Economía de Dios y el misterio de la transmisión de la Trinidad Divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7101-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Debemos ejercitar fe no sólo en lo relacionado con nuestras enfermedades físicas y el suministro de nuestras necesidades materiales, sino también con respecto a nuestro entorno en nuestro servicio al Señor. Nuestro entorno es variable y complicado. Independientemente de si somos cristianos o no, no podemos vivir solos, aparte de la sociedad humana. Tenemos parientes, vecinos y amigos, quienes forman parte de nuestro entorno. Supongamos que el Señor ejerciera Su soberanía y permitiera que nuestros vecinos fueran locos o activistas, que los niños del vecindario siempre se pelearan e hicieran mucha bulla, y que las parejas se pelearan continuamente. Si fuera así, ¿cómo podríamos tener paz? Si nos mudáramos a otra ciudad, el entorno podría ser peor aún. A veces cuando contratamos a una niñera para que cuide a nuestros hijos, ella resulta ser una mala niñera. Luego, cuando la cambiamos por otra, la nueva resulta ser peor. Hay un proverbio coloquial chino que dice: “Se va un soldado y llega un centinela”, lo que significa que cuando el soldado se va, es reemplazado por un policía. No importa cuánto usted se esfuerce, sencillamente no puede encontrar una buena niñera. Al parecer, lo único que puede encontrar son personas extrañas y peculiares. Esto es muy interesante.
En realidad, en todas estas situaciones tenemos que ver la autoridad soberana del Señor detrás de las cosas. En vez de quejarnos de nuestro entorno, debemos creer en Dios y aprender a confiar en lo que Él dispone para nosotros. Por un lado, debemos creer en Dios; por otro, tenemos que afrontar nuestro entorno con fe. No debemos discutir ni quejarnos. Por ejemplo, cuando usted se suba a bordo de un avión, no pelee por un buen asiento. Usted debe confiar en Dios y aprender a depender de Él en las cosas grandes y pequeñas. Ésta es la lección que debemos aprender.
En la coordinación que usted tiene con los hermanos y hermanas que laboran con usted, también debe ejercitar fe y no escoger conforme a sus gustos. No debe decir: “Prefiero coordinar y servir con el hermano fulano”. Puedo decirle que muchas veces el compañero que escoja acabará odiándolo. Hoy usted lo ama, pero él lo aborrecerá a usted en el futuro. Es muy extraño que ninguno de los compañeros que usted escoge sea el indicado. Por lo tanto, en el asunto de la coordinación usted debe aprender a dejar esto en las manos del Señor y a confiar en Él. Tómeme como ejemplo. En todos estos años que llevo sirviendo al Señor, no he escogido a nadie en particular para que sea mi colaborador, ni he seleccionado a nadie en particular para que esté bajo mi adiestramiento. Yo no escojo con quién voy a laborar, ni tampoco escojo a quién voy a adiestrar. En todos estos años el Señor ha estado disponiendo todas las cosas para mí; yo simplemente aprendo a confiar en Él y a ejercitar fe en vez de luchar por mí mismo o aferrarme a mis exigencias, gustos, inclinaciones y preferencias. Por supuesto, tampoco debemos tener ninguna ansiedad o preocupación, sino que más bien debemos creer que siempre que tengamos alguna necesidad particular, Dios la conoce. Esto es fe.
Otra cosa que todos los servidores de Dios deben aprender es ejercitarse para soportar los sufrimientos. Esto es también un elemento muy necesario en el carácter del cristiano. Esto no significa que debamos crearnos o buscarnos sufrimientos; más bien, significa que debemos aprender a sufrir. ¿Qué es un sufrimiento? Todo lo que no sea conforme a nuestros deseos es un sufrimiento para nosotros. Al igual que todos los del norte de China, yo crecí alimentándome con comida hecha a base de trigo y raras veces comía arroz. En el otoño de 1934, me invitaron a laborar en Ping-Yang, Wenchow, donde era imposible comprar —ni siquiera con oro— el auténtico pan norteño hecho al vapor. En aquel entonces tuve indigestión debido a una úlcera estomacal muy seria. Esta clase de enfermedad es muy sensible al clima del otoño. Después que llegué a Ping-Yang, los santos me servían arroz todos los días. Lo extraño es que el arroz que los sureños cocinaban era seco y duro, no como el arroz de los norteños que es más pegajoso. Aun antes que comiera el arroz, me asustaba simplemente con mirarlo, y me preguntaba cómo iba a poder digerirlo. En ese tiempo daba mensajes dos o tres veces al día, además de las reuniones de servicio. Finalmente me dio indigestión debido al arroz medio crudo que comía, y mi cuerpo se debilitó.
Cuando los santos se dieron cuenta de esto, se esforzaron mucho para encontrar a alguien que me preparara pan al vapor. Para entonces yo había estado comiendo pan al vapor por treinta años, así que el primer día que vi la superficie lisa y brillante del pan que me trajeron, sabía que por dentro todavía estaba crudo y que no tenía suficiente levadura. No me atreví a decir nada porque no habría sido apropiado. Cuando los santos me servían el pan, yo me lo comía. Ellos decían que ese pan era el mejor pan de la ciudad porque era hecho por la única persona que sabía cómo hacer esa clase de pan. Simplemente tenía que comerlo. Eso es lo que significa sufrir.
Al hermano Watchman Nee también le pasó algo semejante. Él era sureño. Empezó a laborar para el Señor en 1921 cuando apenas tenía unos veinte años. Una vez lo invitaron a laborar en Hsuchow, en la provincia de Anhwei, al norte del río Yangtze. Los norteños no tenían camas comunes y corrientes, sino que dormían en camas de ladrillo calentadas por debajo con fuego. A fin de proveerle hospitalidad al hermano Nee, los santos pidieron prestada una cama que tenía una estructura con tiras de metal sin nada más que una sábana encima. Ellos le dijeron al hermano Nee: “Pedimos esta cama prestada especialmente para usted”. Así que el hermano Nee tuvo que dormir en una cama de tiras metálicas, algo que nunca antes había experimentado.
Cuando salimos a laborar para el Señor, tenemos que aprender a someternos a las circunstancias. No podemos esperar que las circunstancias siempre se ajusten a nosotros y nos sean favorables. Eso es imposible. Algunos de ustedes van a salir a diferentes pueblos y aldeas para la propagación. No saben en qué clase de circunstancias estarán, qué tipo de situaciones afrontarán ni cuánto sostenimiento económico recibirán. Todo esto es incierto. Por lo tanto, ustedes tienen que vivir por fe y aprender a sufrir. Deben armarse con una mentalidad dispuesta a sufrir a fin de que puedan ser un buen solado de Cristo. Pedro también nos exhortó a seguir al Señor con la misma mentalidad de Cristo, una mentalidad dispuesta a sufrir (1 P. 4:1). Cuando un verdadero soldado sale a luchar en la primera línea, el entorno está fuera de su control. Por esta razón, él tiene que prepararse en tiempos ordinarios, ejercitándose para soportar los sufrimientos.
Anteriormente dijimos que todo lo que no es según nuestros deseos es un sufrimiento para nosotros. Por ejemplo, tal vez temamos que otros ronquen; no obstante, da la casualidad de que el hermano que duerme en la misma litera con nosotros da unos terribles ronquidos. No debemos decir que no podemos tolerarlo; en vez de ello, tenemos que ejercitarnos. Si tenemos esta mentalidad, sólo nos tomará una semana de ejercicio para poder quedarnos dormidos. Si no le damos importancia a cierto asunto, no sufriremos por ello; pero una vez que centremos nuestra atención en ello, sufriremos. Por lo tanto, aprender a sufrir es aprender a no preocuparnos por nada.
En aquella ocasión, mientras comía ese pan al vapor que estaba medio crudo, sentía que no podía comerlo; pero recordé las palabras que el Señor dijo: “En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante” (Lc. 10:8). Así que oré al Señor diciendo: “Señor, Tú dijiste que debíamos comer lo que nos pusieran por delante; ahora estos hermanos me han servido algo crudo, por tanto, debo comérmelo crudo”. Finalmente me lo comí. Le doy gracias al Señor y lo alabo porque mi problema estomacal no se agravó, aunque ciertamente me adelgacé mucho. Un mes más tarde el hermano Nee condujo una conferencia en Hangchow, así que yo terminé mi obra y me di prisa para ir a esa conferencia. Cuando llegué allí al día siguiente, él estaba hablando desde el podio. En cuanto me vio, dijo: “¡Vaya! ¡El hermano Witness está tan delgado como un palo!”. Después, en la siguiente reunión, él compartió un mensaje en el que decía que los colaboradores que salen a laborar por el Señor deben aprender a soportar sufrimientos.
Tenemos que aprender a soportar sufrimientos si deseamos laborar para el Señor. No debemos olvidar que, como soldados, debemos estar listos para ir a la guerra, no para asistir a un banquete. Por esta razón, debemos prepararnos. Cuando salgamos a propagar el evangelio, tenemos que prepararnos para ir a un campo de batalla a sufrir. Tenemos que preparar el camino en todo aspecto. Debemos mantener limpio y ordenado el lugar donde vivimos y buscar la manera de prepararnos nuestras comidas. Al relacionarnos con nuestros amigos del evangelio o con los hermanos y hermanas, debemos aprender a hacerlo en su mismo nivel. Todas estas cosas requieren que ejercitemos la fe y aprendamos a sufrir.
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