Estudio-vida de Filipensespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0338-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-0338-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
En el versículo 21, Pablo añade: “Porque para mí, el vivir es Cristo”. La conjunción “porque” al principio de este versículo es muy significativa, pues indica que lo que sigue después de ella es la explicación del versículo anterior. Cristo era magnificado en el cuerpo de Pablo porque él vivía a Cristo. Si hemos de magnificar a Cristo, ciertamente debemos vivirlo. Vivir a Cristo es un tema de suma importancia, pero a pesar de ello muy pocos cristianos han prestado la debida atención a este asunto. La conjunción “porque” del versículo 21 nos ayuda a ver que Pablo magnificaba a Cristo porque para él, el vivir era Cristo. Cristo era exaltado, loado, alabado y exhibido en el cuerpo encadenado de Pablo, porque él vivía a Cristo.
Si hemos de vivir a Cristo, debemos tomarlo como nuestra persona y ser uno con El. El y nosotros debemos llegar a ser uno de manera práctica. En Gálatas 2:20, Pablo declaró: “Vive Cristo en mí”. Para Pablo, esto no era una simple doctrina, sino un hecho. También para nosotros esto debe ser una realidad. Es triste ver que algunos cristianos no creen que Cristo realmente vive en ellos. Tampoco creen que podemos morar en Cristo y El en nosotros. Sin embargo, la Biblia afirma claramente que Cristo está en nosotros y que vive en nosotros. Además dice que debemos morar en El y permitirle que more en nosotros.
Pablo no sólo declaró que Cristo vivía en él, sino que para él, el vivir era Cristo. Por un lado, Cristo vivía en Pablo; y por otro, Pablo vivía a Cristo. Cristo era la vida interior de Pablo, y también era su vivir práctico. Por lo tanto, él y Cristo tenían una misma vida y un mismo vivir. La vida de Cristo era la de Pablo, y el vivir de Pablo era el de Cristo. Ambos vivían como una sola persona. En 1 Corintios 6:17 se hace referencia a tal vivir. En ese versículo, Pablo declara que somos un solo espíritu con el Señor. La unión orgánica que existe entre nosotros y Cristo nos hace tan cercanos a El que podemos ser un solo espíritu con El.
Vivir a Cristo no consiste meramente en llevar una vida santa ni en expresar santidad en el vivir. Vivir a Cristo consiste en vivir a una persona. Admitimos que “vivir a Cristo” es una expresión nueva, pero la usamos deliberadamente. Anteriormente hablamos de “expresar a Cristo en el vivir”, y aunque no es incorrecto decir esto, se aleja un poco del verdadero sentido. Simplemente debemos vivir a Cristo. La vida que llevamos debe ser Cristo mismo.
Por experiencia puedo testificar que lo más difícil en la vida cristiana es vivir a Cristo. Podemos ser “santos”, “espirituales” y “victoriosos” sin que vivamos a Cristo. Podemos ser todas estas cosas, y aún permanecer en nuestra vida natural. Esto significa que no estamos viviendo a Cristo.
Por naturaleza, soy una persona rápida. Recuerdo que después de que recibí al Señor, mi hermana se puso muy contenta y quiso ayudarme a vencer mi rapidez natural. En lugar de reprenderme o corregirme, me habló de algunas personas que eran más calmadas en su manera de hablar y actuar. Al comprender lo que ella trataba de enseñarme, le dije al Señor que me arrepentía por ser tan rápido y le pedí que me hiciera más lento. Pero mi conducta se asemejaba a la de un mono que trata de imitar a un hombre; aunque lograba hacer las cosas pausadamente por algunos días, después volvía nuevamente a mi carácter rápido. No lograba disminuir mi rapidez debido a que yo era así por nacimiento. Mi hermana tenía buenas intenciones al enseñarme a que no fuera tan rápido, pero no me ayudaba a vivir a Cristo. Ahora, después de más de cincuenta años, puedo ser más lento y paciente. También soy capaz de controlar mi enojo. En cierto sentido, puedo ser santo, espiritual y victorioso, pero he descubierto que eso se puede lograr sin vivir a Cristo.
Si hemos de vivir a Cristo, debemos tomarlo como nuestra persona y nuestra vida misma. Aunque he avanzado al respecto, debo admitir que todavía no he alcanzado absoluto éxito. Casi todas las mañanas le digo al Señor: “Señor, te agradezco por darme otro día para vivirte. Señor, por mí mismo no puedo hacerlo. Te pido que me recuerdes que debo vivirte y concédeme la gracia necesaria para ello”. Pero aun así, me doy cuenta de que poco después de haber hecho tal oración, me es muy fácil volver a vivir por mí mismo en lugar de vivir a Cristo. Quizás mi manera de vivir sea buena, pero no vivo a Cristo. Aún no puedo declarar con confianza las palabras de Pablo: “Para mí, el vivir es Cristo”.
A menudo en la vida cristiana, tendemos a seguir ciertas prácticas. Por ejemplo, quizás nos demos cuenta de que hablamos demasiado y nos propongamos limitar nuestro hablar. Tal vez logremos restringirnos, pero nos olvidamos de vivir a Cristo. Una cosa es adoptar cierta práctica, y otra muy distinta es vivir a Cristo. A Dios no le interesa cuán santos, espirituales y victoriosos seamos en nosotros mismos. En realidad, llevar una vida así por esfuerzo propio es lo mismo que intentar guardar la ley. Lo que realmente cuenta para Dios es Cristo y el hecho de que lo vivamos. Con respecto a esto, la situación actual de los creyentes no corresponde con el deseo de Dios. Es por eso que luchamos por vivir a Cristo de una manera genuina. Dios anhela que Su pueblo viva a Cristo. No nos distraigamos con la santidad, la espiritualidad o la victoria, ni con nuestras virtudes o atributos naturales. Más bien, debemos centrar toda nuestra atención en vivir a Cristo, con el único propósito de que El sea magnificado en nosotros.
En la epístola de Filipenses Pablo nos alienta a tener un solo pensamiento (2:2), a saber, vivir a Cristo. Nuestra única preocupación debe ser vivir a Cristo y magnificarle. En lugar de tratar de ser santos, espirituales y victoriosos, debemos aspirar a vivir siempre a Cristo y magnificarlo con toda confianza, ya sea por vida o por muerte. El deseo de Dios hoy es que vivamos a Cristo.
No permita que nada lo distraiga de su experiencia directa y personal con Cristo. Es cierto que necesitamos conocer el trasfondo de esta epístola y comprender cuál es la condición actual de la religión; además, debemos discernir los diferentes motivos por los que se predica a Cristo. Sin embargo, nada debe desviarnos de Cristo mismo. Hoy debemos centrar nuestra atención en este único pensamiento: vivir a Cristo.
La vida de Pablo consistía en vivir a Cristo. Para él, el vivir no era la ley ni la circuncisión, sino Cristo. El no deseaba vivir la ley sino a Cristo, y tampoco quería ser hallado en la ley, sino en Cristo (3:9). Cristo no sólo era su vida, sino también su vivir. El vivía a Cristo debido a que Cristo vivía en él. Era uno con Cristo tanto en vida como en el vivir. El y Cristo llevaban una sola vida y un solo vivir. Ambos vivían juntos como una sola persona. Cristo vivía en Pablo como la vida de éste, y Pablo manifestaba a Cristo como el vivir de Cristo. La experiencia normal del creyente debe ser vivir a Cristo, y vivirlo es magnificarlo siempre, sin importar cuáles sean las circunstancias.
Pablo vivía a Cristo mientras estaba encarcelado. El no se hallaba en la ley, sino en Cristo. Los hombres, los ángeles y los demonios podían hallarlo siempre en Cristo. De la misma manera, nosotros también debemos ser hallados en Cristo, y no simplemente en nuestra buena conducta. Jóvenes, sus padres deben hallarlos en Cristo. Ellos deben ser capaces de percibir que ustedes son diferentes de los demás. Asimismo, nuestros parientes, amigos y colegas deben hallarnos en Cristo.
Si deseamos ser hallados en Cristo, debemos vivirlo. La única forma en que los hombres, los ángeles y los demonios nos hallen en El es que le vivamos. Pero si nos preocupamos por guardar la ley, seremos hallados en la ley y no en Cristo. No estamos aquí para expresar o magnificar la ley; nuestra meta es expresar y magnificar a Cristo. Debemos orar de esta manera: “Señor, ten misericordia de mí y sálvame de todo lo pecaminoso y también de lo bueno, incluso sálvame de las cosas espirituales que te reemplazan a Ti en mi vida diaria. Señor, sálvame de todo y haz que me vuelva a Ti. También te pido que me concedas la gracia necesaria para vivirte en realidad y ser hallado en Ti”. Puedo testificar que esta clase de oración es eficaz. Espero que todos anhelemos y busquemos esta única cosa: vivir a Cristo y magnificarlo.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.