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Puente y canal de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3840-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 8 Sección 2 de 2

LA ACTITUD QUE DEBEMOS TENER
PARA CON OTROS CRISTIANOS

La iglesia es un asunto de crucial importancia. Una vez que hayamos entendido claramente este asunto, el siguiente podrá resolverse muy fácilmente, y es el asunto que está relacionado con la actitud que debemos tener para con los cristianos que no son parte de nuestro testimonio. Mientras una persona sea salva y no manifieste pecados que no deben ser tolerados, tales como la idolatría, la fornicación y las enseñanzas heréticas, debemos hacer lo posible por ayudarla. Sin embargo, si se reúne en una denominación o en algún grupo sectario, de ninguna manera debemos reconocer el terreno sobre el cual ella está. Si bien dicha persona es un verdadero hijo de Dios y un hermano nuestro, está sobre el terreno equivocado, el cual no podemos reconocer y en el cual no podemos participar. Si nos ponemos en ese terreno, estaríamos violando la unidad de la iglesia. Sin embargo, no debemos rechazarlo a él como persona.

NUESTRO DESTINO ESTÁ EN LAS MANOS DE DIOS
Y COMO CRISTIANOS DEBEMOS SER ABSOLUTOS

Pregunta: En nuestro corazón tenemos el deseo de servir a Dios, pero nuestra condición y nuestras aptitudes son insuficientes; ¿qué debemos hacer? Por favor, denos una respuesta franca, pues no queremos desperdiciar nuestro tiempo.

Respuesta: En primer lugar, debemos entender que, con relación a todos los que somos salvos, el periodo que comprende desde que fuimos salvos hasta que vayamos a la presencia del Señor es el tiempo en que debemos aprender a servirle. Nuestro servicio verdadero y eterno lo realizaremos en el futuro, en el cielo nuevo y en la tierra nueva. Por ejemplo, hoy mientras ustedes se educan están aprendiendo; es sólo después de haber trabajado por unos cuantos años que verdaderamente entrarán en el ejercicio de su profesión. Del mismo modo, hoy es el momento que tenemos para aprender a servir a Dios. Sin embargo, eso no significa que una persona puede empezar a servir sólo después de haber terminado de aprender. El tiempo nos provee la oportunidad de aprender; aprendemos a servir a medida que aprendemos y servimos al mismo tiempo. Nadie debe decir que tiene que esperar a que haya terminado de aprender antes de empezar a servir.

En segundo lugar, puesto que el tiempo que tenemos desde nuestra salvación hasta que vayamos a la presencia del Señor es para que aprendamos a servir al Señor, nuestra principal preocupación debe ser servirle a Él, y no comer, hacer ejercicios o entretenernos. Por supuesto, mientras servimos al Señor hoy, aún tenemos que comer y sobrevivir y, por tanto, debemos tener un trabajo. Sin embargo, mientras ganemos lo suficiente para nuestra subsistencia es suficiente. Somos diferentes de la gente del mundo, que además de buscar su sustento, desean algo más. Desean tener fama y fortuna, y también ser alguien importante. Pero nosotros los cristianos somos diferentes; hemos abandonado Egipto y hemos salido del mundo.

Sabemos que Pablo era un líder de mucho talento, que pudo haber hecho algo muy importante en el mundo; sin embargo, él trabajaba con sus propias manos para hacer tiendas (Hch. 18:3). Según nuestro modo de pensar, el oficio de hacer tiendas debió haber sido un sufrimiento para Pablo debido a que su talento era espiritual. Cuando el Señor le proveía lo necesario, él no tenía necesidad de hacer tiendas, pero cuando la provisión no llegaba, humildemente hacía tiendas para ganarse la vida. Les diré esto con franqueza: ninguno que desee servir al Señor podrá ser muy exitoso en su carrera. Si queremos seguir al Señor, tenemos que abandonarlo todo. Pero doy gracias y alabo al Señor porque este camino es muy descansado y la carga es ligera. Por tanto, en nuestro vivir debemos ganar únicamente lo suficiente para cubrir nuestras necesidades. Nuestra principal preocupación debe ser servir a Dios.

Tercero, aunque no hemos recibido el mismo llamado de Saulo de Tarso o de Pedro, por favor tengan claro que Dios nos llama de la misma manera que Él llamó a Saulo y a Pedro. ¿Acaso no hemos sentido el llamamiento del Señor al menos una vez? Aparentemente, el Señor no nos ha llamado de la misma manera en que llamó a Saulo o a Pedro, pero si hemos sentido que el Señor nos ha llamado. Tengo la profunda convicción de que entre nosotros hay un buen número de hermanos y hermanas que han tenido el sentir en su interior que el Señor los ha llamado. Por ahora, lo que importa no es si el llamamiento es grande o pequeño ni tampoco si es intenso o tenue; lo único que importa es que lo hemos percibido claramente. La Biblia dice que mientras tengamos fe, es suficiente, aun cuando ésta sea tan pequeña como una semilla de mostaza (Mt. 17:20). Dios no exige que nuestra fe sea grande. Sucede lo mismo con nuestro llamado: simplemente basta con que hayamos sido llamados. ¿Podría usted decir honestamente que nunca ha tenido el sentir de que el Señor lo ha llamado? Puesto que ha tenido este sentir, usted debe responder a ese llamado. Cuanto más usted responda a dicho sentir, más claro se hará. Pero si no responde, seguirá titubeando.

Cuarto, debemos ver que hoy en día todo es temporal. Si el Señor dispone las circunstancias para que yo haga algo, doy gracias al Señor; pero si no dispone las circunstancias para que lo haga, también lo alabo. A menudo me he hecho la pregunta: si el Señor quisiera que muriera, ¿cómo podría evitar morir? si yo quisiera graduarme de la universidad, y Él no me lo permitiera, ¿qué podría hacer? Hay muchas cosas que no están en nuestras manos. El Señor puede levantar toda clase de circunstancias a nuestro alrededor para alcanzar Su meta. Así que no importa si le respondemos rápida y generosamente, o si nos rehusamos a responderle, o le respondemos de una manera mezquina o le damos problemas, el resultado será el mismo: Él logrará hacer lo que se ha propuesto y sin ningún esfuerzo. Nosotros somos los que sufrimos, los que son quebrantados un poco más, los que son golpeados un poco más y son puestos un poco más bajo presión. Por consiguiente, ninguna de las cosas que tiene que ver con el hombre está bajo su control; nadie puede escoger lo que quiere.

Cada paso que nosotros damos ya ha sido determinado por Dios. ¿Acaso podemos ser la clase de personas que queremos ser? Puesto que nuestro destino está en las manos del Señor, lo mejor es que calculemos el precio que tendremos que pagar y respondamos generosamente al llamamiento del Señor. Llevo ya veinticinco años en este camino, y nunca me he arrepentido de ello. No piensen que sigo este camino ciegamente. No, ciertamente he calculado el precio que tengo que pagar, pero nunca me he lamentado por ello. Cada vez que considero el pasado y reflexiono, inclino mi cabeza y digo: “Oh Dios, el camino por el que me has guiado es el camino que Tú habías destinado para mí. Cuando todas las cosas se hagan manifiestas en el futuro, yo comprobaré que el haber escogido Tu camino no sólo fue lo mejor que pude haber escogido, sino que fue lo mejor que pude haber hecho”. En aquel día todos diremos que el precio que pagamos fue sólo estiércol.

Es un hecho que en los dos mil años de historia de la iglesia, todos los que han seguido al Señor han inclinado sus cabezas, especialmente en su vejez, y han dicho: “Señor, fuiste Tú quien me guió para que tomara este camino”. Todos los que no tomaron este camino al final se lamentarán. Algunos se han lamentado de que el Señor los tocó una vez pero ellos no respondieron a Su llamado, y otros se han lamentado de haber sido muy codiciosos en cuanto a su sustento, no siguieron el camino del Señor. En los pasados dos mil años ha habido muchos que se han lamentado de estas cosas. Por otra parte, todos los que han seguido al Señor con un corazón puro han inclinado sus cabezas al final de sus vidas para darle gracias al Señor y alabarlo. Espero que los jóvenes que están aquí calculen el precio que tienen que pagar. Miles de creyentes han pasado por aquí antes que nosotros y sus pisadas ciertamente son un testimonio.

Cada uno de nosotros debe considerar qué clase de persona desea ser. ¿Queremos ser personas que han sido salvas a medias, cristianos “grises” o ser un cristiano que ama al Señor de forma absoluta? Todo el mundo sabe que las personas que se entregan de forma absoluta a algo, son las más útiles. No podemos ser piedra y madera, ni podemos ser un hombre y una mujer. Si deseamos ser personas mundanas, debemos ser completamente mundanos, y si deseamos ser cristianos, debemos serlo de forma absoluta. Aquellos que son mediocres e indecisos son las personas menos útiles y las más viles. No importa lo que hagamos, debemos entregarnos completamente a ello. El único requisito para un cristiano es el de entregarse a Dios de forma absoluta. Así pues, debemos decidir entre no seguir al Señor o seguirle de forma absoluta.


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