Pastorear a la iglesia y perfeccionar a los jóvenespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8420-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En este capítulo queremos estudiar los factores que han impedido nuestro aumento. Al comienzo de la obra en Taiwán, hubo un acelerado aumento numérico, pero después de un periodo de tiempo, tal parece que nos detuvimos, y sin importar lo que hacíamos, no había mucho aumento.
Después de pasar tiempo con el Señor y de analizar nuestra situación, estamos más claros con respecto a nuestra situación. Un problema principal ha sido que los colaboradores hacen cosas por cuenta propia y no son capaces de enseñar a otros. Supongamos que tres hermanos van a una localidad nueva a servir. Puesto que ellos tienen un corazón para el Señor, varios nuevos son ganados. Si los colaboradores enseñan a estos nuevos, los levantan, los perfeccionan y los introducen en el servicio, los colaboradores ganarán algunos “aprendices”. Sin embargo, es lamentable que no hayamos aprendido a introducir a los santos en el servicio ni hemos aprendido a perfeccionar a los santos. Más bien, lo hacemos todo por nuestra propia cuenta y, de este modo, reemplazamos a los santos inconscientemente. Como resultado, los santos no saben cómo ejercer su función y los hermanos responsables lo hacen todo.
El alcance de lo que pueden hacer dos o tres personas es limitado. Por ende, si no podemos enseñar y guiar a otros, la obra se estancará. Luego, el Señor tendrá que guiar a los colaboradores a otro lugar donde no haya santos, un lugar que la obra no haya alcanzado. Los colaboradores entonces podrán ganar nuevos creyentes y laborar hasta que la obra se estanque de nuevo. En ese momento, ellos tendrán que irse de nuevo a otro lugar.
Si los colaboradores no se mueven a un lugar nuevo, no habrá posibilidad alguna de tener aumento, pues los colaboradores siempre obran por su propia cuenta y no introducen a otros en su función. Una persona sólo puede hacer una cantidad limitada de trabajo. Aunque los otros santos también pueden llevar a cabo una cantidad limitada de labor, se les hará difícil si su función no es manifestada. Si continuamos por este camino, no habrá manera para que la iglesia en una localidad se extienda. Puesto que no les enseñamos a los nuevos cómo introducir a otros en su función, ellos repetirán el patrón que han visto en nosotros de hacerlo todo por cuenta propia. Luego de un periodo de tiempo, cualquier obra que esté en sus manos también se estancará y la iglesia no se extenderá.
Si no podemos introducir a otros en lo que nosotros hacemos, no les podemos enseñar. Si no podemos enseñar a otros, no podemos coordinar con otros. Éstos son los dos factores principales que impiden la propagación. Nuestra incapacidad para coordinar con otros no tiene que ver con que estemos en desacuerdo con ellos; más bien, es la consecuencia de no tener un temperamento que esté dispuesto a coordinar, ni tener el hábito de hacerlo. Es incorrecto pensar que podemos hacerlo todo y que no tenemos necesidad de otros. Si la obra asigna a un segundo colaborador para que sirva en una iglesia local, pero el primer colaborador todavía hace toda la labor, el segundo colaborador no podrá entrar en la obra. Esta deficiencia no es el resultado de que el colaborador nuevo esté poco dispuesto. Tampoco tiene que ver con que haya algún resentimiento hacia el primer colaborador. Más bien, se debe a que el primer colaborador no puede coordinar con otra persona; por tanto, los dos no pueden obrar juntos. En este caso, cada colaborador es un cordel separado, y ellos no pueden ser entrelazados hasta formar un cordel de dos hilos, y mucho menos un cordel de tres hilos (Ec. 4:12). Esto limita el aumento en una iglesia local.
Esto es un ejemplo de no ser capaces de enseñar a otros, no ser capaces de obrar con otros y no ser capaces de coordinar con otros. Como colaboradores que somos, nosotros deberíamos poder enseñar a otros y también coordinar con ellos. Un colaborador que sirve en una iglesia local debe poder servir y también enseñar a otros a servir. Un carpintero diestro puede producir algo útil a partir de cualquier clase de madera. De manera similar, un colaborador debería ser capaz de usar a cualquier santo, no importa cuál sea su situación en la vida. Al mismo tiempo, debería poder obrar con muchos otros colaboradores sin tener conflicto alguno. En su coordinación con otros, todos deberían poder ejercer su función en conformidad con su porción.
Si el Señor puede abrir nuestros ojos de modo que veamos este asunto y demos un giro fundamental, no será difícil que las iglesias aumenten doblemente en dos años. No obstante, si no podemos dar este giro, no aumentaremos. Sólo mantendremos el estado actual, pues limitaremos la obra. Por tanto, debemos dar un giro radical y total. Tenemos que poder enseñar a otros y coordinar con otros. Estemos o no capacitados, tenemos que coordinar con otros y servir juntamente con los santos. Si algunos no son capaces, necesitamos aprender cómo enseñar a los santos y coordinar con ellos. Si somos capaces, hay una necesidad aun mayor de que enseñemos a otros y coordinemos con ellos.
Los colaboradores que estén limitados en cuanto a su capacidad no deberían rendirse. Ellos nunca deben rendirse. Los colaboradores que tienen alguna capacidad no deben menospreciar a otros. Aun el colaborador más capaz no puede cargar con la obra completa. Necesitamos coordinar con otros. Por muy capaz que sea una persona, no puede llevar la carga de una iglesia o ni siquiera de un distrito. A fin de sostener una iglesia, tenemos que coordinar con otros.
Todos los colaboradores tienen que cambiar su concepto y darse cuenta de que todo el mundo tiene alguna capacidad. Los colaboradores que piensan que son incapaces tienen que esforzarse. Si no pueden enseñar a los santos, deberían seguir a otros colaboradores y aprender de ellos. Aquellos que son capaces deberían enseñar a los santos en lugar de llevar a cabo la obra por su propia cuenta. Los colaboradores también deberían perfeccionar a los santos, sin importar cuánta capacidad tengan los santos. Es mejor que los santos cometan errores a que estén desocupados. De esta manera a todos se les dará una oportunidad de servir, y aprenderemos más. Aprendemos al hacer las cosas, pero aprendemos más cuando enseñamos a otros. Si no enseñamos a otros, nuestro aprendizaje está incompleto. Cuando enseñamos a otros tenemos la obligación de considerar las cosas exhaustivamente. Podríamos pensar que sabemos cómo arreglar las sillas, pero no es fácil enseñar a otra persona a arreglar las sillas. Enseñar requiere destreza. Podríamos ser capaces de hacer algo, pero incapaces de enseñar a otra persona a hacerlo. Cuando seamos capaces de hacer algo y también seamos capaces de enseñar a otros, seremos verdaderamente diestros. Enseñar a otros también nos hace sufrir los tratos disciplinarios. Si tenemos una personalidad fuerte o si somos peculiares, seremos tratados al enseñarles a otros. Es difícil enseñar a otros exitosamente sin sufrir nosotros estos tratos. Nunca debemos decir que a un santo no se le puede enseñar debido a que no tiene capacidad alguna.
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