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Conocimiento de la vida, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-917-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 14 Sección 2 de 5

D. La muerte

En el versículo 6 el apóstol, antes de decir que la mente puesta en el espíritu es vida y paz, dice: “La mente puesta en la carne es muerte”. Aquí emplea algo negativo para sacar a luz lo positivo por contraste. La carne y el espíritu son cosas opuestas, así como lo son la muerte y la vida. La vida es el fruto del espíritu y procede del Espíritu. La muerte es el fruto de la carne y procede de la carne. La vida nos permite conocer las cosas que se originan en el espíritu, capacitándonos así para conocer el espíritu según el lado positivo. La muerte nos conduce a conocer los asuntos que proceden de la carne, revelando así el espíritu según el lado negativo. Por lo tanto, así como la vida nos capacita para conocer el espíritu según el lado positivo, así la muerte nos capacita para entender al espíritu según el lado negativo. Para conocer el espíritu, necesitamos conocer la vida y también entender lo contrario de la vida, es decir, la muerte.

Por consiguiente, conforme a lo que el apóstol dice con respecto a estas cuatro cosas —la vida, la ley, la paz y la muerte— vemos que están íntimamente relacionadas con el espíritu tanto positiva como negativamente. Si entendemos a fondo estas cuatro cosas, podemos conocer con claridad el espíritu, que indudablemente está estrechamente relacionado con ellas. Estas cuatro cosas contienen o trasmiten cierta clase de consciencia.

II. LA CONSCIENCIA

Con excepción de la vida vegetal que es muy inferior, toda vida tiene cierta clase de sensibilidad o consciencia. Cuanto más elevada es la vida, más rica es su sensibilidad o consciencia. La vida del Espíritu de vida aquí mencionada es la vida de Dios mismo, la cual es la vida más elevada; por eso es la más rica en cuanto a su consciencia. Esta vida dentro de nosotros nos llena de sensibilidad espiritual, capacitándonos así para percibir el espíritu y las cosas del espíritu.

La ley de un objeto inconsciente no pertenece a la esfera de las cosas que tienen consciencia, pero la ley de una vida que tiene consciencia sí pertenece a tal esfera. Por ejemplo, si golpeo a un hermano, inmediatamente sentirá dolor; si extiendo la mano hacia sus ojos, en seguida parpadeará. Reacciona de esta manera porque en su cuerpo existe la ley de vida que lo obliga a hacerlo. En el momento de golpearlo, siente dolor; esto es una ley. Al extender la mano hacia sus ojos, parpadea; esto también es una ley. Aunque éstas son leyes, si le preguntamos qué son, él dirá que son un asunto de consciencia. Esto comprueba que la ley de la vida física pertenece al orden de los seres conscientes. Puesto que la vida del Espíritu de vida es la vida de Dios, la cual es rica en sensibilidad, desde luego la ley del Espíritu de vida está llena de consciencia.

Por supuesto, la paz mencionada aquí es la que está dentro de nosotros. La paz interior es todo un asunto de consciencia. Tener paz interior sin sentirla es algo improbable. Por lo tanto, la paz mencionada aquí también es un asunto de consciencia.

Además, la muerte mencionada aquí es un asunto de consciencia. La muerte hace que el hombre pierda la consciencia. Cuando un hombre muere, pierde la consciencia. Por lo tanto, cuando el hombre no está consciente, es señal de que la muerte obra en su interior; aunque no se haya muerto completamente, casi está muerto.

Además, en asuntos espirituales, la muerte no sólo nos hace perder el sentir de vida, sino que también nos da el sentir de muerte. Cuando ponemos nuestra mente en la carne, la muerte se pone activa en nosotros. Por un lado nos hace perder el sentir interior de vida, y por otro nos hace sentir inquietud, molestia, depresión, opresión, tinieblas y vacío. Tal impresión de molestia, depresión, opresión, tinieblas y vacío es el sentir de muerte y nos hace sentir la muerte.

Por consiguiente, la vida, la ley, la paz y la muerte —estas cuatro— conllevan cierta sensibilidad. Su sensibilidad nos capacita para tocar el sentir del espíritu y así conocer el espíritu. Por lo tanto, debemos dedicar algún tiempo para examinar la sensibilidad de estas cuatro cosas.


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