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Terreno genuino de la unidad, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3873-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 10 Sección 5 de 8

LUZ Y VERDAD

Salmos 43:3 dice: “Envía Tu luz y Tu verdad; éstas me guiarán, me conducirán a Tu santo monte y a Tus moradas”. La luz y la verdad no son dos cosas separadas; son dos aspectos de una misma cosa. Como hemos indicado anteriormente, en el Evangelio de Juan encontramos gracia y verdad, pero en la Primera Epístola de Juan tenemos amor y luz. La verdad es el resplandor de la luz. Cuando la luz resplandece en nosotros, recibimos la verdad, la realidad; y cuando disfrutamos de la comunión con Dios, estamos en luz. Así que, de nuestro lado está la verdad, pero del lado de Dios hay luz. Según Salmos 43:3, necesitamos tanto la luz como la verdad.

Este versículo indica que la luz y la verdad nos guían y nos conducen al santo monte del Señor y a Sus moradas, es decir, a la casa de Dios. Día tras día somos conducidos por la luz y la verdad que hay en la casa de Dios. En 1 Timoteo 3:15 y 16 vemos que la iglesia, la casa del Dios viviente, es columna y fundamento de la verdad. Esto indica que la verdad debe encontrarse en la iglesia, la casa de Dios. Cuando tenemos la verdad, también tenemos la luz. De modo que, la luz y la verdad están en la iglesia.

Este versículo indica claramente que la luz y la verdad tienen una función específica y definida: guiarnos al santo monte y a los tabernáculos de Dios, es decir, conducirnos al lugar que Dios ha escogido para habitar en él. Hoy en día muchos cristianos están buscando la luz y la verdad, pero no muchos de ellos lo hacen con el propósito de ser conducidos al lugar que Dios ha escogido. Sin embargo, si nuestro propósito es ser llevados al santo monte de Dios y a la morada de Dios, entonces, ciertamente vendrán a nosotros la luz y la verdad. Muchos de nosotros podemos testificar que antes de entrar a la vida de iglesia, recibimos luz y verdad simplemente porque habíamos empezado a reflexionar acerca de la iglesia. La luz y la verdad vinieron a nosotros debido a que tuvimos el pensamiento de venir a la iglesia. Pero cuando estábamos indecisos en cuanto a la iglesia, la luz y la verdad parecían desaparecer por un periodo de tiempo. Sin embargo, cuando comprendimos que debíamos seguir el camino de la iglesia, la luz comenzó a resplandecer otra vez, y la verdad que recibimos parecía más completa que antes. Luego cuando finalmente llegamos a la vida de iglesia, nos encontramos bajo la luz del día y recibimos mucha verdad. Esto comprueba que la luz y la verdad nos han guiado al santo monte de Dios y nos han conducido a la morada de Dios, la iglesia.

PRESENTAR NUESTRAS OFRENDAS AL SEÑOR

Continuemos con el salmo 66. El versículo 13 dice: “Entraré en Tu casa con holocaustos; te pagaré mis votos”. En el versículo 15 el salmista añade: “Te ofreceré holocaustos de animales engordados, con sahumerio de carneros; haré una ofrenda de toros y machos cabríos” [LBLA]. El salmista sabía que solamente en la casa de Dios, el templo, se podía ofrecer holocaustos y sacrificios. Él sabía que podía ofrecer sacrificios a Dios solamente si iba al lugar escogido por Dios. Según la tipología, hoy también tenemos que ir al lugar que Dios escogió, que es la iglesia, si verdaderamente queremos presentar nuestras ofrendas al Señor. Los hijos de Israel tenían que ir al templo para presentar sus ofrendas a Dios; Él no aceptaba ofrendas en ningún otro lugar. Si un israelita que vivía en Dan hubiera expresado el deseo de ofrecer algo a Dios en Dan, el Señor habría dicho: “No puedo aceptar ninguna ofrenda que me sea presentada allí. Acepto ofrendas únicamente en el monte de Sión”. Dios no era estricto, pero Él había escogido que el templo fuera el centro de Su atención. Él había elegido que el monte de Sión fuera el único lugar de adoración. Por consiguiente, solamente en ese lugar Su pueblo podía presentarle sus ofrendas a Él.

Este principio se aplica a la vida de iglesia hoy. Muchos de nosotros podemos testificar que cuando tratamos de ofrecer algo a Dios fuera de la iglesia, esa ofrenda no resultó muy agradable. No me atrevo a decir que los cristianos no pueden ofrecer nada a Dios fuera de la iglesia, pero puedo testificar, que hacer esto aparte de la vida de iglesia no es nada placentero. Según la tipología, debemos presentar nuestras ofrendas solamente en el único lugar escogido por Dios.


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