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Terreno genuino de la unidad, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3873-8
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EL CICLO DE VIDA, LUZ Y UNIDAD

Es preciso ver que la unidad entre los hijos de Dios se preserva por medio de la vida y la luz, y que no se mantiene con doctrinas, organización ni manipulación. Agradecemos al Señor que en Su recobro tenemos luz y vida. En primer lugar, somos alumbrados por medio del hablar del Señor; después recibimos el suministro de vida. Sin embargo, finalmente la vida introduce más luz. De hecho, disfrutamos el ciclo de luz y vida, y de vida y luz. Cuanta más luz tenemos, más vida disfrutamos; cuanta más vida disfrutamos, más luz recibimos. La luz, la vida y la unidad siempre van juntas. Cuanta más luz recibamos, más vida tendremos; cuanta más vida tengamos, más unidad experimentaremos; y cuanta más unidad tengamos, más luz recibiremos. Este ciclo de luz, vida y unidad preserva la unidad.

Sin embargo, cuando estamos en tinieblas y muerte perdemos la unidad. Las tinieblas traen muerte, y la muerte causa separación. Pero cuando nos arrepentimos y nos confesamos ante el Señor, somos lavados por Su preciosa sangre. El lavamiento de la sangre siempre está relacionado con el resplandor de la luz (1 Jn. 1:7). A medida que somos lavados por la sangre bajo el resplandor de la luz, una vez más experimentamos la vida. Según nuestra experiencia, podemos testificar que la vida, la luz y la sangre en 1 Juan 1 también operan como un ciclo que nos guarda en unidad. Pero cuando estamos en tinieblas, perdemos la unidad, porque perdemos el terreno apropiado de la iglesia, lo cual resulta en muerte y separación. Vemos de nuevo que la esencia de la unidad es vida y luz. La unidad está en la vida, con luz y sobre el terreno apropiado.

LA UNIDAD DE LA CIUDAD NUEVA

La vida y la luz son también la esencia de la unidad de la ciudad nueva, la Nueva Jerusalén. Apocalipsis 21 y 22 nos hablan de esta ciudad nueva. En el capítulo 21 principalmente vemos el asunto de la luz, mientras que en el capítulo 22 principalmente vemos el asunto de la vida. Apocalipsis 21:23 dice: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara”. En la Nueva Jerusalén no habrá necesidad de luz natural, porque la ciudad será alumbrada por la gloria del Dios Triuno; será iluminada por el resplandor de Dios mismo. Además, como dice el versículo siguiente: “Las naciones andarán a la luz de ella” (v. 24). Esto nos recuerda Isaías 2:5, que dice: “Venid, casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová”. La luz guarda la unidad y elimina el desorden. La luz en la Nueva Jerusalén controlará, gobernará, dirigirá y mantendrá todo en orden; por lo tanto, preservará la unidad.

Apocalipsis 22:1 y 2 dicen: “Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle. Y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida”. El río de agua de vida fluye del trono de Dios y del Cordero para suministrar a la ciudad. El agua de vida aquí es un símbolo de Dios en Cristo, quien fluye como el Espíritu a Su pueblo redimido para ser su vida y su suministro de vida. En Apocalipsis 22:1 el agua de vida es un río que sale del trono de Dios y del Cordero para abastecer y saturar toda la Nueva Jerusalén. De esta manera la ciudad estará llena de la vida divina a fin de expresar a Dios en Su gloria de vida.

El versículo 2 dice que el árbol de la vida crece “a uno y otro lado del río”. El hecho de que el árbol de la vida, aunque sea uno solo, crezca a los dos lados del río, significa que el árbol de la vida es una vid que crece y se extiende a lo largo del río de vida, a fin de que el pueblo de Dios lo reciba y lo disfrute. Por la eternidad, todos los redimidos de Dios disfrutarán a Cristo como el árbol de la vida, como su porción eterna (Ap. 22:14, 19). Cristo, el árbol de la vida, es el suministro de vida que está disponible en el fluir del Espíritu, quien es el agua de vida. Allí donde el Espíritu fluye, se halla el suministro de la vida de Cristo. Por medio del agua de vida y del árbol de la vida, la ciudad nueva será abastecida ricamente por la eternidad. Con este suministro abundante de vida, la unidad de la Nueva Jerusalén será preservada para siempre; pues será imposible que exista alguna división. La luz brillará a través de la ciudad, y la vida regará y abastecerá la ciudad. Esta vida y luz eliminarán cualquier posibilidad de que haya división. Incluso las naciones alrededor de la ciudad serán una. En aquel entonces todas las cosas en el cielo y en la tierra serán reunidas bajo una cabeza en Cristo (Ef. 1:10). Ésta será la unidad máxima, universal y eterna. Como hemos indicado repetidas veces, esta unidad será guardada y preservada en la vida y con la luz.

Es imprescindible que todas las iglesias en el recobro del Señor estén llenas de la vida divina y estén bajo el resplandor de la luz, pues somos uno por medio del resplandor de la luz y por el riego y el suministro que nos provee la vida divina. No hay necesidad de hacer preparativos ni de organizar algo, porque la esencia de nuestra unidad no es la organización, sino la vida y la luz. Espero que todos seamos profundamente impresionados con el hecho de que la unidad puede prevalecer y puede ser resguardada solamente por medio de la vida y la luz.


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