Estudio-vida de Isaíaspor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6375-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En Isaías 8:9-22 encontramos una revelación con respecto a Cristo como Emanuel.
Cristo es Emanuel para que prevalezcamos sobre las naciones en sus preparaciones, planes y palabras (vs. 9-10). Dios está con aquel que venza de este modo; Él es Emanuel para esta persona. La última parte del versículo 10 dice: “Porque Dios está con nosotros”. Las palabras Dios está con nosotros son la traducción de la expresión hebrea immanu El.
Además, Cristo es Emanuel para que seamos instruidos por Jehová a no andar por el camino de este pueblo, ni participar en su conspiración, ni temer lo que ellos temen ni mostrarles respetuoso temor (vs. 11-12). Debido a que el pueblo había caído en degradación, aquel que fue instruido por Jehová no debía seguirlo; por el contrario, dicha persona debía santificar a Jehová de los ejércitos, estimándolo como Aquel al cual hay que temer y Aquel al cual hay que mostrar respetuoso temor (v. 13).
En 8:14 y 15 encontramos otro indicio de que Cristo es todo-inclusivo. En el versículo 14, Cristo el Emanuel se convierte para el pueblo de Dios en un santuario; como tal, Cristo es nuestra morada. Cristo es un santuario para nosotros, pero Él es la piedra que hiere, la cual desmenuza la gran imagen humana descrita en Daniel 2. Él también llega a ser roca de tropiezo para ambas casas de Israel. Es posible que los cristianos conozcan a Cristo como Aquel que es una peña hendida en beneficio nuestro, mas no le conozcan como roca de tropiezo. Muchos judíos han tropezado por causa de Cristo. Más aún, Cristo es una trampa y un lazo a los habitantes de Jerusalén.
Cristo como Emanuel hace que el profeta ate el testimonio, es decir, la ley, selle la instrucción entre sus discípulos, espere en Jehová, quien esconde Su rostro de la casa de Jacob, y le aguarde con anhelo (vs. 16-17).
Cristo como Emanuel también hace que el profeta y los hijos que Jehová le dio, los cuales tipifican a Cristo y Sus creyentes (He. 2:13b), sean por señales y prodigios en Israel de parte de Jehová de los ejércitos, que mora en el monte Sion (Is. 8:18).
Finalmente, Cristo como Emanuel hace que el pueblo de Dios no consulte a los nigromantes ni a los espíritus familiares, sino a Dios, y que no consulte a los muertos por los vivos (v. 19). El pueblo de Dios debía acudir a la ley y al testimonio, hablando conforme a estas palabras habiéndoles amanecido, y no pasar por la tierra presionados y hambrientos, de modo que se enojan y maldicen a su rey y a su Dios, pues levantando su rostro en alto y mirando a la tierra, no encuentran sino aflicción, tinieblas, lobreguez de quienes están en angustia y de quienes son arrojados en la oscuridad (vs. 20-22). No debiéramos prestar oído a nada más que a Dios y a Sus instrucciones. Este Dios hoy en día es Emanuel. Por tanto, tenemos que acudir al Nuevo Testamento y prestar oído a los cuatro Evangelios, al libro de Hechos, a las Epístolas y a Apocalipsis.
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