Información del libro

Revelación básica contenida en las santas Escrituras, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-1-57593-323-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 11 Sección 1 de 3

CAPITULO CUATRO

LOS CREYENTES

Lectura bíblica: Jn. 3:6; Mt. 28:19; Gá. 3:27; Ro. 6:3; 1 Co. 12:13; Ro. 8:9, 11, 4: Gá. 5:16; 15; 1 Co. 3:6-7; Ef. 4:16; 2:21-22; 1 P. 2:5; 2 Co. 3:18; Ro. 12:2; 1 T. 5:23; Fil. 3:21; Ro. 8:29-30; 10:8, 9, 12

El tema de este capítulo, los creyentes, parece sencillo, pero en realidad es misterioso. Un estudiante de medicina muy pronto aprende que el cuerpo físico no es sencillo. El ser psicológico de una persona es aún más misterioso. Como seres vivientes, nosotros tenemos dos corazones, uno es físico y el otro psicológico. Podemos ubicar nuestro corazón físico pero, ¿dónde está nuestro corazón psicológico? ¿Dónde están nuestra mente, nuestras emociones, nuestra voluntad y nuestra conciencia? ¿Dónde está nuestro espíritu? ¿Dónde está nuestra alma? Nosotros los que creemos en Cristo somos seres espirituales, y como tales somos un misterio.

DESCENDIENTES DEL ADAN CAIDO

Nosotros los creyentes somos descendientes del Adán caído. Todos somos caídos. Estábamos muertos en el pecado bajo la condenación de Dios (Ef. 2:1, 5; Ro. 3:19; 5:12; Jn. 3:18). Mientras estábamos muertos en el pecado, Dios nos proporcionó un cambio. Oímos el evangelio y creímos en el Señor Jesucristo y así recibimos la vida eterna (Jn. 3:16).

SALVOS

Hechos 16:31 dice que cuando nosotros creímos en el Señor Jesucristo, fuimos salvos. La salvación inicial y completa tiene seis aspectos: el perdón de pecados, el lavamiento de nuestra mancha, el apartamiento para Dios posicionalmente, la justificación, la reconciliación y la regeneración.

El perdón

Después de creer, lo primero que recibimos, el primer legado conforme al testamento divino, es el perdón de nuestros pecados (Hch. 10:43).

Lavados

No fuimos solamente perdonados, sino también lavados. El hecho de que seamos perdonados arregla nuestro caso ante Dios. Ser lavados quita la mancha, la contaminación, de nuestros pecados. Por ejemplo, si un niño ensuciara su camisa y luego se arrepintiera, su madre lo perdonaría; pero todavía sería necesario lavar la camisa. Perdonar al niño de sus malas acciones es una cosa. Quitar las manchas de la camisa al lavarla es otra. Cuando nosotros creímos en el Señor Jesús, Dios no sólo nos perdonó, sino que también nos lavó. ¡Aleluya! Fuimos perdonados y lavados por la sangre de Cristo.

Santificados posicionalmente

Como parte de nuestra salvación inicial, hemos sido santificados posicionalmente, es decir, Dios nos separó del mundo y nos apartó para Sí. En 1 Corintios 6:11 se indica que primero somos santificados y luego justificados. La santificación posicional precede la justificación; la santificación disposicional viene después de la justificación.

Justificados

La muerte de Cristo satisfizo y cumplió por completo los justos requisitos de Dios, de modo que somos justificados por Dios mediante Su muerte (Ro. 3:24). Somos justificados “de todo aquello de que por la ley de Moisés no [pudimos] ser justificados” (Hch. 13:39).

Reconciliados con Dios

Necesitábamos ser reconciliados con Dios porque cuando éramos pecadores, éramos los enemigos de Dios (Ro. 5:10). Fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de Su Hijo.

Regenerados

Cuando creímos en el Señor Jesús e invocamos Su nombre, fuimos regenerados; es decir, el mismo Espíritu de Cristo entró en nuestro espíritu y nos dio vida (Jn. 3:6; Ef. 2:5). La regeneración nos hizo hijos de Dios (Jn. 1:12-13; Ro. 8:16), miembros de la casa de Dios (Ef. 2:19). También nos hizo miembros de Cristo, miembros del Cuerpo de Cristo (Ef. 5:30; 1 Co. 12:27). Nosotros los regenerados somos miembros del Cuerpo de Cristo y también hijos de Dios.

La regeneración ocurrió en nuestro espíritu, y no en nuestro cuerpo físico ni en nuestra mente. Esto significa que el Dios Triuno ahora está en nuestro espíritu (Ef. 4:6; 2 Co. 13:5; Ro. 8:9). ¡Qué maravilloso es este tesoro que tenemos en nosotros! (2 Co. 4:7). El Dios Triuno entró en nuestro espíritu para quedarse allí (Jn. 4:24; 2 Ti. 4:22; Ro. 8:16). Aquí en nuestro espíritu se encuentran las inescrutables riquezas de Cristo.

Si queremos disfrutar estas riquezas tenemos que invocar el nombre del Señor Jesús (Ro. 10:12). Si queremos recibir la alimentación, podemos invocar: “¡Oh, Señor Jesús!”. Cuando estamos en la casa y también cuando estamos en el trabajo, podemos invocar el nombre del Señor. Cuando invocamos, tocamos al Espíritu (1 Co. 12:3). Muchos de nosotros oramos con frecuencia, pero no recibimos alimentación de nuestra oración. Este no debe ser el caso. No oramos ante un ídolo; oramos al Dios viviente. El es el propio Dios que está en nuestro espíritu. Cuando le hablamos, El contesta en nuestro espíritu. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, El se hace real para nosotros en nuestro espíritu. Si meramente ejercitamos nuestra mente y oramos con la boca, el Dios Triuno dentro de nosotros no puede hacer nada. El no está en nuestra mente, sino en nuestro espíritu. Debemos ejercitar nuestro espíritu (1 Ti. 4:7). De esta manera podemos experimentar este Dios verdadero, real y viviente quien ahora está en nuestro espíritu. En nuestro espíritu regenerado mora el Dios Triuno como Espíritu vivificante.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top