
Si Dios nos hubiera dado meramente Su Palabra, sólo podríamos entender Su intención, y como mucho, podríamos conocer Su revelación, pero Él no podría entrar en nosotros. Por tanto, Él debe dar un segundo paso, es decir, que Él debe llegar a ser el Espíritu. He dicho repetidas veces que el Señor Jesús se encarnó a fin de redimirnos; Él se vistió de un cuerpo de sangre y carne, y luego murió por nosotros en la cruz, sufrió el juicio de parte de Dios y derramó Su sangre preciosa para redimirnos de nuestros pecados. Después de efectuar la obra de redención, Él resucitó de los muertos y fue hecho el Espíritu vivificante. En 1 Corintios 15:45 se nos dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Cuando creemos en Él, confesamos nuestros pecados y le recibimos como nuestro Salvador, Él como Espíritu vivificante entra en nosotros. Esto realmente es un asunto misterioso.
En el griego, la palabra traducida “espíritu” es pnéuma, que también puede traducirse como “aliento”. Después de Su muerte y resurrección, el Señor Jesús llegó a ser el Espíritu, y este Espíritu es aliento. En este punto el idioma chino es muy significativo. Cuando alguien muere, no nos gusta decir que murió, sino que más bien decimos que expiró, es decir, que respiró su último aliento. Expirar significa no tener más aliento, y no tener más aliento equivale a no tener vida. Por consiguiente, Juan 6:63 dice: “El Espíritu es el que da vida”. En este versículo se vincula la vida con el Espíritu. El Espíritu de vida es el aliento de vida. El aliento es espíritu y el espíritu es aliento. Nuestro Salvador Jesús es Dios que llegó a ser hombre para ser nuestro Salvador. Sin embargo, Él no se detuvo allí. Más bien, Él murió y resucitó, y en resurrección Él es el Espíritu de vida, el aliento de vida. Es por esto que Él dijo: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63b). Aquí, espíritu y vida están en conjunto nuevamente. Lo que es espíritu es vida. Esto significa que el espíritu, el aliento y la vida son una misma cosa. Si no tenemos aliento, no tenemos vida. Nuestro cuerpo físico puede ilustrar esto. A veces cuando estamos enfermos, podríamos sentir que estamos faltos de aliento. En el hospital se provee oxígeno a los pacientes que están faltos de aliento. Otro ejemplo es que cuando la llanta de un carro no tiene suficiente aire, es necesario llevarla a la gasolinera e inflarla. De modo similar, cuando nuestro cuerpo está falto de aliento, necesitamos ir al hospital para ser “inflados”.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.