Cristo que mora en nosotros seqún se ve en el canon el Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4916-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hemos visto algo en Mateo, y ahora necesitamos ver algo en Juan. Mateo es el comienzo y Juan el final. Sabemos que en el universo existe este principio universal. Siempre tenemos dos opuestos; es realmente difícil que algo exista con sólo un opuesto. Así como tenemos la parte de adelante, tenemos la parte de atrás. Tenemos la izquierda y la derecha. Tenemos la parte de adentro y la parte de afuera. Tenemos el varón y la mujer. Tenemos el cielo y la tierra. Tenemos el día y la noche. De la misma manera, tenemos un principio y un final.
Los cuatro Evangelios empiezan con Mateo y terminan con Juan. Si sólo tuviéramos a Mateo y no a Juan, tendríamos sólo un comienzo sin un final. Asimismo, si tuviéramos sólo a Juan sin Mateo, tendríamos sólo un final sin un comienzo. Hemos visto que Mateo no es un libro de historias ni un libro de doctrinas. Es un libro acerca de Emanuel, quien es el Dios Triuno, en quien nosotros hemos sido bautizados. Nuestro Dios primeramente se hizo Emanuel, Dios con nosotros. Luego, con el tiempo fue hecho el Espíritu vivificante, la corporificación del Dios Triuno, en quien hemos sido bautizados. Así que, hoy en día somos un solo Cuerpo, quienes disfrutamos al Dios Triuno. Es de esto que nos habla Mateo. Una virgen concebirá y dará a luz un hijo. Su nombre será llamado Emanuel. Luego, al final de este libro se nos manda que vayamos y hagamos discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Dios Triuno, quien está con nosotros hasta la consumación del siglo. ¡Esto es verdaderamente maravilloso!
Sin embargo, esto es sólo el comienzo. Nosotros fuimos puestos en Él, pero ¿qué del hecho de que Él fuese puesto en nosotros? En Mateo no vemos esto. Ciertamente el comienzo no podría incluir el final. En nuestra cabeza, no hay pies. La cabeza es la cabeza, y los pies son los pies. Por lo tanto, debemos proseguir para ver el final en el Evangelio de Juan. Juan no nos dice tanto que nosotros estamos en Él, sino más bien que Él está en nosotros.
En 1 Corintios 12:13 se nos muestran estos dos aspectos en un solo versículo: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Ser bautizados es ser puestos en algo. Pero beber es permitir que algo entre en nosotros. Cuando somos bautizados en agua, eso significa que somos puestos en el agua. Pero cuando bebemos el agua, eso significa que el agua entra en nosotros. En Mateo vemos que todos fuimos bautizados en el Dios Triuno. Todos fuimos bautizados en un mismo Espíritu. Ahora en Juan, vemos que a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
En Mateo 28 vemos que fuimos bautizados en el Dios Triuno. El Dios Triuno también se nos revela claramente en Juan 14. Allí el Señor Jesús primeramente les dijo a los discípulos que Él y el Padre eran uno. “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras” (vs. 9-10). Estas palabras concuerdan con Isaías 9:6, que nos dice que el Hijo que nos ha sido dado es llamado el Padre eterno. En estos versículos vemos claramente que el Padre y el Hijo son uno.
Después, a partir de Juan 14:17, el Señor empieza a revelarnos que Él llegaría a ser el Espíritu de realidad: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros” (vs. 16-18). Cuando el Espíritu de realidad venga, no sólo estará con nosotros, sino también en nosotros. Esto es sencillamente Jesús en nosotros. El Espíritu de realidad es Jesús. Aquí vemos un cambio de la tercera persona en el versículo 17 a la primera persona en el versículo 18. “Él” es “Yo”, y “Yo” es “Él”. Él dijo que iba a morir, pero que no estaba partiendo. Su ida era Su venida. Después de poco tiempo, esto es, después de haber pasado sólo tres días, Él regresó en la forma del Espíritu vivificante. Esto es semejante a la semilla de una flor que es sembrada en la tierra y crece hasta convertirse en una flor.
Vemos que Juan 14 nos habla del Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— al igual que lo hace Mateo 28. La razón es que ambos libros nos dicen que Dios va a impartirse en nosotros. La llamada Trinidad no es una doctrina, pues está relacionada con la impartición. El propósito de la Trinidad es impartirnos al Dios Triuno. Para que esto pudiera efectuarse, se necesitaba un proceso. Dios el Padre estaba en el Hijo y el Hijo llegó a ser el Espíritu vivificante. El propósito de este proceso era que Dios pudiera impartirse en nosotros.
Tanto en Mateo como en Juan, vemos el mismo principio. Mateo comienza con un pequeño niño nacido de una virgen. Juan comienza desde el principio. Por supuesto, el principio mencionado en Juan es un principio sin comienzo. Eso era la eternidad pasada. “En el principio era el Verbo...” (Jn. 1:1). Juan empieza hablándonos del Dios eterno. Mateo empieza con un niño nacido de una virgen. Sin embargo, ambos libros nos dicen que Él era el Dios Triuno, bien sea como Dios en la eternidad pasada o como un niño nacido de una virgen. El propio Dios en la eternidad pasada era el Padre, el Hijo y el Espíritu. Incluso ese pequeño niño nacido de una virgen era también el Padre, el Hijo y el Espíritu. ¡Esto es realmente maravilloso! Además, el propósito de ambos libros es que Dios sea impartido en nuestro ser. En Mateo nosotros somos introducidos en Él, y en Juan Él entra en nosotros. Nosotros fuimos puestos en Él, y luego se nos dio a beber de Él. Por consiguiente, Mateo nos habla del bautismo, mientras que Juan nos habla acerca del beber.
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